Volví a leer mi post anterior sobre las conspiraciones y me di cuenta de que escribí algunas partes desde un pedestal, como si los motivos por los cuales una persona puede creer en conspiraciones no me afectaran, como si no fueran parte de la realidad humana, como si fueran algún “padecimiento” que “sufren” otros y yo no. Ese post lo escribí encerrada en una burbuja de superioridad.

En el post anterior menciono que existen dos sesgos cognitivos que, según los estudiosos del tema, pueden hacer que una persona sea propensa a creer en conspiraciones. Cuando escribí sobre estos dos sesgos no me incluí, negándolos en mí, porque inconscientemente los asumí como un padecimiento de salud mental y no como una realidad de nuestra humanidad. Así somos todos los humanos. Así somos todos los humanos, uno menos que otros, no, no es correcta esa expresión anterior, no es “unos menos que otros”, es que cada uno, desde su perspectiva y experiencia de vida, asume ver las situaciones desde el ángulo de esos dos sesgos.

El primer sesgo que menciono en el post anterior es la “Detección de Agente Hipersensible”, que consiste en pensar que los hechos que nos suceden ocurren porque alguien con intención hizo que eso pasara. A ese “alguien” en psicología lo llaman “agente intencional”. Si somos honestos, si soy honesta, a lo largo de nuestra vida culpamos a muchos “agentes intencionales” por las cosas que nos ocurren. Y muchos de esos agentes intencionales sí tuvieron intención, pero otros no.

En algunos casos buscamos y nos autoconvencemos de que eso fue causado por otro, buscamos posibles responsables de nuestros errores, dificultades e incluso de hechos que ocurren por azar. Primero, para no asumir emocionalmente las consecuencias de nuestras decisiones; y segundo, para explicar el azar, otorgándole un “alguien” y un “por qué”.

Pienso que la diferencia, al relacionarlo con las creencias conspirativas, es que no solo se le atribuye un agente intencional a nuestras decisiones cotidianas de la vida, sino también a aquellos sucesos fuera de nuestro control, como la pandemia, el cambio climático o la economía. Se cree entonces que existen agentes intencionales que llevan una agenda secreta para controlar a la humanidad. Y, sinceramente, creo que sí, que existen agendas paralelas para influenciar a las personas frente a diversos temas, para vender narrativas mezquinas y para que compremos tonterías.

Yo no soy ajena a este sesgo; creo que nadie lo es. Desde culpar o responsabilizar a seres y conceptos abstractos e intangibles como el destino, energías negativas, Dios, malas vibraciones, hasta un compañero de trabajo lambón y cizañero, un “amigo” envidioso o nuestros padres. ¿Cuántos agentes intencionales hemos tenido a lo largo de nuestra vida? ¿Cuántos agentes intencionales vamos a tener? ¿Cuántos son reales y cuántos los creamos para evitar asumir las consecuencias de nuestras decisiones?

Estos agentes intencionales los creamos tanto para lo positivo como para lo negativo. Por ejemplo, a veces no somos capaces de reconocer nuestras propias y pequeñas victorias de vida, preferimos creer que esos logros sucedieron por la ayuda de otros y nos quitamos nuestro mérito.

El segundo sesgo es el pensamiento teleológico, cuando uno cree que todo ocurre porque existe un propósito superior a uno mismo, porque hay una finalidad mayor. Muchas veces, dentro de nuestra cotidianidad y visión espiritual de la vida, lo llamamos destino, escrito por seres superiores. Yo alguna vez creí en el destino, pero hace mucho tiempo que salió de mi grupo de creencias.

La diferencia con los conspiracionistas, creo, consiste en que encuentran finalidades y propósitos frente a los acontecimientos de la humanidad. La pandemia se creó para imponer un nuevo orden mundial, el reggaetón existe porque quieren volver bruta a la población.

Lo cierto es que todos hemos tenido pensamientos teleológicos, y preferimos pensar que lo que nos sucede se debe a un objetivo superior.

Escribí el anterior post desde el pedestal de la soberbia, negando mi humanidad. De un modo u otro, yo también tengo creencias conspirativas. Finalizo con esta frase de Alexandra Katehakis: “La creencia es como una lente a través de la cual vemos el mundo. A veces, cambiar esa lente puede cambiar nuestra realidad”.

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