Hoy cuando la península ibérica ha sufrido un apagón, retomo este artículo escrito hace unos 20 años, cuando se dio un hecho similar en Nicaragua, cuando prestaba servicios diplomáticos en ese país, aunque como se observará fue de noche y cuando no existían las redes sociales.
Nota preliminar: La península ibérica sufrió un apagón y retomo este artículo escrito hace unos 20 años, cuando se dio un hecho similar en Nicaragua y prestaba servicios diplomáticos en ese país, aunque como se observará fue de noche y cuando no existían las redes sociales. El crédito de la imagen es de Ernesto Mastrascusa (publicada por EFE).
La abrupta interrupción del servicio eléctrico, llamada familiarmente apagón, es una situación traumática, nadie puede negarlo, que puede originar efectos negativos e incluso trágicos. Pero como todo fenómeno, tiene aspectos positivos, hipótesis que desarrollaré a continuación.
Un apagón, sobre todo en la noche, le permite a las personas reflexionar sobre lo maravilloso que resulta el fluido eléctrico, oprimir un botón, hacer clic y jugar a ser Dios, diciendo: hágase la luz! En nuestra vida cotidiana, como lo enunció Karel Kosic (autor del libro Dialéctica de lo Concreto), existe la tendencia a tomar las cosas y los procesos de una manera demasiado normal, sin pensar en cómo operan. La única oportunidad en que nos preguntamos cómo funciona un televisor es en el momento en que tomando el control remoto pretendemos activarlo y aquel no responde, no nos maravillamos ni sorprendemos ante un complejo sistema técnico en su normal desarrollo, sólo cuando falla. Igual pasa con la energía eléctrica.
De vez en cuando, es bueno que el hombre reaccione, despierte del sueño en que lo ha depositado la vida moderna y se haga preguntas necesarias. Un apagón permite un descanso a la rutina, a la monótona cotidianidad, a los ritos diarios que nos hemos impuesto. Estoy casi seguro, que durante la experiencia vivida en varias ciudades de Nicaragua, muchas familias volvieron a reunirse en torno de una mesa, para hablar, así fuera sobre el mismo apagón. Por unos momentos, la pantalla mágica que aglutina (pero también divide), la televisión, estuvo silenciada, permitiendo rescatar un viejo arte, cada vez más olvidado, la tertulia familiar, política, literaria, en una palabra, compartir, jugar con las sombras.
En Colombia, hace algunos años, tuvimos un periodo de verano inusitado que afectó varias hidroeléctricas en el país, durante la administración del expresidente César Gaviria, el fenómeno motivó un racionamiento de energía eléctrica en las horas de la noche, lo que provocó muchos cambios en los comportamientos habituales, por ejemplo, se reactivó la radio como medio de comunicación. Un programa radial bautizado La Luciérnaga, mezcla de información y ficción, notas serias y humorísticas, se convirtió en un fenómeno de masas, el cual todavía sigue iluminando el oscuro escenario del aburrimiento.
Por último, hay otro efecto paradójico pero cierto, un apagón puede contribuir a dar a luz. Muy probablemente, los momentos de oscuridad fueron el escenario propicio para el amor, pero eso sólo lo sabremos en nueve meses.
Dixon Acosta Medellín
En lo que sigo llamando Twitter a la hora del recreo me encuentran como @dixonmedellin y comienzo a explorar el cielo azul en Bluesky como @dixonacostamed.bsky.social
Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)
Advenedizo extraviado en la dimensión desconocida. Alguna vez aspirante a diletante cronopio y decantado en aceptable fama. De los pecados, errores y calamidades cotidianas me rescata Patricia, incondicional compañera. Cuando salgo del espejo de Alicia, me pongo corbata, apellidos de pila e intento aplicar lo aprendido en la Universidad Nacional de Colombia y otros gratos centros de estudio, en la diplomacia. Estuve en el desierto y ojalá pudiera dejar huella.
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