La vitalidad del pensamiento de un autor se mide por la vigencia (por lo regular siempre “parcial”) de sus planteamientos, por los recursos teóricos y conceptuales que ofrece para comprender y abordar mejor el presente, la realidad que nos circunda y sus problemáticas. También por la plasticidad de este y la posibilidad siempre permanente de establecer diálogos con otras corrientes filosóficas o científicas y generar nuevas interpretaciones. En este sentido, Marcuse no puede ser tratado como un “perro muerto”, pues su pensamiento continúa presente, a veces subterráneamente, en muchos de los autores contemporáneos que han ofrecido alternativas y/o que continúa pensando el mundo actual.

Un caso paradigmático es la obra de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau (2010), en especial, su fundamental Hegemonía y estrategia socialista. Este libro está basado en una idea clave: el pluralismo no es lo que hay que explicar, sino es el punto de partida. En este sentido, es que el texto muestra como la teoría del sujeto revolucionario del marxismo tradicional no es suficiente para pensar la acción política en la actualidad, pues el proletariado ha perdido ese privilegio histórico emancipatorio. No hay, pues, un sujeto predestinado a la revolución en cuyas manos esté, cual mesías, el poder de redimir a la humanidad toda.  Lo que hay hoy sus múltiples actores y movimientos sociales con sus demandas, requerimientos, exigencias, etc., las cuales hay articular en una voluntad común, hegemónica para crear una “democracia radical”. Esto lleva a los dos autores a decir, “la era de los sujetos privilegiados […] de la lucha anticapitalista ha sido definitivamente superada” (p. 126).

Fue lo que Marcuse, en El hombre unidimensional, mostró claramente. El proletariado fue absorbido por el engranaje capitalista, y no cuenta ya con esa exclusividad, por eso hay que integrar sujetos sociales distintos y plurales: estudiantes, ecologistas, jóvenes, parados, feministas, y, desde luego, en una unión con sindicatos, movimientos obreros y demás sujetos de la periferia anticapitalisra, como lo plantearía después en Contrarrevolución y revuelta de 1972. Lo que Marcuse teorizó como “Nueva Izquierda”, la cual tenía a cargo la responsabilidad y la tarea práctica de “El gran rechazo”, era esencialmente plural, diversa. Esta posición prefigura, a mi juicio, la postura de Mouffe y Laclau. Esto es así porque Marcuse “defendió las nuevas fuerzas emergentes de oposición radical y […] el respeto de los nuevos radicales” (Kellner, 2024, p. 37).  

En este mismo sentido, la integración del sujeto periférico anticapitalista del Tercer mundo, tal como pensó Marcuse en los años sesenta, tuvo una influencia notoria en el filósofo recién fallecido Enrique Dussel. Le permitió la “politización de la ontología heideggeriana” tal como la leía Dusselen los años setenta (Zúñiga, 2022, p. 45), Esto es, le permitió politizar lo Otro, el no-ser, lo que estaba “fuera” de la totalidad europea y occidental. Por eso los pobres de América Latina, el pueblo del Tercer mundo y, desde la Ética de 1998 (Dussel, 2000), las víctimas excluidas del sistema capitalista y la modernidad entendida como totalidad, representaban la negatividad del sistema que podría superarlo en dirección hacia una transmodernidad futura más allá del capitalismo. 

Pero Marcuse no solo influyó en pensadores de esos años, entre ellos, Friedrich Jameson y su lectura de la mercantilización de la cultura, el arte, el inconsciente y la naturaleza misma (2010, p. 89), sino que su influencia alcanza a pensadores que pasaron el umbral del siglo XX, entre ellos (influido a su vez por Jameson) Mark Fisher y Diego Fusaro. En un texto revelador de su pensamiento dice Fisher (2016):

[R]ecordamos la frase atribuida a Fredric Jameson como a Slavoj Žižek: es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. El latiguillo recoge con exactitud lo que entiendo por realismo capitalista: la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el único sistema económico viable, sino que es imposible, incluso, imaginarle una alternativa”. (p. 22).

 Pues bien, lo que Fisher llama “realismo capitalista” no es más que “el hombre unidimensional” que describió Marcuse, en 1964, para la Sociedad Industrial Avanzada (en adelante, SIA). Es decir, el cierre del espacio político, la dificultad del cambio cualitativo, el mantenimiento del estatismo social conservador, la absorción del arte y de la cultura, por el capital. Más precisamente, la subsunción de la vida, la existencia de las personas y la naturaleza misma bajo el imperativo de la acumulación ilimitada. Con una diferencia clara: la apuesta teórica y emancipatoria de Marcuse fue radical y abiertamente utopista, allende al pesimismo marcado de Fisher sobre las posibilidades alternativas al sistema. En Marcuse, la utopía era un faro que orientaba la praxis política de la Nueva Izquierda plural.

Diego Fusaro, por su parte, ha retomado esa idea de unidimensionalidad bajo el concepto de “reductio ad unum del hombre sin identidad ni profundidad crítica” (2022, p. 85) para dar cuenta de la terrible homogenización, de la civilización plana, sin fisuras, que desea construir el neoliberalismo actual y su nueva “elite neofeudal” (p. 49). El tecnocapitalismo busca un “pensamiento único homologado” (p. 35), un “sentir homologado” (p. 27) que elimina, a su vez, toda posibilidad de disenso, de pensar diferente. Es, también, la muerte de la crítica en los altares del Dios mercado y su llamado compulsivo al consumo de bienes, servicios y experiencias.  Estas ideas aparecen en Marcuse bajo el concepto de «pensamiento unidimensional» y «operativo». Dice Fusaro:

Bajo el cielo domina el granítico pensamiento único del consenso de masas, que, además de garantizar el cautiverio simbólico y permanente de la manada de los últimos hombres, predica compulsivamente la imposibilidad de cambiar el mundo […] el pensamiento único halla en el axioma del fin de la historia uno de sus fundamentos básicos” (2022, p. 53).

Cabría decir, con base en estas ideas de Fusaro, que al fin de la historia que propugnó Francis Fukuyama a finales del siglo pasado, asistimos hoy a la naturalización y a la colonización del sentido común de la gente, para que normalice y acepte la idea de «el fin del futuro»; para que interiorice que se viene una lucha despiadada por la existencia individual en las próximas décadas. Es justo en este sentido, donde encontramos el espíritu crítico, lúcido y propositivo de Marcuse, un pensamiento que opera como una guía posible para la lucha contra esta desposesión de cuerpos, mundos y tiempos.

También, digamos de paso, que la famosa crítica de la positividad, entendida como culto al presente, a la dadidad, que Byung-Chul Han (2021) ha desplegado insistentemente en sus múltiples y repetitivos libros, hace parte del legado marcusiano. Este legado es evidente, por ejemplo, en el magnífico libro publicado recientemente en Colombia: Unidimensionalidad y teoría crítica. Estudios sobre Herbert Marcuse editado por los profesores Leandro Sánchez Marín y J. Sebastián David Giraldo (2024), el cual es una exquisita muestra de su pensamiento y aportes críticos para la emancipación.  

* * *

Para la presente edición he agregado varias Adendas y un Epílogo fundamental que muestra, sobre todo, el legado epistémico de la Escuela de Frankfurt, un tópico importante para los estudiosos de las ciencias sociales. El texto sobre Habermas permite retomar algunas cuestiones discutidas al interior de las distintas generaciones de la Escuela, y, a la vez, abordar discusiones actuales. Los cambios realizados al cuerpo del texto han sido mínimos. He agregado notas al píe donde advierto sobre algunas reformulaciones que requeriría la apuesta marcusiana.   

Referencias

Dussel, E. (2000). Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión. (3ª ed.) Madrid: Trota.

Fusaro, D. (2022). Pensar diferente. Filosofía del disenso. Madrid: Trotta.

Han, B. (2021). Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Barcelona: Herder.

Jameson, F. (2010). Reflexiones sobre la postmodernidad. Madrid: Abada editores.

Laclau, E. y Mouffe, Ch. (2010). Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Madrid: Siglo XXI.

Kellner, D. (2024). “La relevancia contemporánea de Herbert Marcuse”. En Leandro Sánchez Marín y J. Sebastían David Giraldo, eds. Unidimensioalidad y teoría crítica. Estudios sobre Herbert Marcuse (pp. 31-53). Medellín: ennegativo ediciones, Politécnico Gran Colombiano. 

Marcuse, H. (1981d). El hombre unidimensional. Barcelona: Ariel.

Marcuse, H. (1972). Contrarrevolución y revuelta. México, Joaquín Mortíz.

Sánchez, L., y Giraldo, J. (Eds.). (2024). Unidimensionalidad y teoría crítica. Estudios sobre Herbert Marcuse. Medellín: ennegativo ediciones y Politécnico Gran Colombiano.

Zúñiga, J. (2022). Enrique Dussel. Retratos de una filosofía de la liberación. Barcelona: Herder.

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