Psicoterapia y otras Posibilidades

Publicado el María Clara Ruiz

Estrés y Salud: En la Justa Medida

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Por fin llegó el momento tan esperado. Unos días de vacaciones para desconectar, un fin de semana para sentir esa agradable sensación de un despertador que no suena a las siete de la mañana, una noche para descansar. Y sin embargo, ese tiempo libre que tanto se había añorado se convierte rápidamente en un vacío insoportable que hay que llenar de algo. Estamos tan acostumbrados al estado de alerta que, cuando llega la hora de parar, el cuerpo difícilmente se dispone a la relajación.

Cumplir, correr, competir. Es el día a día de los tiempos actuales. Quien no sigue la regla se queda atrás. Ese es el mensaje, ese es el miedo que se introduce como un virus en la mente de quienes han aprendido que el éxito significa salir de sí mismos para darlo todo, aunque esto suponga un daño crónico en su sistema orgánico y mental.

Con esta dinámica se pueden ganar muchas cosas: reconocimiento, dinero, fama, agradecimiento… estrés. Un poco, o lo suficiente de cada una de esas cosas no hace daño a nadie. Tener reconocimiento es una necesidad humana. Ganar dinero por el trabajo que uno hace es lo más lógico. Tener fama es una anécdota en una vida larga con sus altibajos. Sentir el agradecimiento de los demás es motivante. Tener un cierto grado de estrés es totalmente sano y necesario. Entonces… ¿cual es el problema?

Hacer lo que se hace esperando el reconocimiento es tremendamente desgastante. Vivir con la calculadora en la mano y sentir que cada minuto es tiempo perdido si no se traduce en euros, es un sinvivir. Perseguir la fama como si fuera la meta de la vida, enferma hasta morir. Vivir para conseguir el agradecimiento, no sólo es utilizar a los demás sino también compensar los huecos abiertos de una identidad fracturada. Un elevado nivel de estrés que no se descarga periódicamente es la base de una gran cantidad de síntomas y enfermedades que limitan la capacidad creativa para conseguir, precisamente, la fuerza y la energía para llevar a cabo los proyectos.

En definitiva, el criterio se encuentra en la justa medida, que no está dada desde fuera sino que implica algo que algunas veces se omite, tal vez por falta de tiempo: el contacto con uno mismo.

¿Qué quiere decir eso?

El contacto con uno mismo tiene que ver con la consciencia de las posibilidades y de los límites personales. Significa la acertada gestión de las emociones y la capacidad de reconocer y de verbalizar las sensaciones del cuerpo. Es una comunión entre lo que se siente y lo que se actúa. Es el respeto por el propio ritmo.

Entonces, sentir enfado o frustración ante una situación hostil es totalmente natural. Responder sonriendo y pensando que no pasa nada, es una muestra de falta de contacto. No tener deseos de hacer el amor con la pareja algún día o alguna temporada, es absolutamente comprensible. Hacerlo para que no se enfade o se vaya con otro/a, no soluciona nada. Trabajar sin descanso y sin límite para conseguir lo que se supone que se espera de uno, es una de las trampas más típicas de nuestros días que, por cierto, está muy bien aprovechada por empresas que van buscando más por menos. Vivir pensando que «un día de estos» uno va a poder hacer lo que siempre ha querido, es como meterse en una jaula con las llaves en la mano y no poder abrirla.

El estrés que se va acumulando en estas situaciones es muchas veces el responsable de insomnios, angustias, ansiedades, pánicos, depresiones, disfunciones sexuales, problemas de pareja, falta de sentido de la vida. Y es comprensible. La carga almacenada con las exigencias de la vida cotidiana y que no se moviliza mediante el contacto consciente con el cuerpo, se convierte fácilmente en un veneno. Así, el malestar es la consecuencia más evidente de un mal funcionamiento de la energía vital.

Por lo tanto, darse tiempo para tomar aire, pasar un rato, unas horas, un día sin hacer nada, organizar el tiempo en beneficio de la salud, pelear hasta el final -con quien haga falta- por una adecuada conciliación entre la vida personal y laboral, promover espacios de comunicación, encontrar momentos de contacto y/o pedir ayuda profesional cuando se necesita, no son acciones limitadas a unos pocos, como se piensa a veces. En realidad, basta con tener la consciencia de que algo va mal en la gestión de la vida emocional para emprender vías de solución, dentro de las posibilidades particulares. A partir de ahí, lo más usual es que se abran los caminos para encontrar salidas positivas y creativas hacia el bienestar y la alegría de vivir.

María Clara Ruiz

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