Omayra

Publicado el Pablo Aristizábal Castrillón

Somos mejores que Venezuela

La situación de la frontera con Venezuela es el escándalo de moda. Todos los colombianos estamos muy indignados por las terribles condiciones a las que Maduro sometió a nuestros compatriotas.  Tanto así que muchos se enteraron, al fin, de que existe una región lejana llamada Cúcuta, aunque lo vayan a olvidar en menos de dos semanas. La crisis en las relaciones con Venezuela, que no es la primera, ha llevado a que la gente reaccione de muchas maneras, algunas bastante curiosas. Las formas de asumir la situación podrían dividirse en dos grupos generales, con sus respectivas subdivisiones:  primero, los que señalan la gravedad del problema y la maldad de Maduro, segundo, los que critican a los indignados por no fijarse en los problemas internos del país y señalar culpables externos cuando contamos con nuestros propios tiranos.

Dentro de los primeros, que podríamos denominar como los indignados, resaltan, como siempre, los de corte uribista, que se toman el trabajo de ir hasta la frontera para que los saquen en el noticiero, posando de héroes cívicos. También se caracterizan por decir frases incendiarias, irresponables e incitar a la confrontación armada, argumentando la defensa de la soberanía nacional. En ese sentido, su conducta es similar a la de Maduro. Los segundos, que le reclaman a los indignados por su silencio ante situaciones internas como el desplazamiento, la desaparición forzada, las misteriosas fosas comunes o los falsos positivos, son conocidos en nuestro país como “mamertos”. Ellos, incluso, llegan a señalar que nuestros compatriotas no son bien recibidos en muchos lugares del mundo, y no precisamente por su buena conducta.

La tensión entre esos dos grupos ha tenido un desarrollo histórico en nuestro país, y el tema de Venezuela ha sido un de los ejes alrededor de los cuales ha solido girar la confrontación. Se culpan mutuamente, una y otra vez. Con la distancia suficiente, dicha disputa se ve como un perro tratando de morderse la cola. Cualquier asunto que tenga que ver con el país vecino excita a los dos bandos e impide toda posibilidad de conciliación, pues hace que los argumentos sean torpes y proliferen los insultos de parte y parte; incrementa los apasionamientos, haciendo que nuestra típica soberbia aflore.

Es evidente que en Colombia nos encanta hablar de Venezuela y su miseria, más aún cuando se trata de la relación entre los dos países, como se muestra en la siguiente afirmación de un amigo venezolano: “acá saben más de lo que pasa en nuestro país que nosotros mismos”. No solo porque en Venezuela los medios de comunicación están muy lejos de exponer la situación real del país, sino también porque en Colombia nos hemos acostumbrado a consolarnos de nuestra miseria resaltando la miseria venezolana. Hasta creemos que eso nos legitima para decir que somos una democracia sólida.

La crisis en la frontera entre Colombia y Venezuela ha sido una de las cortinas de humo más eficaces, tanto para el gobierno colombiano como para el gobierno venezolano, a costa, siempre, de los habitantes de dicha región fronteriza. Allá dicen que los colombianos somos una amenza y acá dicen que los venezolanos están tan mal que, comparados con ellos, los colombianos vivimos en el paraíso, que somos el país más feliz del mundo, pues contamos con  950 especies de musgo. Pero, además de una cortina de humo, en la actualidad, lo de la frontera es una crisis real, de la que bastantes personas se ven gravemente perjudicadas. El tema debería ser tratado con la seriedad que lo amerita y no se debería prestar para el apasionamiento de siempre.

El nacionalismo se exacerba con este tipo de situaciones y con él la típica soberbia colombiana. Nos enceguecemos y perdemos la posibilidad de balancear los argumentos para establecer la gravedad del problema, sin perder de vista nuestras propias dolencias. Heredamos odios a un país que es mucho más que su gobierno, olvidando por completo nuestras semejanzas y creyéndonos muy superiores. Es evidente que uno de los factores del estancamiento social, económico y político de latinoamércia es causado por la falta de integración regional, promovida por los gobiernos, que se escudan en las rivalidades para ganar popularidad. Creer que somos mejores que Venezuela nos lleva a olvidar nuestras propias fosas comunes, una de ellas con 2000 muertos, considerada por muchos como la más grande de América: ¡otro punto para nuestro país!

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