Petro sueña con una constitución escrita en la calle
De pronto, como por arte de magia, sin una explicación clara de por qué, apareció la Constitución como la gran responsable de la situación del país. Digámoslo claramente, a Petro no le interesa una nueva Constitución, sino tener un pretexto para, como condición de supervivencia, seguir movilizando a su electorado militante Lo que le interesa, es responsabilizar a “los otros” a sus enemigos, de su inacción ejecutiva, pues, según él, estos – empresarios, políticos, paramilitares y ya entran hasta grupos desmovilizados – se oponen a todo cambio. Su propósito, distraer la atención de sus electores, para disimular, que el problema es el deplorable incumplimiento de sus promesas y compromisos electorales, en medio de una explosión continuada de propuestas y análisis presidenciales, condenados a ser flor de un día, pues con la velocidad con que los enuncia desaparecen; algunos son interesantes y necesarios. Definitivamente, con Petro son muchas las nueces y poca la almendra.
Lo que nadie le discute es su notable vocación de víctima. Insiste en que todo “es culpa del régimen político”. Claramente, en este caso, como suele suceder frecuentemente, la calentura no está en las sábanas. El otro argumento para la constituyente de marras es el de necesitar superar el bloqueo político de las oligarquías y los corruptos, a los cambios que el prometió, para abrir sin restricciones la puerta a la decisión popular directa, con lo cual quitaría de en medio, las normas propias de una sociedad organizada, que le estorban a su visión de mesías universal, empezando por el Congreso. Al calor de movilizaciones populares, Petro busca no solo proponer leyes que este debe estudiar y discutir, para finalmente aprobar o negar, sino que sea él y no el Poder Legislativo, de quien dependa su aprobación, al sostener que el Congreso, los congresistas son su enemigo y por extensión, del pueblo que lo votó, olvidando que el poder de los congresistas, sin excepción, tiene el mismo origen ciudadano que el suyo.
El sueño presidencial es decirle adiós a “la democracia burguesa” que conocemos, para sustituirla de facto por una nueva, que sería la verdadera, por directa y “popular”. Viejo discurso que históricamente ha sido el de los caudillos mesiánicos y carismáticos que han cabalgado al lomo del indispensable partido único. Surgen tanto de la extrema derecha, como Mussolini y de cierto modo Hitler, como de la extrema izquierda, con Stalin, Mao, Fidel Castro o Chávez. Petro, para que no quede duda de esto, en entrevista reciente dijo, con todo el desparpajo, que el proceso constituyente con el que sueña, “no es un problema de mayorías, es uno de fuerza popular”; un proceso constituyente soportado en las milicias de los sectores populares, transformadas espontáneamente en fuerza constituyente, con el ímpetu de un aluvión humano arrasador; cosa bien distinta, entre otras, a la acción coordinada de las vanguardias proletarias leninistas.
¿Y que busca Petro con todo esto? Darle un nuevo oxígeno a lo que ha venido haciendo, armado alboroto para distraer la atención de su incapacidad de ejecución a la par que mantener movilizada y esperanzada a su núcleo duro de militantes, a los cuales un discurso así, no los deja desfallecer y les da una manera de explicar los incumplimientos de sus promesas – no lo dejan, lo bloquean, se las niegan o embolatan… -. Por esa vía se consolida el relato justificativo de que no pudo, porque no lo dejaron. En Petro es fuerte su alma de mártir, al verse como el líder cercado por sus enemigos, en la línea de lo que vivieron Allende y Gaitán, referentes permanentes en sus discursos.
No está claro si Petro considera que el obstáculo es la Constitución en si o porque fue capturada por los malos de la película. Vale insistir, Petro con la actual constitución puede hacer lo que le ofreció a los ciudadanos y que estos le compraron. Es un compromiso incumplido que le está costando caro. Necesita un responsable y tira el anzuelo a ver si encuentra la víctima propiciatoria; hoy la constitución, mañana quien sabe y él, imperturbable en su papel de víctima, del mesías incomprendido y abandonado.