
Desde hace varios años, dentro de la inmensa galería de personajes callejeros que uno identifica en las grandes ciudades, surgió un nuevo rostro maquillado, cuyo cuerpo en sus inicios estuvo usualmente vestido con una sábana blanca, portando una bandera de Colombia o un letrero con diversos mensajes así como a modo de aviso en el supuesto pedestal se leía “la estatua humana”. Como toda manifestación humana ha tenido su evolución y ahora algunas de las “estatuas”, tienen movimiento y ruido, así como accesorios, vestidos y maquillaje multicolor.
No se trata de un fenómeno colombiano, a pesar de su inmovilidad es en cierta forma un movimiento mundial. Esta actividad que algunos consideran artística y otros una forma elaborada de pedir limosna, ha tenido muchas manifestaciones en el mundo, incluso dicen que en la antigua Grecia y en Egipto ya existía esta forma de expresión, como forma de entretenimiento de poderosos o incluso como tipo de espionaje. No es muy claro en qué sitio exacto se inicio la forma contemporánea de las estatuas humanas, se dice que en Europa y apareció en América Latina en la época del corralito en Argentina. A esta expresión artística callejera en España se le denomina “estatismo”.
Me interesa enfocarme en el concepto original de la estatua humana. Estas “estatuas” empezaron a proliferar por las ciudades y a diferencia de sus parientes cercanos, mimos e imitadores de mimos (unos señores que se limitan a remedar y ridiculizar a desprevenidos transeúntes), su actividad consiste en no tener actividad, por el contrario, el logro de su trabajo es no hacer nada, no mover un solo músculo, el máximo es no parpadear, casi no respirar. Generalmente se desahogan cuando alguien del público deja caer una moneda y la estatua hace un gesto para saludar.
Algunos lo hacen (o no lo hacen) de manera tan creíble, que sus facciones no reflejan movimiento alguno, ignoro si cuentan con el poder de paralizar sus órganos internos. Podría pensarse que no se trata de un arte, sino de un negocio, aunque otros dirán que tampoco, ya que negocio es la negación del ocio, y estar parado en una esquina podría ser una clara manifestación de pereza, esto para no entrar en la eterna discusión de hasta donde el arte es un fin en sí mismo, o sólo un medio para alcanzar una meta económica. Sin embargo, estos seres, más que esculturas de carne y hueso, son actores que personifican su propio papel, mitad tragedia / mitad comedia, como el de nuestro país, el de mujeres y hombres de brazos y piernas caídos, o tal vez obligados a desplazarse hasta una esquina por la violencia e intolerancia.
Este oficio-arte no es fácil, no puede serlo maquillarse e instalarse en pleno asfalto, desafiando todos los riesgos que eso implica, desde los súbitos cambios en los microclimas colombianos, hasta burlas y potenciales agresiones. Claro, es cierto que también he visto a algunas estatuas muy cómodas, sentadas, con la mano apoyada en un bastón y lentes para el sol, también he observado otras en centros comerciales y frente a almacenes, vestidos de colores con carteles publicitarios. Efectos de la globalización y el mercadeo, dirán. Incluso de un tiempo para acá, es frecuente encontrar disfraces complejos de personajes reconocidos, como vaqueros del viejo oeste o futuristas robots, con sonidos cibernéticos agregados, la creatividad y tecnología como motor de la necesidad. Recientemente una estatua humana en Australia reaccionó de manera violenta ante un incómodo espectador que en cierta forma la irrespetó en su humanidad estática y agredió en su arte, al tocarla y molestarla repetidamente, aunque como después lo reconocía arrepentida, la estatua no debió responder con violencia a las ofensas. Además una estatua no puede salirse de sus casillas, ni de su pedestal.
Como novedad en algunos sitios se han desarrollado algunas formas creativas, que le mezclan algo de ilusionismo al estatismo, ignoro si la moda ya llegó a Colombia, pero en Europa empiezan a propagarse unas estatuas que parecen suspendidas en el aire, apoyadas simplemente en un bastón o en el brazo de otra estatua. La primera vez que uno las ve, cae impresionado ante el efecto mágico, y es probable que uno interrumpa su camino para rondar aquella presentación e intentar averiguar si se trata de una prueba de fuerza humana, de concentración mental o de algún artilugio metálico muy bien escondido. No revelaremos el secreto.

No coincido con quienes afirman que esta actividad sea finalmente una modalidad de la mendicidad, estas estatuas son diferentes a personajes como algunos habitantes de la calle en Praga y otras ciudades europeas que permanecen arrodillados, inclinados hacia el suelo con la cara oculta, mientras sus manos sostienen un sombrero o un recipiente para que los transeúntes depositen las monedas, aparte del dolor en las articulaciones, es la forma menos creativa y más humillante para buscar el dinero ajeno (aunque también inofensiva, si lo vemos desde otro punto de vista).
Pero de blanco o multicolor, no puedo dejar de pensar en la multiplicación de estos seres, como metáforas de nuestro propio devenir, mudos e inmóviles, como si fueran muertos en vida…
Mientras terminaba esta nota, encuentro que la revista Cosmocápsula ha publicado un intento de poesía futurista del suscrito sobre otras estatuas. Si el amable lector no está saturado con el tema, va el enlace donde puede leerse:
http://cosmocapsula.com/2014/11/28/poemas-anticipados-por-dixon-acosta-medellin/
Dixon Acosta Medellín
A ratos en Twitter: @dixonmedellin