¿Tiene la vida humana algún sentido frente a la inmensidad del tiempo? Esta es una pregunta que me he hecho muchas veces, y viene a mi cuando leo a filósofos como Byung Chul Han. Él dice sobre eso que “Frente a la infinitud del tiempo, la breve vida humana es una nada”. ¿Somos realmente tan insignificantes como parece? ¿O somos capaces de encontrar un valor a nuestra existencia?

Hay una perspectiva fascinante y que comparto plenamente, es la de Albert Camus, que plantea el problema del absurdo de la vida. Según Camus, el ser humano busca un sentido y una coherencia en el mundo, pero, cuando lo intenta hacer se encuentra con que este es irracional y caótico. Ante esta situación, tenemos tres opciones: el suicidio, la fe o el rebelarse. El suicidio es la negación de la vida, la fe es la ilusión de que tenemos un sentido trascendente, y el rebelarse es la afirmación de la vida a pesar de su absurdo. Camus opta por la última opción, y, en resumen, nos propone vivir este absurdo con pasión, con libertad y con solidaridad.

Otra visión que me ha llevado a cuestionarme es la de Viktor Frankl, él vivió el horror de los campos de concentración nazis, por lo que su visión sobre nuestra existencia y fugacidad es muy interesante. Frankl sostiene que el ser humano puede encontrar un sentido en la vida a través de tres caminos: la obra, el amor y el sufrimiento. La obra consiste en la realización de un proyecto o una tarea que nos haga sentir útiles y creativos. El amor es la entrega a otra persona o a una causa que nos haga sentir parte de algo más grande que nosotros mismos. El sufrimiento es la oportunidad de crecer y de transformar el dolor en un acto de dignidad, compasión y de esperanza.

Por otra parte, José Luis Sampedro, nos invita a vivir con alegría y con conciencia. Para Sampedro la vida humana es un regalo maravilloso, pero también una responsabilidad. Somos parte de un todo interconectado, si se le quita un sentido religioso Sampedro tiene razón, estamos interconectados con todo y tenemos que cuidar de nosotros mismos, de los demás y del planeta. Sampedro nos invita a disfrutar de las pequeñas cosas, a ser curiosos y a no perder el asombro, y también a no dejarnos llevar por el consumismo y la alienación.

Contemplar la maravillosa complejidad de la existencia humana en el infinito escenario del tiempo me lleva a crear, me imagino el universo como una asombrosa sinfonía y nosotros somos una nota musical en este inmenso cosmos, Arvo Pärt un compositor estonio ve el universo y la vida así, agregando que esta sinfonía universal está hecha también de luz y color.

Como Carl Sagan dijo, estamos hechos de “polvo de estrellas”, somos moléculas que han viajado a través del espacio y el tiempo para por azar encontrarse, formando esta existencia única y fugaz. Somos manifestaciones temporales de una historia cósmica, es como una danza efímera entre átomos que ha perdurado miles de millones de años.
La vida, en su esencia, es un complejo equilibrio entre el nacimiento y la muerte, estamos entre la incertidumbre y la certeza de nuestra fugacidad.

En este lienzo temporal, cada uno de nosotros es un punto minúsculo, quizás, si tenemos suerte, un destello de luz ínfimo, ni siquiera somos un parpadeo, porque en un parpadeo universal podría ocurrir todo un siglo. Somos notas fugaces que contribuyen a la grandiosa sinfonía del universo.

Aunque nuestra existencia pueda parecer insignificante en comparación con la eternidad del tiempo, cada vida humana tiene un valor intrínseco que no puede ser medido en términos temporales. Pero, a pesar de lo anterior, la vida humana, por más significativa que parezca para nosotros como individuos, es efímera y fugaz.

Como seres conscientes, tenemos el privilegio de contemplar el universo y podemos cuestionarnos sobre nuestro lugar en él. ¿Qué significado le otorgamos a nuestra breve estancia aquí? ¿Cómo vivimos nuestras vidas en este efímero parpadeo temporal? ¿Cómo deberíamos vivirlas? Las respuestas son inciertas y complejas, pero es, precisamente, en la búsqueda de respuestas y en la exploración de lo desconocido, cuando encontramos una conexión profunda con el cosmos, o por lo menos eso me sucede a mí.

Al final, como estrellas fugaces en el firmamento, cada uno de nosotros brilla con una luz única y particular, dentro de esos efímeros momentos de nuestra existencia, Eduardo Galeano tiene un cuento sobre esto. A través de nuestras decisiones, experiencias, amores y desafíos, quizás podríamos dejar un acorde en la sinfonía del tiempo. La vida, en su fragilidad y en su grandeza, nos recuerda la fortuna y belleza de existir en este infinito, eterno e insondable universo.

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