Esta nota la escribo durante un 28 de diciembre, por lo tanto debo declarar que tanto el título como su contenido son completamente inocentes. No se trata de un juego de palabras con intención irónica al relacionar indirectamente los nombres de los periódicos bogotanos de mayor tradición. Es simplemente, ahora que nos quedan pocas horas del año 2013, una especulación sobre el concepto del tiempo.
Al tiempo se le conoce con muchos apodos, como el “inexorable”, el “implacable”, una serie de apelativos que hablan sobre su naturaleza poderosa y dinámica. Incluso se le conceden propiedades políticas que lo identifican como un gobernante autoritario, al decir que se trata de un tirano, un dictador. Pero bien sea individuo o sustancia indefinible, el tiempo siempre va hacia delante y en ocasiones de forma acelerada; como los aviones en caída libre, no tiene freno ni marcha atrás.
Algunos intentan caracterizar al tiempo como la cuarta dimensión, existen atrevidos exploradores que han intentado viajar a través de él, como H.G. Wells quien diseñó una máquina especial para tal efecto. A partir del señor Wells, hemos conocido en libros, películas y series de televisión a múltiples viajeros del tiempo, quienes han utilizado mecanismos tan extraños para sus traslados como naves espaciales, portales a dimensiones desconocidas, espejos mágicos, túneles psicodélicos, automóviles de marca, los indefinibles hoyos negros del espacio, hasta pócimas y embrujos. Mi favorita es la cabina de policía que usa el Dr. Who para transportarse, otro producto de la inteligencia británica, que durante sus 50 años de vida en Colombia hemos visto esporádicamente.
Eso para no hablar de las especulaciones de señores menos serios como un tal Albert Einstein, quien resolvió todo con su discurso relativo. Anónimos inventores en el remoto pasado, ya habían creado otros mecanismos, más sencillos pero fascinantes para medir el paso del tiempo como el reloj, afamado instrumento protagonista de obras artísticas como un bolero que le reprocha por contar las horas. Los primeros relojes resultaron obras poéticas, los de sol, arena o los de agua, bautizados acertadamente clepsidras. Luego llegaron los suizos y ahora los japoneses. También existe un libro de doce páginas, que se va deshojando mes a mes, recibe el nombre de calendario.
El tiempo es igualmente materia de reconocido valor, valor de uso y de cambio, dirían los dialécticos materialistas. El tiempo se puede ganar, gastar, perder, regalar e incluso en el sistema laboral a uno le pagan por su tiempo y el empleado se esfuerza la mayor parte del tiempo, para que el sistema le reconozca un breve tiempo de descanso. El tiempo podría ser una criatura viva, ya que algunos piensan que se puede matar. De hecho en algunos deportes lo declaran fallecido, tiempo muerto le dicen.
Es tan importante el tiempo, que se le confunde con el clima, en la sección meteorológica de los noticieros se habla de los pronósticos del tiempo. En algunos países como en Nicaragua, una bebida puede pedirse fría o al tiempo, mientras medios escritos del mundo llevan ese nombre, cual indicador de la información al día. El tiempo puede ser singular o plural, ya que un partido de fútbol está dividido en dos tiempos. Parte o todo, medio tiempo o tiempo completo.
El hecho es que llegó diciembre con su alegría y emoción, época que igual se va volando entre abrazos y buenos deseos de un próspero futuro. Momento para hacer balances generales y personales, de lo que hemos sido protagonistas o testigos, pues el mundo termina siendo una gran vitrina que todos vemos, gracias a medios como El Espectador, periódico al que personalmente durante este 2013 le agradezco por arrendarme un espacio virtual en su grupo de blogueros, sin cobrar arriendo por ello.
Todos afirmamos que el tiempo ahora transcurre más rápido, cual vehículo en el cual somos pasajeros sin posibilidades de bajar, solo tal vez cuando sea la hora, la última. Mientras tanto, seguimos corriendo. Cuando volvamos a abrir los ojos estaremos pasando enero, con sus cuentas, deudas y hablaremos con asombro sobre el inexorable paso del tiempo. Hasta esa nueva fecha en el tiempo, mejor dicho, en El Espectador.
Dixon Acosta Medellín
En Twitter: @dixonmedellin