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El derecho a la Educación

 

Un reto fundamental en la gestión pública, privada y estatal en Colombia es pasar de los buenos propósitos a la ejecución. En el caso de la educación se trata de un derecho que todos aplaudimos pero que debe llegar al acceso y disfrute individual y colectivo de todos los colombianos. Se trata de efectivamente lograr que todos los niños alcancen, sin repetición y sin deserción, tres grados de preescolar y, al menos, once grados de una educación básica de calidad. Pero además que la sociedad proporcione una oportunidad real a todos de seguir a los niveles superiores que deseen. La velocidad del cambio tecnológico y la globalización propias del mundo moderno, exigen una preparación durante toda la vida.

Los derechos humanos han tenido varias etapas de formulación. La primera fue la que resultó de la Revolución francesa, en 1789. Su énfasis fue afirmar que todos nacemos libres e iguales en un contexto donde los nobles se creían merecedores de gobernar al país, primero por elección divina y a partir de Napoleón, por la fuerza de las armas. Son la base de los derechos políticos y civiles.

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Después de la segunda guerra, sus víctimas los países vencedores y vencidos acuerdan crear las Naciones Unidas para prevenir y superar las guerras posteriores. La Asamblea General en diciembre del año 1948, expide la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su base es la razón, la conciencia y el comportamiento fraternal (art. 1). Aquí nacen los Derechos Económicos, Sociales, culturales y ambientales (DESCA). La educación forma parte de ellos más allá de los derechos individuales políticos. Se definen en colectivo y crecen con el desarrollo de los países que se comprometen a no retroceder en sus logros. Su objetivo es “El pleno desarrollo de la personalidad humana… favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz (art. 26)

El cumplimiento pleno de este derecho como el de la personalidad humana, solo se logra en colectivo. (Ricoeur) El individuo se identifica, como persona en lo colectivo, debe ser reconocido como igual, como capaz y responsable de lograr e impulsar resultados para sí mismo y para todos. Por esto la educación no es solo la formación intelectual y la conciencia crítica sino también el desarrollo de las capacidades socioemocionales. Por su medio se aprende a identificar al otro como igual, a respetarlo, a identificar los conflictos y a superarlos por medio del diálogo.

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Como lo resalta Amartya Sen, nobel de economía, si no se logran los DESCA, no hay bienestar, no se consigue una sociedad con alta calidad de vida porque los derechos y las libertades que hacen posible son constitutivos del Desarrollo humano pleno entendido como la creciente ampliación de las libertades. El desarrollo de las naciones se hace para la gente. Pero al mismo tiempo la educación además es una libertad instrumental que se necesita para alcanzar otras libertades, como la salud, los servicios económicos, las oportunidades sociales y las libertades políticas. El desarrollo humano pleno se hace con y por la gente.

Por otra parte, la necesidad de elegir en el desarrollo de un país entre crecimiento económico y desarrollo social entendido como educación, salud y protección social es un falso dilema. Los casos de Japón, Corea del sur comparados con Colombia muestran que la inversión en lo social ha sido un eficiente motor en el desarrollo. Los análisis de Jones y Romer – Nobel de Economía de 2018, muestran que es la creación de ideas la que garantiza hoy el desarrollo competitivo de un país y que esta creación requiere como condición la existencia de educación de alta calidad. Desde la economía también trabajos de la Cepal y de académicos colombianos han demostrado dos hechos: a) si los jefes de hogar alcanzar 12 grados de educación disminuye en altísimo porcentaje la probabilidad de ser pobre; b) aún en los momentos de depresión económica la remuneración de las personas con educación superior es notablemente más alta que la de personas con sólo educación básica o media.

En Colombia, donde la inequidad ha sido el factor más difícil de disminuir, se ha desperdiciado el altísimo potencial que tiene la educación para superar las desventajas socioeconómicas, que se causen en las condiciones de nacimiento. Como lo ha demostrado Heckman premio nobel de economía, una educación de calidad puede compensar y superar las desventajas si es de buena calidad y se inicia a los tres años. En Colombia la atención institucional antes de los cuatro años es de menos del 20 % de los niños en 2017(DANE). Todavía estamos lejos iniciar a los tres años.

En el otro extremo de la educación media solo el 38 % está asistiendo al curso que corresponde a su edad. Colombia expulsa del sistema uno de cada tres jóvenes en el paso del grado 9 al 10, edades entre 15 y 16 años. Y solo cerca del 40% llega a alcanzar educación superior sin desertar ni repetir.

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Pero además debe ser educación de calidad. Es decir, una educación integral que, por ser parte necesaria del desarrollo pleno de la sociedad, debe integrar los esfuerzos de toda la sociedad, no solo del sistema educativo. En la educación básica, los resultados de la calidad lograda son notablemente más altos cuando hay una decidida participación de los hogares y las comunidades de base. La formación debe hacerse en el desarrollo de todas las capacidades de las personas: intelectuales, físicas, artísticas, culturales y socio afectivas. En cambio, la mejor manera de reproducir la pobreza es lograr poca educación y de mala calidad.

Cumplir plenamente el derecho de la educación en Colombia exige que la sociedad dedique más esfuerzos y recursos a la formación desde la primera infancia. Inversión mayor y más intensa si queremos alcanzar los países más desarrollados. Colombia tiene un promedio de años de educación en mayores de 15 años igual a la que tenía Estados Unidos en 1895. Todos los recursos colectivos tales como espacios de recreación, bibliotecas públicas, espacios municipales de arte y cultura deben integrarse al esfuerzo educativo para propiciar más educación y de mejor calidad. Debemos aumentar las masas críticas de investigadores y desarrolladores de tecnologías e ideas.

Autor
Luis Alfredo Sarmiento Gómez
Doctorando en Economía de la Universidad Erasmo de Rotterdam; Magíster en Economía de la Universidad de los Andes, Economista y Filósofo del Seminario Mayor de Bogotá.

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