Plétora

Publicado el Diana Patricia Pinto

¡Tapé un hueco en esta calle!

Hace unos días vi en mi feed de Facebook un meme que quiero compartir con ustedes. Al verlo, no pude evitar reírme, ya que refleja de manera divertida la realidad de algunos gobiernos actuales, ya sean distritales, departamentales o nacionales. La imagen me llevó inmediatamente a pensar en Cartagena de Indias y su alcalde William Dau.

La alcaldía de Cartagena se asemeja a un programa de telerrealidad estilo «Keeping Up with the Kardashians», pero transmitido a través de las redes sociales, en especial Facebook e Instagram.

El guion del show de la alcaldía es sencillo y poco creativo, de hecho, es un tanto cliché:

Una ciudad llena de injusticia y pobreza debido a políticos perversos que actúan como vampiros, chupando el dinero de la ciudad hasta dejar las arcas públicas secas, mientras la ciudad se desmorona y el caos reina. Entra en escena el período electoral y los ciudadanos desean deshacerse de la plaga de vampiros corruptos, cuando aparece un desconocido que vivía en el extranjero y que, a través de Facebook, denuncia de manera sensacionalista y exagerada los actos de corrupción que ocurren en la ciudad.

El nuevo candidato (un verdadero “outsider”) se comunica con el pueblo en su jerga, utilizando palabras populares, despreciando a los políticos corruptos y a los candidatos con insultos callejeros y chistosos. Este candidato nuevo sube a una tarima para bailar champeta, se toma unas cervezas con la gente del barrio y lo único que propone y promete a todo pulmón es que acabará con la corrupción y expulsará a los corruptos del poder, ya que eso es todo lo que Cartagena necesita para salir adelante. El nuevo candidato se convierte en el mesías del futuro, la gente vota masivamente por él y gana la alcaldía. Es aquí donde comienza el programa de telerrealidad, que se emite en pequeñas dosis diarias a través de las redes sociales.

El alcalde mesías necesita villanos para su espectáculo de salvar a la ciudad. Por lo tanto, durante los dos años y diez meses que lleva en el cargo, ha publicado en redes sociales todo tipo de dramas políticos: es el rey del drama. Ha compartido chismes, intrigas, denuncias de conspiraciones, peleas con toda clase de personas, insultos a la gente común, incluyendo a cualquiera que cuestione o critique su gestión. Para él, cualquier crítica a su desempeño es un ataque de los corruptos destinado a perjudicarlo, un plan malévolo para socavar su gobierno y arrebatarle el poder. También ha compartido burlas, retractaciones obligatorias, denuncias sin pruebas, incluso ha llegado a pedir perdón y llorar en público.

Sin embargo, para que un show tenga éxito, se necesita algo más que drama. Por eso, el alcalde no solo es un experto en generar controversias, sino que también es un humorista y un bailarín “consumado”. Ha demostrado sus habilidades de baile en todos los escenarios posibles, con presentaciones “inolvidables”. El año pasado, cuando la ciudad estaba en medio de una serie de protestas intensas que la mantenían paralizada, el alcalde publicó un video bailando para promocionar su cuenta de Tik Tok.

Recientemente, después de un fuerte aguacero que causó inundaciones graves en varios barrios de la ciudad, el alcalde de Cartagena publicó un video en el que se burlaba de un concejal, haciendo muecas y gestos cómicos. Aunque algunos de sus seguidores disfrutaron del video, muchos ciudadanos consideraron que era una falta de respeto hacia los afectados por la emergencia, y lo criticaron por su comportamiento poco apropiado.

El asunto es que el único protagonista del show de la alcaldía no es el alcalde, sino la ciudad que actúa como escenario y protagonista. En dos años, Cartagena de Indias se ha convertido en muchas cosas: desde un burdel a cielo abierto con buen posicionamiento de mercado, hasta muchos barrios que parecen una versión miniatura de Somalia o Etiopía debido a su pobreza extrema, inseguridad alimentaria y violencia desmesurada y en crecimiento. Incluso parece una precuela tropical de La Purga.

Sin embargo, nada de esto parece importar al alcalde, quien ha afirmado en un reciente video que «todas las ciudades tienen problemas». Además, para demostrar que en Cartagena todo funciona de maravilla y que su gestión es la mejor de las últimas décadas, el Distrito publica en las redes sociales cada acción de sus funcionarios como si fuera algo excepcional.

En Cartagena de Indias, si colocan un bombillo lo publican en redes sociales como si fuera la mejor gestión de todos los tiempos. El pasado 25 de agosto algo similar ocurrió: en la Urbanización India Catalina intervinieron 252 luminarias, ya sea porque estaban dañadas o faltantes. Esto fue publicado en Facebook como el acontecimiento del año. El encabezado de la publicación comienza así: «¡Llegó la luz en la India!». Además, se realizó una inauguración del alumbrado público y hay fotos y videos donde el alcalde, el secretario general y otras personas saltan y gritan de alegría cuando se enciende la luz del primer poste.

No es nada extraordinario ni la gestión más asombrosa del año lograr que el alumbrado público de una urbanización funcione. Eso no es gestión, eso es una obligación. El alumbrado público de esa urbanización y del resto de Cartagena siempre debe existir y funcionar. Es vergonzoso mostrar que después de dos años y medio, el alcalde «logró» poner 252 luces en el alumbrado público de una urbanización de la ciudad. ¿Qué le impidió reparar el alumbrado público de esa urbanización antes? ¿Los vampiros corruptos? ¿Sus detractores que no lo dejan trabajar? El deber ser no debería ser convertido en hazañas asombrosas dignas de magnificar.

Y así ocurre con todo, si reparan un hueco con cemento, entonces la alcaldía lo inaugura como «la vía recién pavimentada», aunque el cemento utilizado para tapar el hueco se caiga a los cinco días. Pero la alcaldía no va a publicar en sus redes sociales una foto del hueco reapareciendo a los pocos días.

Esto está ocurriendo con todas las vías llenas de huecos que reparan chambonamente, y a los pocos días vuelven a estar igual o peor. Sucede también con las alcantarillas sin tapas, en las que varios turistas han caído este año. Hace dos meses, un turista se cayó dentro de una alcantarilla frente a la alcaldía.

Hace cinco días llovió muy fuerte en Cartagena y la gente publicó varios videos en redes sociales en los que se ve cómo una cancha del distrito se inunda mientras unas niñas juegan un partido de voleibol. El techo parecía un colador y daba lo mismo jugar al aire libre como dentro del escenario deportivo, porque la lluvia caía igual.

Estoy casi segura de que, dentro de un mes, el alcalde publicará un video en el que se mostrará cómo repara las goteras de ese escenario deportivo, quizás él mismo subido al techo con un casco puesto tapando los agujeros, o, si el presupuesto alcanza, cambiando las láminas de zinc.

Cartagena de Indias se ha convertido en un burdo y triste reality show que estrena capítulos todos los días en Facebook, en busca de obtener «likes» al mejor postor.

No nos extrañe que uno de estos días el alcalde publique un video diciendo: «¡Alégrense todos porque hoy vengo a trabajar!», acompañado de varias fotos de él sentado frente a su escritorio lleno de papeles y unos diez gatos aplaudiendo eufóricamente porque el alcalde está en su despacho.

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