
En noviembre de 2013, con mi esposa Patricia, tuvimos la oportunidad de visitar Katmandú, la capital de Nepal, uno de esos destinos que siempre está en la mente de cualquier viajero del mundo. Nosotros no somos deportistas extremos ni montañistas, tampoco en ese viaje nos movía el sentido espiritual que lleva a mucha gente a emprender cursos de meditación o a buscar en religiones como el budismo e hinduismo el sentido de la existencia. No, solo somos caminantes que, gustamos de conocer historia, arquitectura, calles, cultura y sobre todo la gente genuina de cada lugar. Así fue la postal de un viaje corto a un país que nos volvió a estremecer en los días pasados, por su más reciente tragedia natural.

Recuerdo que al llegar al aeropuerto, siendo aún de noche, me sorprendió, que fuese tan pequeño considerando la cantidad de turistas que por allí pasan. De igual manera, cuando tomamos el taxi, noté que la ciudad estaba iluminada por amarillentas candilejas temblorosas, que daban un aire enigmático a sus calles. De pronto, mientras esperábamos en medio de lo que en Colombia llamaríamos un “trancón” o embotellamiento, el conductor dio un brusco giro y se metió por una serie de callejuelas sin pavimentar, que me recordó escenas de barrios marginales bogotanos, fue inevitable pensar en el denominado “paseo millonario”, mezcla entre robo y secuestro de nuestra compleja realidad. Pero no, simplemente el conductor, conocedor a fondo de su ciudad, buscaba atajos para llevarnos pronto al hotel dejando tras de sí una gran polvareda.

Al día siguiente, la luz del día confirmó lo presentido en la noche anterior, una realidad de pobreza en medio de templos bellísimos, de plazas congestionadas tanto por las personas, como por las palomas que desataban oleadas de viento que deben refrescar en tiempo de verano. Fuimos testigos de situaciones que parecen de realismo mágico, como del tributo que rinden los pobladores a Kumari, la pequeña diosa viviente que vive confinada en una casa y cada quince minutos sale a la ventana a saludar a los turistas que dejan una propina por esa visión, lo que confirma que Gabriel García Márquez no fue profeta, sino cronista de nuestro tiempo inverosímil, de allí su aceptación universal.

La diosa viviente, una niñita vestida y maquillada que sale a regañadientes y mira entre triste y malhumorada a los extraños que no pueden tomarle fotos. El budismo y el hinduismo se turnan en diversas manifestaciones, como los monjes que rezan a cambio de una contribución, las campanas y otros objetos metálicos que sirven para acompañar mantras sagrados, monos que viven como dueños y señores de las estupas. Pero la realidad social parece contradecir el ambiente espiritual, con la contaminación visual y sonora del comercio informal, mendigos, vendedores ambulantes y rebuscadores como guías improvisados para turistas ingenuos, gente que deambula entre las calles angostas y las plazas donde se venden desde reliquias hasta cachivaches. Los Himalayas lejanos se intuyen en el horizonte, en este país geométrico, cuya forma es un rectángulo y su bandera dos triángulos.

En resumen, la belleza y la pobreza conviviendo en el mismo espacio que se cubre de polvo, el cual parecía residir en el aire, tal vez por algunas areneras que se observan en las afueras, base de las construcciones de concreto que no parecen obedecer a regulaciones urbanísticas, casas que como en muchos sitios del mundo, van proliferando como si tuvieran el poder de engendrarse así mismas. Construcciones que luego del terremoto seguramente se derrumbaron, llevándose miles de vidas y dejando más pobreza y más polvo circulando en el ambiente.

Por el momento, Nepal queda en la memoria y en las fotos tomadas por mi esposa Patricia, ojalá ese pueblo tan sufrido y especial, reciba la ayuda de aquellos gobiernos cuyos deportistas han buscado la gloria en sus altas montañas. A Nepal que es símbolo de la espiritualidad, le vendría bien mucha ayuda material.

Para quienes les interese dejo el enlace de UNICEF, en donde se pueden hacer donaciones por los niños nepalíes y en general para ayudar a los niños víctimas de tantas tragedias naturales y humanas que nos despiertan cada día:
Para quienes no puedan ayudar a los niños de Nepal, hay muchos niños en Colombia que necesitan sustento y apoyo. No se trata de dar monedas en la calle, sino contribuir a que los pequeños tengan alimento, hogar, educación y claras opciones de futuro. Gracias.
Dixon Acosta Medellín
En Twitter a ratos: @dixonmedellin
P.D.: Al final una foto en donde aparece un curioso mono en su templo, como si fuera una gárgola viva.
