Alma Mater floreat / Florezca la Universidad
Quae nos educavit / que nos ha educado
Caros et conmilitones / y ha reunido a los queridos compañeros
Dissitas in regiones / que por regiones alejadas
Sparsos congregavit. / estaban dispersos.
Fragmento del Gaudeamus Igitur (Alegrémonos pues), himno universitario.
Cuando pienso en la Universidad Nacional de Colombia lo hago con el mismo cariño que inspira rememorar a un querido familiar, quizás a un abuelo sabio y cariñoso, un tío serio y divertido al mismo tiempo, o una sobrina tierna y curiosa. Uno de los orgullos más grandes de mi vida es ser egresado de la mejor universidad del país, algo que no solo decimos antiguos estudiantes nostálgicos, sino los reportes internacionales en la materia.
Si bien en 1826 en plena Gran Colombia se decretó la primera universidad pública y estatal (Universidad Central de la República), solo esta idea se concretaría en 1867 cuando el país se denominaba los Estados Unidos de Colombia y el presidente era el militar y médico Manuel María de los Santos Acosta, mediante la Ley 66 del Congreso de la República que se fundamentaba en un proyecto del liberal José María Samper. En medio de controversias políticas, surgía la universidad de todos los colombianos, una idea progresista para tiempos de conflicto.
El momento mundial era propicio, 1867 fue un año fecundo, nacían el poeta Rubén Darío, el músico Arturo Toscanini, el arquitecto Frank Lloyd Wright, el pionero de la aviación Wilbur Wright, la gran científica Marie Curie, la escuela dental de Harvard se establecía, siendo la primera en su género en Estados Unidos. En otras palabras, confabulaban genes, astros, hadas y buenos vientos para que surgieran personas e instituciones creadoras de ciencia, arte, música, poesía, elementos propios de lo que encierra el significado de universidad.
La Universidad Nacional es un espejo de Colombia, con toda su amplia diversidad, complejidades y conflictos, alegrías y llantos. La supervivencia del mejor centro educativo del país, hasta el momento ha sido guiada por el respeto, la tolerancia y el diálogo entre pares y diferentes. Sin duda, la unidad en lo diverso es lo que debe orientar la convivencia entre directivas, profesores, empleados y la razón de ser de todo centro educativo, sus estudiantes.
La Nacional ha pasado por momentos difíciles, superando enemigos que van desde los poderosos que atacan lo público para fortalecer sus intereses particulares hasta aquellos grupúsculos reaccionarios que se esconden de vez en cuando tras una capucha, apropiándose de una representación que nadie les ha conferido, cuyas patéticas y poco creativas manifestaciones, siempre le dejan a la universidad una injusta y negativa publicidad.
La universidad es nacional, no es popular, una distinción necesaria que no todos entienden, pues algunos consideran que es la alternativa para quienes no cuentan con los recursos para acceder a la educación superior en instituciones privadas de alto costo. Es un imperativo categórico la existencia de educación de máxima calidad a precios accesibles para todos, pero que este argumento no sea malinterpretado para permitir la mediocridad. El deber ser del Alma Mater es la excelencia académica e investigativa. A la Universidad Nacional llegan los mejores, no los más ricos o los más pobres, ni los de un estamento, región, partido político o religión particular. La única discriminación que debe defenderse a ultranza es la de la excelencia académica.
Qué legado deja el paso por la Universidad Nacional a sus estudiantes? Aparte de conocimientos y experiencias, resalto dos condiciones que pueden ser valores o estados del alma, el sentido crítico y la honestidad. El sentido crítico debe prevalecer siempre, el no conformismo con el estado de cosas pero sobre todo con el actuar de uno mismo. En cuanto a la honestidad, siempre vi el ejemplo de maestros y funcionarios universitarios, del actuar pulcro con los recursos del Estado, algo que debería ser natural, pero que en estos tiempos de la corrupción rampante, se convierte en rara avis.
En mi caso, además, me dejó el placer de ser un transeúnte por los espacios del campus en la ciudad universitaria, que aparte de los edificios declarados monumentos de la nación, resultan un oasis verde dentro del agitado centro de la capital colombiana. La Universidad Nacional, mi lugar favorito de Bogotá, indispensable en cualquier guía de turismo colombiana.
Para el ocasional visitante, o residente permanente de la capital, no hay mejor programa un sábado en la tarde que escapar del tráfico vehicular y disfrutar la música de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, también de aniversario (cincuenta años), en el auditorio León de Greiff, el principal escenario de esa joven universidad que apenas cumple sus primeros ciento cincuenta años.
Feliz sesquicentenario, querida Universidad Nacional de Colombia!
Dixon Acosta Medellín
(Egresado de la Universidad Nacional como Dixon Moya).
En Twitter sigo a mi Alma Mater como @dixonmedellin
Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)
Advenedizo extraviado en la dimensión desconocida. Alguna vez aspirante a diletante cronopio y decantado en aceptable fama. De los pecados, errores y calamidades cotidianas me rescata Patricia, incondicional compañera. Cuando salgo del espejo de Alicia, me pongo corbata, apellidos de pila e intento aplicar lo aprendido en la Universidad Nacional de Colombia y otros gratos centros de estudio, en la diplomacia. Estuve en el desierto y ojalá pudiera dejar huella.
En horario no laboral me pueden ubicar en Twitter:
@dixonmedellin