
No hay la menor duda, el confinamiento ha hecho que veamos la magnitud del trabajo doméstico y el esfuerzo que hay que hacer en el hogar para que la sociedad sea productiva.
Hombres y mujeres han descubierto durante el confinamiento lo difícil que es tener la casa en orden, preparar los alimentos y mantener constantemente entretenidos a los niños.
Y así como lo dice la abogada española Miriam González Durantez, cuidar de los pequeños, de los ancianos, tener casas higiénicas con comidas saludables no es un extra, es parte consustancial de lo que tenemos que solucionar para poder progresar como sociedad.
Según Naciones Unidas, las mujeres realizan 2,6 veces más trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que sus parejas masculinas.
Las mujeres dedican cuatro horas 24 minutos al día a tareas domésticas y de cuidado. Eso significa que dedican 1.428 horas por año al trabajo doméstico no remunerado.
En este sentido, ¿cuál es el desafío al que se enfrenta la sociedad?, cómo asignar un valor al trabajo doméstico?, ¿cómo reconocer el trabajo doméstico como parte de la cadena de productividad?, ¿cómo abordarlo de una manera que fomente y no obstaculice la productividad?
«Hasta ahora el Estado no se ha ocupado en absoluto de las tareas domésticas. Una opción, que ahora mismo parece radical, pero que merece consideración, es que el Estado subsidie esos costos. Al menos hasta cierto nivel para que las personas no tengan que preocuparse de un nivel básico de ayuda doméstica y de cuidado de los niños”, así lo propuso la abogada española Miriam González Durantez, durante un conversatorio impulsado por el Hay Festival.
Para la jurista, es inaceptable que se espere que las mujeres cubran las necesidades domésticas de la sociedad de forma gratuita. Del mismo modo que sería inaceptable que los hombres tuvieran que hacerlo de una manera gratuita.
Con los días, la sociedad se da cuenta de lo terrible que es el COVID-19, pero al menos esta tragedia debería utilizarse para construir una sociedad mejor, más justa. Una sociedad que funcione tanto para los hombres como para las mujeres.
La crisis del coronavirus ha actuado como una gran lupa haciéndonos ver cosas que estaban sucediendo ante nuestros propios ojos sin que nos diéramos por aludidos. “La vida que llevamos en el confinamiento la viven muchísimas mujeres en muchísimos países y no por un mes o por dos, sino por todas sus vidas, todos los días de su vida, desde que nacen hasta que mueren”, así concluye Durántez.
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