
Luego de la nominación de la película colombiana El abrazo de la Serpiente a los premios Óscar (aquí hicimos la presentación de la noticia en: (El abrazo del cine colombiano), se ha desatado un furor de los espectadores por verla. Muchos porque nunca se enteraron de su proyección inicial, porque en su momento no les interesó la temática o como en el caso de este cronista, porque no se encontraban en el país. Con mi esposa, estuvimos deambulando por Bogotá, intentando encontrar boletas y estaban agotadas, pero siempre la tercera es la vencida y en el centro de la ciudad, pudimos lograrlo. Va la crónica de lo vivido en la sala de cine.
La sala se llenó con los sonidos de siempre, con la gente que le gusta hacer ruido entre ellos mismos, con la comida que acompaña la experiencia cinéfila o con sus juguetes tecnológicos. Luego comenzó a proyectarse la cinta y el ambiente se llenó con el blanco y negro que arropa esta historia de tiempos pasados (aunque no tan lejanos), pero de todas formas el color de la selva es tan poderoso que uno creía intuir tonos verdemares en la pantalla. El público citadino tuvo una inmersión en un mundo ignoto e inefable, que parece de otro planeta aunque esté situado en el mismo mapa de nuestro país.
Las actuaciones son impecables de los profesionales extranjeros (Jan Bijvoet, Brionne Davis), pero sobrecogen los diálogos de los actores indígenas escogidos que de manera generosa nos regalan su sabiduría ancestral (Nilbio Torres como el joven Karamakate, Antonio Bolívar el viejo Karamakate y Yauenkü Migue como Manduca). Un saber que no entiende ese apego que los advenedizos tenemos por las cosas, por los bienes materiales. La fotografía precisa y preciosa de David Gallego en condiciones tan complicadas para filmar, aunque la naturaleza fue buena co-directora del filme. Hay escenas memorables, como el aguacero que comienza a caer durante la travesía en el río infinito. Alguien arriba desató el agua, alguien abajo no cortó la escena, los actores continuaron con su trabajo, pues entendieron lo que eso significaba. En los créditos también deberían aparecer las mariposas que envolvían a los humanos en cortina de aleteos. Serían acaso amarillas?
Es quizás la primera película que se hace desde una perspectiva indígena en Colombia (se han filmado varias con temática similar en nuestro territorio como La Misión y Cobra Verde). Si bien el punto de partida fueron los diarios de unos exploradores extranjeros, el argumento principal es la cosmología creada por el extinto pueblo de Karamakate, su protagonista. Un personaje complejo que recela de los blancos por la violencia y ambición llevadas a sus tierras, pero los compadece por su ignorancia y como maestro cariñoso les enseña sus secretos, e incluso valora sus cosas buenas como la música. La mejor enseñanza, dejarse llevar por los sueños de manera leve, sin el peso de lo innecesario. Sueños como los que motivaron al equipo de producción de esta película, que resulta tan extraña en nuestro medio como necesaria.
Aunque surjan comparaciones, hay que decir que El Sueño de la Serpiente, tiene identidad propia, más allá de títulos como El Último Mohicano, Apocalypse Now, Fitzcarraldo. Es la primera aproximación de un cineasta colombiano a una realidad que algunos preferirían ignorar o incluso desmentir. Puede ganar el premio Óscar esta película? Pues si se trata de méritos propios, la respuesta sin duda es afirmativa, pero se debe tener en cuenta todo el lobby que hay en medio y que alguno de los filmes en competencia está respaldado por la multinacional Sony. Pero bueno, a veces hay sorpresas…
Alguien encendió las luces, mientras los créditos comenzaban a surgir del blanco y negro, demasiado rápido para mi gusto. Todos en la sala estábamos en silencio y puedo jurar que la gran mayoría nos quedamos por segundos eternos en nuestras sillas. Aventuro a decir que era un silencio de reflexión, pues la película deja pensando al espectador en ese mundo vasto y desconocido que es la selva colombiana, pero también en todas las injusticias y excesos que ha sufrido por parte de propios y extraños, de la terrible época de las caucherías, de la guerra que hubo en su momento entre Colombia y Perú, de los falsos profetas que en lugar de dar amor cristiano, crearon feudos de fanáticos, de los extranjeros y nacionales que han llegado buscando plantas sagradas para otros fines, bien sea por dinero o placer. También era un silencio de vergüenza por los pecados occidentales que han contribuido a destruir culturas tan valiosas como las de los pueblos indígenas, con su infinita riqueza lingüística, conocimientos medicinales y su envidiable hermandad con la naturaleza. En este caso, el silencio equivalía al largo aplauso que la película ha recibido en algunos teatros del mundo.
Todos seguíamos en blanco y negro, caminando lentamente a la salida en un murmullo más significativo que cualquier comentario exaltado. Las puertas nos devolvieron al mundo de colores chillones, luces intensas y voces estridentes, pero quedaron en el alma las imágenes del otro mundo, de aquella Colombia fundamental que nos da tema de conversación a la Colombia superficial. Apreciado Ciro, si ese era el objetivo, se logró. Aplauso en silencio y en blanco y negro.
Dixon Acosta Medellín
A ratos me encuentran en una película llamada Twitter como @dixonmedellin