Psicoterapia y otras Posibilidades

Publicado el María Clara Ruiz

Ausencia en la Presencia

Y así se pasaba la vida creyendo que estaba… sin estar

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Suena el despertador a primera hora de la mañana y llegan a su mente las incontables tareas del día que comienza. Abarrotadas en su cabeza mientras se da una ducha rápida, intenta ponerlas una a una en su reloj interno cuyo horario y minutero parecen ir a velocidades de infarto. La angustia por no alcanzar traiciona su promesa de tomarse la vida con un poco más de ligereza. Mientras toma un café a sorbos entrecortados, prepara las loncheras de los niños, escucha las últimas noticias, mira sus emails, responde mensajes de whatsapp y apunta la lista de la compra. Diferentes sonidos construyen una especie de música para el caos y no hay que asistir a todo el concierto del día para saber lo que pasará hasta la noche.

Cada vez que puede, eso sí, se jacta de su capacidad de hacer mil cosas a la vez. Lo dice como si se tratara de un valioso y extraño privilegio al cual pocos pueden acceder. Sin embargo, más allá de su orgullo biónico le delatan sus ojos inquietos que buscan, sin lograrlo, refugio en algún lugar del espacio para posarse fijamente en algo y descansar por fin.

No recuerda si fue hoy o ayer aquel encuentro con amigos y tampoco si estaba este o aquella. Porque aunque asegure haber estado, no estaba. Aparecía su cuerpo en las fotos pero su mente volaba por otros mundos. Estaba la materia, pero lo que era la existencia brillaba por su ausencia. 

Y así se pasaba la vida creyendo que estaba sin estar. Así llegaron y se fueron amores que hubieran podido ser. Así sonaban las voces de amigos llamando a su puerta sin recibir respuesta. Así dolía su cuerpo que atiborraba de pastillas para dormir, para digerir los alimentos, para adormecer las migrañas, para la memoria, para evitar la depresión.

Ausencia en la presencia era su manera de estar…

Se consolaba pensando que tal vez mañana tendría tiempo para ver jugar a sus hijos y, si no fuera mucho pedir, para jugar con ellos. O que podría quedarse en la cama un rato más retozando al lado de alguien a quien pudiera amar.  Tal vez mañana, su espejo le devolvería una imagen amigable, cálida y transparente de lo que era su existencia. Mañana, tal vez, habría un momento de silencio en su interior para encontrarse después de tanto evitarse.

Tal vez mañana, ojalá. Pero si hoy es el mañana del ayer, entonces ahora mismo es el momento. ¿Para qué esperar?

María Clara Ruiz

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