Nota preliminar: Como cada primero de enero, inicio con mi particular agüero, escribir y publicar una nota que espero sea del agrado de los lectores. Agradeciendo a El Espectador por permitirme este espacio, así como la amabilidad y paciencia de quienes encuentran estas letras por casualidad. Al inicio del nuevo año, siendo este el primer…
Nota preliminar: Como cada primero de enero, inicio con mi particular agüero, escribir y publicar una nota que espero sea del agrado de los lectores. Agradeciendo a El Espectador por permitirme este espacio, así como la amabilidad y paciencia de quienes encuentran estas letras por casualidad.
Al inicio del nuevo año, siendo este el primer texto que escribo en el 2025, es importante antes de pasar la página, recordar algunas de las lecciones que aprendimos durante el año que acaba de terminar y dentro de las múltiples cosas nuevas que conocí, hay una que me parece muy interesante para resaltar, por todo lo que representa.
Cierto día estábamos almorzando con mi esposa Patricia en Andante, magnífico restaurante del barrio bogotano de la Candelaria, cuando unos jóvenes comensales en la mesa vecina, comentaban sobre una de esas nuevas tendencias sociales de moda, la sologamia, para lo cual tomaban la noticia de un hombre que en otro país, no recuerdo si era España o Brasil, se había casado consigo mismo, con todas las de la ley, en un juzgado o una notaría.
La noticia, llamativa de por sí, es el reflejo de una realidad de nuestros tiempos, la soledad, cada vez más evidente, bien sea voluntaria o impuesta. Hay diversas versiones en dónde se originó esta costumbre, algunos dicen que en Asia, pero aparentemente habría sido en Estados Unidos en 1993, cuando Linda Baker fue la primera persona en casarse consigo misma. Lo que representa esta tendencia es el argumento de la película española “La boda de Rosa” (2020), todo un himno al amor propio. Dirigida por Icíar Bollaín, guion de la directora, Alicia Luna, Lina Bandenes y protagonizada por Candela Peña, con banda sonora de la gran cantautora Rozalén.
Aquí no hago juicios de valoración, siempre he sido muy respetuoso de las creencias y actos de los demás, porque además si se trata de una elección libre y razonada, tiene mucho sentido, una reivindicación de la soltería o de vivir bien en soledad, porque como ya lo dijo el sabio refrán, mejor solo que mal acompañado. En mi caso, he tenido la fortuna de contar con la mejor compañera de viaje, mi esposa Patricia, una alegría pasar con ella los días de la vida.
Ahora bien, la historia que contaban los vecinos comensales, tuvo un giro inesperado, pues quien llevaba la narración, una chica que hablaba duro y que no omitía palabrotas en su discurso, contó que el protagonista de la historia a los pocos meses fue al juzgado a pedir el divorcio, parece ser que no se aguantó a sí mismo. En fin, parece que tampoco la sologamia es perfecta.
Feliz año nuevo para monógamos, polígamos, sológamos y todos los demás.
Dixon Acosta Medellín
En lo que sigo llamando Twitter a la hora del recreo me encuentran como @dixonmedellin
Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)
Advenedizo extraviado en la dimensión desconocida. Alguna vez aspirante a diletante cronopio y decantado en aceptable fama. De los pecados, errores y calamidades cotidianas me rescata Patricia, incondicional compañera. Cuando salgo del espejo de Alicia, me pongo corbata, apellidos de pila e intento aplicar lo aprendido en la Universidad Nacional de Colombia y otros gratos centros de estudio, en la diplomacia. Estuve en el desierto y ojalá pudiera dejar huella.
En horario no laboral me pueden ubicar en Twitter:
@dixonmedellin
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