La Flauta Silente, la película hippie de las artes marciales.
A mi amigo Gerardo Sánchez, a quien no le gustan este tipo de películas. La Flauta Silente era el título original de El Círculo de Hierro (1978), como se conoció finalmente esta película, inspirada en una historia original del mítico Bruce Lee, que no es sólo un filme, como se esperaría, de peleas de karate, kung fu…
A mi amigo Gerardo Sánchez, a quien no le gustan este tipo de películas.
La Flauta Silente era el título original de El Círculo de Hierro (1978), como se conoció finalmente esta película, inspirada en una historia original del mítico Bruce Lee, que no es sólo un filme, como se esperaría, de peleas de karate, kung fu o alguna otra disciplina de las artes marciales, porque va mucho más allá. Es una cinta de fantasía, recogimiento e incluso un toque de ciencia-ficción porque insinúa un viajero en el tiempo. En esta crónica cinéfila, utilizaré el título original de la cinta, además porque la madera liviana de la flauta, se acerca más al espíritu de esta historia, que el pesado hierro.
Antes de abordar la reseña, no podemos olvidar el contexto en que fue concebido el guion y finalmente cuando fue llevada a la pantalla, a finales de los sesenta y setenta respectivamente, cuando la influencia hippie, marcaba la literatura y las artes de la época. En algún momento de la década prodigiosa Bruce Lee, Stirling Silliphant (guionista de En el Calor de la Noche, 1967) y el actor James Coburn se sentaron para esbozar la historia de Cord, el buscador, un combatiente de artes marciales que anhela encontrar a Zetan, un sabio que custodia el libro que contiene el conocimiento universal.
Ahora bien, para el rol de Cord, inicialmente Lee pensaba en Steve McQueen, pero al final quien se interesó fue Coburn, mientras que el ídolo de las películas de artes marciales se reservaba los papeles de cuatro personajes (o de uno con varias manifestaciones), que no sólo representaba un reto físico, sino actoral, a saber, el hombre ciego (quien toca la flauta silente), el hombre-mono, Chang-Sha (líder de una tribu de beduinos) y la Muerte. Como dato curioso, Bruce Lee se reunió en Suiza con Roman Polanski, con la esperanza que dirigiera el proyecto.
Al final, los roles protagónicos, los interpretaron David Carradine, quien hace una más que digna demostración de versatilidad actoral y Jeff Cooper, actor canadiense, quien encarna a Cord, en lo que sería el papel de su vida, aparte de su protagonismo en Kalimán, el hombre increíble, una superproducción mexicana de 1972, sobre un héroe radiofónico y de historietas, un fenómeno cultural que hizo la delicia de los latinoamericanos de varias generaciones, entre los cuales, me incluyo.
El único papel femenino de importancia de la película es Tara, una de las esposas de Chang-Sha, responsable de seducir al célibe Cord, quien se enamora de ella, pero la pierde, al ser sacrificada por el guerrero beduino, es interpretada por la bella actriz británica Erica Creer, en lo que prácticamente fue su debut y despedida. Creer fue seleccionada en el momento en que una tal Susan Sarandon, rechazó el papel en el último minuto. Otro dato curioso, es que la flauta que toca David Carradine, cuando aparece como el hombre ciego, es la misma que el actor usa en Kill Bill: Voumen 2 (2004).
Como mención especial, aparecen tres leyendas cinematográficas. El algo olvidado Roddy McDowall, el inmenso Christopher Lee, aunque si yo hubiera sido el director, le habría dejado la barba, que luciría muchos años después en El Señor de los Anillos, aquí la verdad luce algo desdibujado. Finalmente, Eli Wallach, en un momento inolvidable, que destacaré más adelante.
La película fue un fracaso en taquilla y destrozada por la crítica, pero como suele suceder con algunos filmes, luego de su lanzamiento en otras versiones como DVD o Blu-ray, comenzó a considerarse de culto, especialmente entre aquellos seguidores de las filosofías orientales. Dirigida por Richard Moore, quien fue lo que se llama en inglés, un cinematógrafo, es decir un director de fotografía, algo que se nota en la gran prelación que tiene la imagen, incluso sobre la dirección de actores, en donde, al parecer Carradine cargó con la responsabilidad. Carradine había adquirido los derechos de la historia, tras la muerte de Bruce Lee, aprovechando su celebridad con la serie televisiva Kung Fu (1972 – 1975), otra herencia de Lee.
En cierta forma La Flauta Silente es la Easy Ryder (1969) de las películas de artes marciales, con un inconfundible aire hippie, meditación y filosofía zen. Rodada en espectaculares locaciones de Israel, tiene escenas del desierto que recuerdan a la versión fílmica de El Principito (1974). Si tan sólo, fuera por una escena inolvidable que rescata la película (uno de esos momentos que se destacan al final del programa español Días de Cine), sin dudarlo, le dejaría al lector el instante en que el gran Eli Wallach se encuentra medio sumergido en un inmenso caldero lleno de aceite, en donde purga su tendencia a la lujuria y sostiene uno de los diálogos más interesantes y divertidos con Cord, el buscador, con una fotografía resplandeciente.
A pesar de las críticas en contra, sinceramente creo que se le debe dar una nueva oportunidad a esta película, que transpira el espíritu de Bruce Lee, un artista tan complejo como interesante, a quien le debemos que las artes marciales lograran un estatus de calidad, no sólo como deporte, sino como expresión de arte cinematográfico y pensamiento alternativo. Aunque muchos no han visto La Flauta Silente, indirectamente ya presenciaron su final, que fue recreado en Kung Fu Panda (2008). Por todo lo anterior, invito a los ocasionales lectores para rescatar del olvido a La Flauta Silente o El Círculo de Hierro, como prefieran.
Dixon Acosta Medellín
En lo que sigo llamando Twitter, me encuentran a la hora del recreo como @dixonmedellin
Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)
Advenedizo extraviado en la dimensión desconocida. Alguna vez aspirante a diletante cronopio y decantado en aceptable fama. De los pecados, errores y calamidades cotidianas me rescata Patricia, incondicional compañera. Cuando salgo del espejo de Alicia, me pongo corbata, apellidos de pila e intento aplicar lo aprendido en la Universidad Nacional de Colombia y otros gratos centros de estudio, en la diplomacia. Estuve en el desierto y ojalá pudiera dejar huella.
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