Con el repunte de casos de COVID-19, resurgen en redes los vídeos y contenidos que afirman que la pandemia es una conspiración para dominar el mundo. Recientemente vi en Facebook la imagen de una pirámide de niveles de conspiraciones, dividida en colores. Esta imagen clasifica a las personas según las conspiraciones en las que creen. Aunque se comparte como un meme, en realidad es una invitación a reflexionar.

Personalmente, me cuesta mucho creer en la existencia de conspiraciones mundiales destinadas a manipular a toda la humanidad. La idea de un grupo de personas poderosas que controlan a la población mundial y generan estrategias macabras para lograrlo me parece demasiado descabellada. Por naturaleza, soy muy escéptica y me resulta difícil aceptar que esto sea real.

Curiosamente, esta es la trama principal de Sailor Moon, un anime de los años 90. En la serie, un grupo de niñas y mujeres interplanetarias, que son deidades con un gran poder, buscan individualmente controlar a la humanidad para robarles su energía vital, ya que esta les otorga un gran poder. Junto con su grupo de demonios, crean planes para apoderarse de las mentes y emociones de los humanos, y así quitarles su energía vital, hasta convertirlos en entes sin vida o incluso matarlos. Para ello, utilizan estrategias como grupos musicales masculinos similares al K-Pop actual, que enloquecen a las jóvenes y las emboban hasta robarles toda su energía. También crean programas de televisión tipo reality show que mantienen a las personas pegadas al televisor, haciéndolas perder autonomía, capacidad de pensamiento y energía vital.

Las Sailor Scout, lideradas por Sailor Moon, existen para evitar esto y destruir a este grupo de deidades malignas, impidiendo que roben la energía vital de los humanos. Esta es la trama básica de Sailor Moon, un anime que, creo, fue pionero en abordar temporada a temporada todo tipo de conspiraciones mundiales, interplanetarias y universales en una serie infantil.

Por eso, cuando veo en internet y redes sociales contenido sobre conspiraciones mundiales, mi mente recuerda con gracia algún capítulo de Sailor Moon. Y es que, sobra decirlo, desde niña adoro a Sailor Moon.

Sinceramente, creo que un gran porcentaje de las supuestas conspiraciones mundiales que circulan son simplemente ficción. Una forma que tenemos los humanos de explicar actos de crueldad, corrupción, crimen y otros delitos que cometemos nosotros mismos.

Nos encanta explicar lo que nos ocurre con la narrativa de ficción de que hay entidades y personas suprapoderosas que dominan y determinan el destino del mundo. En el cristianismo los llaman anticristos. Así como inventamos dioses para explicar de manera sobrenatural los hechos de la vida, también imaginamos una pandilla de poderosos culpables de todo.

Si bien dudar de todo es un principio básico de la ciencia, y no podemos creer ciegamente en ninguna versión que nos cuentan de la realidad, especialmente cuando proviene del orden establecido, tampoco podemos creer en explicaciones alternativas carentes de coherencia y hundidas en la ficción.

¿Por qué algunas personas se sienten atraídas por estas narrativas de conspiración? Existen varias explicaciones interesantes que merecen ser abordadas.

Michael Barkun, profesor estadounidense que ha estudiado la existencia de las conspiraciones y por qué la gente cada día cree más en ellas, explica que una de las razones por las que la gente cree en las conspiraciones es por algo que se denomina la “necesidad de diferenciación”. Consiste en esa necesidad de las personas de sentirse especiales o distintas, y creer en teorías conspirativas les proporciona una sensación de exclusividad y poder. Se sienten personas “despiertas” que son capaces de ver una verdad oculta que muchos no tienen la capacidad de ver.

Para Barkun, este sentimiento de diferenciación ayuda a las personas a crear una identidad alternativa. Así, muchos dejan de sentirse como empleados de oficina aburridos y comunes, y comienzan a percibirse como personas especiales, llenas de luz y sabiduría, se autodenominan despiertos, creen que ven el mundo desde el prisma de la verdad. La creencia en conspiraciones se convierte para ellos en una forma de distinguirse de la mayoría y sentirse parte de un grupo selecto. Sienten que están desafiando el status quo y formando parte de una comunidad de “despiertos”.

Barkun plantea no utilizar el término “teorías conspirativas” y hablar, en cambio, de “creencias conspirativas”, ya que a través de este cúmulo de creencias las personas asumen el conspiracionismo como su identidad o una parte importante de ella. La cosmovisión de estas personas se basa en muchas creencias conspirativas que les ayudan a encontrar un lugar en el mundo. Es una forma de entender la realidad centrada en la existencia de conspiraciones ocultas.

Según Barkun, el uso del término “teoría conspirativa” a menudo es despectivo, y logra desacreditar ideas y creencias alternativas que explican los sucesos de formas menos apegadas a la evidencia y más cercanas a la creencia. Y eso es cierto. Durante un tiempo, yo misma, al pensar en el concepto de teorías conspirativas, me elevaba a una posición de superioridad mental frente a aquellos que creen en ellas, sintiendo que los conspiracionistas eran personas con poca inteligencia, dicho en un tono amable. Esto puede llevar a un proceso de estigmatización, donde se clasifica como inferiores a las personas que creen en conspiraciones, considerándolas automáticamente como irracionales. Y ciertamente siento vergüenza por haber estigmatizado inconscientemente a las personas con creencias conspirativas. Sin embargo, es importante tener presente que una fuerte tendencia a creer en conspiraciones puede ser peligroso tanto para el individuo como para las personas que lo rodean.

Otra visión interesante es la de dos sesgos cognitivos que favorecen las creencias conspirativas. El primero es la Detección de Agencia Hipersensible, en términos muy sencillos consiste en atribuir intencionalidad a los sucesos cuando en realidad no la hay. Las personas creen que algunos sucesos de su vida son causados por otros (seres o agentes) de manera intencional. Por ejemplo, si en la noche alguien con este sesgo escucha un ruido, puede pensar que es un espanto en lugar de la casa que se está asentando o cualquier otra explicación racional que no implique un ser que tiene una intención.

Según Justin Barrett, el psicólogo que desarrolló este concepto, los humanos atribuimos intenciones a situaciones que son ambiguas, confusas, difíciles o amenazantes. Dentro del contexto de las creencias conspirativas, este sesgo provoca que las personas crean que sucesos complejos o de difícil explicación son el resultado de fuerzas ocultas o conspiraciones creadas intencionalmente por individuos.

El segundo sesgo cognitivo es el pensamiento teleológico, que es la creencia de que los acontecimientos ocurren por un propósito, razón o finalidad. El concepto de teleología surge de Aristóteles y Platón. Aristóteles destacó de manera especial su concepto de “causa final” (teleología) en su teoría de las “cuatro causas”. Luego, Platón planteó que existe un propósito tanto en la naturaleza humana como en la que no es humana. Pero, fue el filósofo Christian von Wolff quien acuñó el término teleología.

Dentro de la vida cotidiana, el pensamiento teleológico es la creencia de que todo nos sucede por una razón, nada es al azar. Por ejemplo, cuando alguien termina una relación amorosa o pierde su trabajo, creen que esto ocurrió con el propósito de que va a llegar algo mejor: se fue tu pareja porque vas a encontrar el amor de tu vida, pierdes tu trabajo porque te está esperando una nueva oportunidad mucho mejor. Creer en esto puede generar tranquilidad y esperanza, y los humanos tendemos a buscar este tipo de consuelo en momentos difíciles.

La combinación de estos dos sesgos, creer que lo que ocurre es causado y planeado por otro y que además todo ocurre para cumplir un propósito fortalece y favorece las creencias conspirativas.

En su libro “The Paranoid Style in American Politics”, Richard Hofstadter aborda el tema de las conspiraciones y plantea  que la desconfianza en el gobierno, los medios de comunicación tradicionales y las élites es un factor que ha fortalecido y fomentado las creencias conspirativas. Las personas, en general, sienten que se les oculta información, que lo que se les cuenta a diario está tergiversado y que las narrativas se acomodan a la realidad que quiere “vender” el grupo de poder de turno. Al percibir que la información oficial no es confiable ni veraz, y que está adaptada a los intereses particulares de unos pocos poderosos, las personas buscan explicaciones y respuestas alternativas, llegando incluso a construir ficciones para explicar los acontecimientos.

Por otro lado, muchas personas buscan explicaciones simples ante sucesos que les preocupan. Las teorías de la conspiración ofrecen explicaciones sencillas para sucesos complejos (por ejemplo, la pandemia), lo que resulta atractivo para quienes que tienen dificultades para aceptar la complejidad de la realidad. Estas teorías proporcionan una sensación de control y comprensión en un mundo que a menudo se siente caótico e incierto.

Un ejemplo de esto es la negación del cambio climático. Las teorías conspirativas afirman que el cambio climático no es real y que la evidencia científica que lo respalda es fabricada, un montaje, un engaño creado por científicos, gobiernos o élites poderosas para promover agendas políticas o económicas. Es mucho más fácil creer esto, buscar villanos a los que culpar por los problemas ambientales, que aceptar y entender científicamente que el cambio climático existe por la contaminación que nuestro modo de vida causa en el planeta. Es más sencillo ignorar las décadas de investigación que demuestran el calentamiento global causado por la actividad humana ¿Por qué es más sencillo? Porque entender el cambio climático requiere estudiar diferentes áreas de la ciencia, hacer que las neuronas trabajen, y siempre ha sido más fácil creer que comprender.

Un libro interesante que aborda la “necesidad de una explicación más simple” es “Voodoo Histories” de David Aaronovitch, que recomiendo.

Personalmente, no creo en un destino escrito e inexorable que guía la vida de los humanos, ni en una pandilla de poderosos que guían el destino de la humanidad a través de sus deseos y caprichos. Porque si creyera en lo anterior, también tendría que creer que existe Sailor Moon o un grupo de salvadores de la humanidad que tratan de salvar al mundo de las conspiraciones. Al final, la narrativa de las conspiraciones se reduce a un grupo de villanos con poder que busca controlar a la humanidad, y todo villano tiene su contraparte, su héroe salvador. Al final, todo se reduce a una visión antagonista de la vida.

Para mí, es crucial mantener una mente abierta pero escéptica, despojándome o intentando despojarme de estigmatizar a aquellos que creen en estas explicaciones alternativas de la vida. Como dice una frase que me encanta: “abre tu mente, que tu cerebro no va a salir volando”. Siempre hay que escuchar y estudiar todas esas explicaciones alternativas sobre los sucesos de la vida, aunque suenen inverosímiles.

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