Producir la guerra, acumular la tierra en Colombia
Filosofía y coyuntura presenta este texto del filósofo Hernán Alejandro Cortés, en el cual nos cuenta las apuestas principales de su interesante tesis doctoral con la Universidad de los Andes. En ella aborda la relación guerra y acumulación de la tierra en Colombia.
Hernán Alejandro Cortés Ramírez, nuestro autor invitado, es Doctor en filosofía de la Universidad de Los Andes. Licenciado en filosofía de la Universidad Santo Tomás. Autor del libro El animal diseñado: Sloterdijk y la ontología de lo humano. Co-fundador de REC-Latinoamérica. Ha sido profesor universitario y de colegio. Actualmente es asesor en la Consejería de paz del Gobierno Nacional.
Por: Hernán Alejandro Cortés.
¿Qué puede decir la filosofía política sobre la acumulación de tierras en Colombia? En resumidas cuentas, fue esa la pregunta que formulé para escribir mi tesis de doctorado. Pero, antes de contar cómo me ocupé de eso, quiero dar un breve rodeo. Cuando inicié mis estudios en filosofía las discusiones giraban en torno a lo que los filósofos del canon europeo formulaban como respuesta a las preguntas que su época les planteaba. Las fascinantes páginas de los Diálogos de Platón o los aforismos de Heráclito eran nuestros temas de discusión, comentarista tras comentarista, íbamos persiguiendo alguna verdad en ese discurso y, atendiendo a sus particularidades, elucubrábamos hipótesis sobre el sentido de sus formulaciones y la rigurosidad de sus argumentos. Estudié en la Facultad de Filosofía de la Universidad Santo Tomás en donde, a mediados de los años 70, un grupo profesores sacudió la doctrina de esa forma de enseñanza y, en lugar de ocuparse de manera exclusiva de las interpretaciones de los autores europeos hombres, decidió sacudir el molde y preguntarse por la existencia de la filosofía latinoamericana. Fue en ese camino en el que aprendí que la filosofía tiene expresiones locales que se ocupan de los interrogantes que el presente le demanda, el imperialismo, la liberación, la autenticidad, y otros temas, pasaron a ocupar una agenda de investigación marcada por la fenomenología y la hermenéutica. En la Santo Tomás también conocí a Santiago Castro-Gómez quien me enseñó a indisciplinar la filosofía a través de las preguntas por el presente y a interrogarlas con el hacer del genealogista. Esa forma de comprender la filosofía también fue delineando mis posturas políticas y militar en algunos colectivos de izquierda fue determinante para escribir: Producir la guerra, acumular la tierra. Neoliberalismo y necropolítica en Colombia mi tesis de Doctorado recientemente sustentada en la Universidad de los Andes. Sea esta la oportunidad para agradecerle a Carlos Manrique y Alhena Caicedo su dedicación en la dirección de la misma y a Julio Arias y Juan Ricardo Aparicio por ser lectores generosos y críticos.
Más que un texto acabado el trabajo pretende abrir una senda de investigación que se circunscribe en torno a una lección metodológica, que para asumir una actitud crítica es preciso: “desubjetivar la cuestión filosófica a través del contenido histórico, así como interrogar el contenido histórico acerca de sus efectos de poder” (Foucault, 2007, p. 22). Incorporando esa precisión el trabajo intenta conjugar las ricas reflexiones elaboradas por la literatura de las ciencias sociales en Colombia con las discusiones de la filosofía política contemporánea. De esta manera, cruzo discusiones tan diferentes como las Gutierrez Sanín, Alejandro Reyes, Catherine LeGrand, Orlando Fals Borda con discusiones hechas por Marx, David Harvey, Achille Mbembe, Rita Segato y Sayak Valencia.
Mi tesis principal consiste en pensar el neoliberalismo como una práctica de gobierno que está ordenada por una racionalidad de acumulación desmedida, por una especie de deseo que ordena el mundo del capital en torno a un impulso que va en contravía de la finitud misma de la vida.
Dicha contradicción se expresa de formas crueles (necropolíticas) en los contextos del sur global en donde la vida es reducida a un objeto intercambiable dentro del impulso voraz de la acumulación. Así, ecosistemas enteros son arrasados por proyectos de minería a cielo abierto, grupos armados ocupan y confinan territorios enteros para controlar las rentas de las economías ilegalizadas, proyectos agroindustriales de gran escala reemplazan las redes de vida por un paisaje cuya imagen es la rentabilidad; en ese panorama es que tiene sentido la expresión producir la guerra, acumular la tierra.
No es que la guerra se produzca para acumular tierras, como bien lo ha señalado Diana Ojeda, sino que en el marco de la producción de la guerra la economía política del capital canaliza la negación del otro en una separación que está ordenada por el impulso rector de la acumulación. Para pensar este problema acudo a las reflexiones que Marx elabora en El capital, tratando de pensar que la acumulación no es solo una suma de puntos en el espacio, sino que, fundamentalmente, es la concreción de una separación en el mundo material de dos tipos de sujetos: quienes pueden reproducir su vida por sus propios medios y aquellos que, subordinados por los primeros, están profundamente limitados en la reproducción de su vida a través de mecanismos de coerción materiales. Si pensamos la acumulación como la concreción de esa separación, entonces, esta entraña una contradicción: la de apelar a una suma infinita en medio de un mundo finito. La guerra opera como la exacerbación de esa contradicción, en la medida que produce espacios ocupados que intensifican la separación.
Para nadie es un secreto que si uno cruza los mapas de la guerra en Colombia con los de la tierra acumulada las coincidencias resultan desgarradoras.
De esta manera propongo hacer una lectura del problema de la acumulación de la mano del problema de la guerra como conceptos que ayudan a entender lo que están en juego en las dinámicas del despojo y en la configuración de los espacios que el capital demanda como suyos.
Un segundo conjunto de problemas que aborda la tesis tiene que ver con tratar de pensar ¿qué es precisamente lo que la permite a este par guerra/acumulación perpetuarse en el tiempo? Una de las respuestas que se han elaborado desde las ciencias sociales en Colombia apunta a señalar que es la “ausencia” del Estado en diferentes espacios del territorio nacional la que ha posibilitado la concentración de la tierra y la proliferación de la guerra. Sin embargo, siguiendo la pista de los trabajos de Fernán González, la tesis asume que en lugar de una “ausencia” del Estado lo que ha existido es una presencia diferenciada en espacio y tiempo, caracterizada por la consolidación de un poder regional que habría que pensar en sus particularidades. Con esta lección en mano habría que pensar el Estado no como un movilizador que irradia desde el centro un orden, sino que se configura socioespacialmente en intensidades y modulaciones distintas de acuerdo con el conjunto de relaciones sociales que se despliegan en cada territorio.
La guerra no se produce, exclusivamente, por la ausencia de las instituciones, por el contrario, la guerra es productora de espacios ocupados para favorecer modelos en los que la renta de la tierra es hegemónica. La narrativa sobre la ausencia del Estado permitió que actores armados como las Autodefensas Unidas de Colombia construyeran un relato sobre la necesidad de la seguridad como condición para el desarrollo de un proyecto de nación del que luego emergieron grandes complejos agroindustriales en donde el trabajo y las redes de vida fueron subsumidas por la lógica de una porción del capital rentista.
En este punto vale la pena destacar las críticas que diferentes teóricos de la colonialidad del poder han elaborado al pensar el Estado como un producto euromoderno que se mueve con una lógica de distribución que irradia desde el centro hacia afuera su poder y que ha facilitado que la narrativa de la constitución del Estado provenga de un centro ilustrado y racional.
De esta manera, pienso la acumulación como un fenómeno complejo que debería analizarse en sus particularidades históricas. En el tercer capítulo introduzco el concepto de ocupación del filósofo camerunés Achille Mbembe para pensar el caso específico de los Llanos Orientales, tratando de señalar cómo en la historia reciente de los llanos han existido de facto un gobierno privado indirecto, en el que diferentes actores armados han propiciado una cierta forma de ordenamiento territorial. Aunque la historia de los Llanos es muy extensa, detallo como el proceso de acumulación de tierras ha sufrido tres ocupaciones. Una primera ocupación colonial, encarnada en el modelo de la hacienda jesuita que tiene como principal actor el desarrollo de la ganadería. Una segunda ocupación armada que tiene dos expresiones, la intromisión de las insurgencias en la economía política del narcotráfico y una disputa por la consolidación de latifundios y el lavado de activos que se desplegó tras la conformación del Bloque Centauros de las Autodefensas Unidas de Colombia y su disputa con las Autodefensas de Casanare y Vichada, en esta dinámica tuvo lugar el despliegue de una necropolítica que convirtió la vida de miles de víctimas en un instrumento para los fines de una guerra que benefició la consolidación del gran propiedad de la tierra. Y, finalmente, una ocupación neoliberal, desplegada por el desarrollo de la Ley ZIDRES y del Plan Renacer la Orinoquia. Todas estas formas de ocupación tienen como eje la transformación de las redes de vida que habitaban el territorio en objetos productores de renta.
En el cuarto capítulo me ocupo de pensar cómo diferentes lecturas sobre el problema del neoliberalismo han perdido de vista esta dinámica necropolítica que tiene unas profundas repercusiones a nivel geopolítico y que deberían hacer parte del repertorio de análisis político y académico. Siguiendo la línea de Dardot y Laval, asumo que el neoliberalismo es una opción por la guerra civil que emprenden poderes oligárquicos sobre las poblaciones, una guerra que abre frentes en todos los niveles y que está profundamente imbricada en las relaciones que desplegamos con el mundo de deseos que se repite en las pantallas digitales. En ningún momento se trata de pensar el neoliberalismo como una cosa que se puede denunciar y ya, poder decir somos antineoliberales no tiene ningún sentido, si no logramos desentrañar esa lógica desde dentro en nuestras relaciones, posar de anti es solo una forma de creerse un crítico del capitalismo, como les pasa hoy a muchos militantes de Instagram. Creo, por el contrario, que se trata entender la forma en la que este se despliega y repliega incluso en las contradicciones que terminan por pesarnos en la cotidianidad. Finalmente, como lo he aprendido en espacios de militancia como REC y Fuerza Común producir teoría crítica no tiene otro horizonte distinto a poder encontrar vías para una emancipación que, contra el deseo de la acumulación, ponga en el centro la vida; que, ante la vorágine del despojo pueda repotenciar las redes de vida que emanan de la imbricación entre humanos y no humanos; que, ante el deseo individualizado y egoísta, se permita imaginar otras formas de relación que no estén mediadas por la renta. Apuesto por la filosofía como una forma de asumir una actitud crítica contra el cinismo ideológico de nuestro tiempo.
Finalmente, sea esta la oportunidad para destacar la gran potencia del pensamiento crítico en Colombia que, como dice mi amigo Carlos Arturo López es de una riqueza impresionante. La rigurosidad de los historiadores, el compromiso de los antropólogos, el trabajo minucioso de los sociólogos para entender lo que nos pasa es la muestra de una voluntad que se opone a que la guerra sea la única opción para habitar este espacio que compartimos. Creo que cada letra que se ocupa de pensarnos el presente es una forma de resistirle a esa guerra que el poder oligárquico ha configurado como horizonte de sentido, y aunque suene ingenuo, escribir es una forma de dar la batalla para que el futuro deje de estar hegemonizado por aquellos que, cual rentistas sin alma, quieren ganar todas las batallas sin poner el cuerpo en barro de la vida diaria.
Damian Pachon Soto
Profesor titular de la Universidad Industrial de Santander y Visitante Asociado del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kobe (Japón). Doctor en Filosofía y miembro de la Sociedad Colombiana de Filosofía. Convencido de que la filosofía contribuye a la cualificación de la democracia mediante la crítica y la cualificación de la discusión pública.
Autor de los libros “Herencias coloniales de larga duración y decolonialidad” (Universidad Industrial de Santander, 2025), “La modernidad filosófica española y su influencia en la filosofía latinoamericana” (Kobe City University of Foreign Studies (2024), “Estudios sobre el pensamiento colombiano, volúmenes I y II (Bogotá, ediciones Desde abajo 2011, 2020), “Espacios afectivos. Instituciones, conflicto, emancipación” (en coautoría con Laura Quintana, Barcelona, Herder, 2023), “Política para profanos” (Universidad Industrial de Santander, 2022), “El imperio humano sobre el universo. La filosofía de Francis Bacon” (Bogotá, 2019), entre otros. Colaborador habitual de Le Monde Diplomatique (Colombia) y de Filosofía&Co (España y América Latina)
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