
Algunos queridos amigos venezolanos han elevado las cejas, al ver como en la maravillosa película de Disney “Encanto”, se ha destacado a la arepa colombiana. No es extraño, suele ser un tema controversial entre los habitantes de los dos países, el origen de ese producto redondo, caliente y delicioso que se puede degustar en diversas formas.
Ahora bien, no hay necesidad de polémicas, se trata un patrimonio gastronómico cultural que compartimos colombianos y venezolanos. La arepa es uno de esos bienes inmateriales, presente tanto en Colombia como Venezuela, desde tiempos inmemoriales. Los colombianos de los 32 departamentos que componen el país nos hemos alimentado con arepa desde la tierna infancia y la consideramos un elemento constituyente de nuestra identidad nacional.
Tuve la fortuna que el primer destino en mi carrera diplomática fue precisamente Venezuela, previo a la tragedia que actualmente golpea a nuestros hermanos y aprendí a degustar las arepas rellenas, en sus diversas variaciones, aunque nunca pude entender porque el relleno de harina lo botaban para meter la carne o el ingrediente seleccionado. Estando en Ciudad Guayana, conocida como Puerto Ordaz, disfruté con la cachapa, que no es otra que la arepa de choclo colombiana. Eso sí, el queso telita de Guayana era insuperable.
Agrego una estadística, porque dicen que los números no mienten, en Colombia hay al menos cuarenta diferentes tipos de arepa, cifra resultado de estudios antropológicos. Cuando el viajero extranjero llega al país, puede probar desde una arepa boyacense, pequeña y dulce en el frío departamento de Boyacá o la arepa de huevo de la cálida costa Caribe, pasando por una variedad impresionante. Mi esposa Patricia añora las arepas santandereanas, hechas con maíz pelado y chicharrón de cerdo, que acompañan el mute, una sopa contundente del nororiente colombiano.
Ahora bien, la arepa es patrimonio de las dos naciones, no podemos decir que se originó primero en una o en la otra, simplemente porque cuando los indígenas la crearon, no habían fronteras. Lo bello sería que algún día retomáramos el sueño de Simón Bolívar, de formar un solo país, ese mismo que se llamó la Gran Colombia, así podríamos sonreír todos, hablando de nuestra madre común, la arepa, que nos seguirá alimentando hasta el fin de los tiempos.
De tanto hablar de arepas, me dio hambre! Así que voy corriendo a prepararme una. A los lectores que no hayan probado esa maravilla hecha de maíz y cariño, que lo hagan un día de estos y descubran, porque en muchos de nuestros hogares colombo-venezolanos es el sustituto del pan a la hora del desayuno. De hecho, muchos extranjeros en las redes sociales, piden la receta de las arepas con queso, que primorosamente le prepara Julieta a su hija Mirabel en “Encanto”, porque no es un alimento, es un producto del amor.
Dixon Acosta Medellín
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