Se supone que en la era de la comunicación, todo está pensado para que las parejas, o las personas se hablen mucho, para que las cosas se “discutan” o al menos se intenten entender. Para hacer buen uso del lenguaje, tener la oportunidad de dar explicaciones y de pedirlas, poder armar una defensa poniendo una letra tras otra o para al menos concertar una cita y poder decirlo a la cara.
Me han contado muchas historias del pasado, en dónde; por ejemplo, el marido se marchaba a la guerra y la mujer se quedaba en casa esperando la llegada del correo postal, lo que la mantenía en vilo y era su motivo para seguir día a día.
Algunas veces esas cartas dejaban de llegar, las noticias cesaban y la mujer a pesar de eso aguardaba varios años, tenía durante meses o años la esperanza de recibir noticias, ya fueran buenas o malas para poder seguir adelante con su vida.
Antes las comunicaciones eran un lujo, tampoco hacía falta irse a la guerra para estar incomunicados, con un simple traslado de ciudad, ya la cosa se ponía complicada.
Y aunque el correo funcionara medianamente, también había oportunidades en las que el correo se perdía, se lo robaban, llegaba a otra dirección y había que rescatarlo o simplemente se utilizaba una de estas excusas para escribir poco, eso los que sabían escribir.
Ahora que tenemos todo a mano, literalmente. Que basta con oprimir un botón para enviar un hola, y decir estoy bien, llegué, estoy en el aeropuerto de… o para preguntar: ¿Cómo estás?, lllegaste bien? Y completar diciendo me haces falta…
Resulta que utilizamos el susodicho dedo para bloquear a la gente, para silenciarlas, anularlas, borrarlas, negarles el derecho a la defensa, quitarlas de en medio, desaparecerlas de nuestras vidas. Todos estos términos también utilizados por las mafias y sus asesinos.
Nos hemos convertido en capos del Wasap: No “escuchamos” razones, no queremos darlas, es más fácil bloquear y escapar, dejar al otro con la palabra en el dedo, utilizar el teléfono como escudo o el computador como arma. Porque no sólo se bloquea, también es violento aquel que mira con regocijo cómo se llena su correo electrónico de mensajes como: ¿Qué paso?, ¡no entiendo nada!, ¡lo siento!, ¿podemos hablar?, ¡pero esto es en serio?, tu estás loco, ¡no soporto este silencio!,¡vete a la mierda!
Ver cómo el otro se desmorona, mensaje a mensaje, se auto culpa, se da aliento, se recrimina, se regaña y al final tira la toalla.
Hay que ser muy sádico para guardar silencio, para no devolver un misero mensaje.
Sobre todo en la era de la comunicación.
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