
A Patricia, artista y compañera.
Nota preliminar: El siguiente texto fue publicado originalmente como editorial de la edición No. 2 de la Revista Cosmocápsula (febrero de 2010), primera publicación de ciencia-ficción en Colombia, en estado de hibernación actualmente.
Al igual que el pecado original, la ciencia-ficción moderna fue iniciada por una mujer. La escritora Mary Shelley con su novela “Frankenstein o el Moderno Prometeo” (1818), inauguró un género capaz de imaginar situaciones extraordinarias, pero con un fundamento científico racional. El monstruo creado por el enfermizo genio de Frankenstein no es producto de la magia, no se trata de un milagro ni de la fantasía inexplicable, sino de un experimento científico, sobre el cual la autora no sólo describe su realización sino que reflexiona sobre sus consecuencias e impacto social, adelantándose a todo el debate ético que la clonación y la manipulación genética ha provocado en esta época turbulenta.
Pero si aún existieran dudas de la importancia de Mary Shelley en este particular género literario, estas se disiparían al descubrir que ella es autora de la novela “El último hombre” (1826), un relato apocalíptico cuyo argumento es una sociedad futurista de finales del siglo XXI, en donde una plaga ha asolado el mundo, hasta dejar al último sobreviviente. Como se observará la señora Shelley resultaría ser pionera también del subgénero apocalíptico que ha sido recreado en diversas variantes por otros novelistas y directores cinematográficos contemporáneos.
Escritoras destacadas del género han sido la socióloga y feminista estadounidense Charlotte Perkins Gilman quien es autora de “Herland” traducida en algunas ediciones como “Dellas, un mundo femenino” (1915), con un argumento que muchos hemos asumido en algún relato perdido, una sociedad conformada sólo por mujeres, así mismo Andre Norton la “Gran Dama de la Ciencia-Ficción y la Fantasía”, con una prolífica obra de más de cien novelas. De igual forma Thea Von Harbou, guionista y escritora alemana cuyo genio se vio nublado por su militancia en el nazismo, fue la creadora de “Metrópolis” (1926), obra que fue llevada al cine por su esposo, Fritz Lang, la novela plantea en un escenario de alienación, la dicotomía femenina en el imaginario masculino, el pecado y la redención, la maldad y la nobleza. Se han dado casos de vocaciones tardías como Miriam Allen deFord, quien a los sesenta y dos años escribió su primer cuento y continuó escribiendo hasta los ochenta y seis ó Margaret St. Clair.
En la dilatada historia del género han brillado nombres como los de Ursula K. Le Guin con novelas como “La mano izquierda de la oscuridad” (1969) ó “Los desposeídos”. No puede olvidarse que la premio Nobel de Literatura 2007, Doris Lessing, dentro de su vasta obra ha escrito varios títulos de ciencia-ficción como los cinco volúmenes de “Canopus en Argos” (escritos entre 1979 y 1983), en donde plantea la divergencia entre los conceptos de hombre y mujer, así como la reciente novela “The Cleft” (La Grieta, 20007). En el mundo literario anglosajón, aparecen nombres como Kate Wilhem, Joanna Russ, Marion Zimmer Bradley, Joan Vinge, Vonda McIntyre, Judith Merrill, Alice Bradley Sheldon, quien escribió durante mucho tiempo con el sobrenombre masculino de James Tiptree, Octavia Butler, escritora afroamericana, Pat Cadigan llamada la “Reina del Cyberpunk” y muchas más.
Dentro de la relación de mujeres autoras de ciencia-ficción, no incluyo a la popular escritora británica J. K. Rowling, creadora de la serie “Harry Potter”, obra de fantasía mágica, pero su historia personal debe ser inspiradora no sólo para las mujeres, sino para todos aquellos que tienen el sueño de ser escritores.
En nuestro idioma castellano, la lista de autoras dedicadas a la ciencia-ficción se reduce bastante. Algunos han insinuado que Sor Juana Inés de la Cruz inició el género con un poema especulativo llamado “El Primero Sueño”. En España, actualmente Elia Barceló, filóloga y profesora es la escritora más destacada del género con novelas como “El mundo de Yarek”, “El vuelo del hipogrifo”, con la presencia de autoras y divulgadoras del género como Lola Robles y Pily B., se dio el caso de María Guera quien junto a su hijo Arturo Mengotti, escribieron ocho relatos en la legendaria revista “Nueva Dimensión” para luego desaparecer.
En nuestro continente la argentina Angélica Gorodisher está a la cabeza de cualquier selección con de títulos como “Kalpa Imperial” y el libro de relatos “Trafalgar”. En México, Marcela del Río Reyes sobrina-nieta del gran Alfonso Reyes, es responsable de la novela “Proceso a Faubitten” con prólogo de Ray Bradbury. Más recientemente el caso de la novelista cubana Daína Chaviano, exiliada en Estados Unidos, quien ha logrado reconocimiento por su obra, así como la escritora peruana Tanya Tynjälä. Recién me entero que en Costa Rica hay una interesante producción femenina, durante el año 2009 se editó en ese país “Posibles Futuros, Cuentos de Ciencia Ficción”, en la cual se encuentran cuentos de seis autores costarricenses de los cuales tres son mujeres, Laura Casaca Núñez, Jessica Clark y Laura Quijano Vincenzi quien ha publicado al menos cuatro libros entre novela y relatos de ciencia-ficción, iniciando en 1995 publicó la novela “Una sombra en el hielo”.

En el caso de Colombia, la primera obra de ciencia-ficción también fue fruto de la imaginación femenina, la extraordinaria Soledad Acosta de Samper y el relato “Bogotá en el año 2000” (1905), en el cual crítica lo que ella percibía como ciertas costumbres demasiado liberales para su gusto, aunque empleara el recurso onírico para explicar su especulación futurista. No puede olvidarse a María Castello y su cuento “La tragedia del hombre que oía pensar” (1935) incluido en la primera antología de ciencia-ficción colombiana, “Contemporáneos del Porvenir”.
Entonces viene la pregunta, por qué aparentemente existe la convicción que las mujeres no escriben ciencia-ficción, si al menos los ilustres antecedentes afirmarían lo contrario. La verdad es que actualmente los argumentos que se esgrimieron en el pasado, sobre las limitaciones para las mujeres en materia de creación literaria, no tendrían el mismo peso específico, es decir, el difícil acceso de las mujeres a la educación (en el caso colombiano la mayor parte de la población universitaria colombiana es femenina), ó la censura de la sociedad a las mujeres escritoras.
La duda se vuelve apremiante en el caso de Colombia. No aparece una escritora contemporánea que se dedique de lleno al género, de hecho nunca la hemos tenido, sólo apariciones espontáneas, siendo más visitada la fantasía, género que considero emparentado (pariente lejano en realidad) con la ciencia-ficción pero que en el imaginario colectivo tiende a confundirse. Es más frecuente encontrar relatos femeninos fantásticos como en el caso de la gran Laura Restrepo ó de la escritora y crítica Carolina Sanín, y no puede olvidarse esa variante romántica del realismo-mágico que ha explorado Ángela Becerra. Pero en materia de ciencia-ficción no parece haber mucho interés por nuestras escritoras.
Buscar explicaciones a esta circunstancia, no resulta fácil, porque podríamos caer en la tendencia facilista (y machista) de expresar que las mujeres no gustan de la ciencia, ni de los argumentos racionales para explicar una situación extraordinaria y simplemente se decantan por lo facilista. Personalmente me atrevo a suponer que en su afán de ganar reconocimiento y respetabilidad a nuestras escritoras (al igual que a muchos autores hombres) no les interesa ser relacionadas con un género considerado menor, que ha sido identificado como “no realista” en el sentido de inmaduro, infantil e incluso absurdo.
En el caso de “Cosmocápsula” hay claros ejemplos del interés femenino por el género de ciencia-ficción. En el primer número de la revista tuvimos en el Consejo Editorial a la escritora y divulgadora Tamara Gutiérrez, uno de los mejores relatos de esa edición fue coautoría de la escritora argentina Laura Ponce. En el actual número, incluimos un relato de la escritora española Carmen Frontera, aunque discutible si corresponde o no al género, motiva interesante reflexión. De igual forma, la imagen que ilustra y presenta esta segunda edición es obra de Nela Marín, extraordinaria artista e ilustradora costarricense, quien dentro de su maravilloso trabajo se ha decantado por las obras de corte infantil y juvenil.

Antes de terminar debo aclarar que la primera línea del presente texto sólo pretendía ser un anzuelo provocador. No creo en la culpabilidad del pecado original por parte de una mujer, esa idea que sustenta el relato bíblico, tiende a ser una de las tantas proyecciones masculinas de su propia frustración, miedo e incomprensión ante lo femenino, al igual que un justificante político de los regímenes de los hombres. Está más que comprobado que la mayoría de “pecados” como la guerra y la corrupción política son en su mayoría acciones masculinas, la naturaleza de la mujer es la creación no la destrucción.
Como aspiración personal, espero que el presente texto sirva de acicate, de estímulo, a todas aquellas mujeres que gustan de la ciencia-ficción, especialmente en Colombia, para que se animen a escribir relatos y los envíen a esta revista, pues afortunadamente Internet ofrece una alternativa frente a la otra tradicional limitante, el difícil acceso a editoriales ó revistas de papel especializadas en el género. En nuestro caso, “Cosmocápsula” siempre tiene la puerta abierta a quienes sueñan los futuros posibles, si consideramos que los imposibles no existen.
Dixon Acosta Medellín
En Twitter a ratos leo C-F de todos los géneos como @dixonmedellin