Líneas de arena

Publicado el Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

Fernando Botero, 90 años de arte en plenitud.

 

Fernando Botero

 

Nota preliminar: El Maestro Fernando Botero, genio universal, cumple 90 años el 19 de abril. Desde aquí, propongo que llevemos una flor en donde se encuentre una obra del artista colombiano, para celebrar su cumpleaños. Reproduzco una columna de opinión, publicada en “El Correo del Golfo”, con el nombre de pila de su autor.

Un ciudadano de cualquier país del mundo, no necesariamente experto en arte, puede reconocer la autoría de una obra de Fernando Botero si la ve, esa es la mejor prueba del carácter universal alcanzado por este artista colombiano, que cumple el 19 de abril, noventa años de vida. Los legos en la materia, dirán con algo de gracia, que se trata del pintor de gorditos, mientras que los especialistas hablarán sobre un estilo único que privilegia el volumen y el color. No soy experto, pero intentaré dar un boceto (a propósito del tema) sobre este genio de la pintura y escultura.

En la década del treinta del siglo XX en Colombia, el eje de la producción artística plástica colombiana se trasladó de la capital Bogotá hacia Medellín, segunda ciudad del país, en donde al mismo tiempo despuntaba la producción industrial, particularmente textil. Gracias a la urbanización y los nuevos valores, recursos y problemas surgidos en una sociedad que iba perdiendo carácter rural, se facilitó el surgimiento de artistas plásticos, en particular de un grupo que fue bautizado con el nombre de una diosa indígena, Bachué, cuyos máximos representantes fueron Pedro Nel Gómez (1899 – 1984) y Débora Arango (1907 – 2005).

Fernando Botero nace en Medellín en 1932, cuando termina sus estudios secundarios, fue inscrito en una escuela de tauromaquia, pues se proyectaba como torero, pero un accidente le hizo desistir de esa primera inclinación y se decantó por el arte, en el cual fue autodidacta primero y luego académico. Su primera manifestación pública fue en el dibujo, los primeros trabajos conocidos son las ilustraciones para el suplemento literario del periódico “El Colombiano” de su ciudad natal en 1948.

Botero se trasladaría a Bogotá para exponer acuarelas y óleos y más tarde viajará a Europa, específicamente a Florencia, París y Madrid en donde busca en las raíces renacentistas, descubriendo a Piero de la Francesca, pintor por el cual ha rendido especial admiración. De regreso al país, es nombrado profesor de arte en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia. Un día trabajando en el cuadro de una mandolina, pintó demasiado pequeño el hueco del instrumento musical lo que aumentó las otras dimensiones, ese pequeño oscuro vacío se le convirtió, paradójicamente, en una gran iluminación.

Botero se instalaría en Nueva York a mediados de los sesenta, en medio de dificultades económicas pero seguro de su capacidad, allí desarrolló el estilo que lo ha convertido en uno de los mayores artistas conocidos, un estilo que mezcla inocencia, recreación clásica y cierta versión en pintura del realismo mágico que García Márquez expresa en la literatura, sin decir que exista una dependencia, quizás un diálogo entre pintura y literatura, entre estos dos genios colombianos.

A pesar de vivir en metrópolis sofisticadas, Fernando Botero no deja de tratar temas conocidos, algo provincianos, que para los extraños significaba descubrir el colorido tropical, para él representaba el mundo de sus recuerdos, infancia y juventud, bodegones, calles de pueblos sencillos, personajes emblemáticos como religiosos, militares, prostitutas. Aunque en su extensa producción artística ha tratado temas clásicos, históricos, pero también de denuncia, especialmente contra la guerra, la violencia o la injusticia.

Desde la década de los setenta, Botero complementa su labor pictórica con la escultura, con grandes obras, en donde expresa lo que logró en las dimensiones lineales de los cuadros, rescatar el volumen, la plenitud que le garantiza jugar con texturas, aunque en su trabajo escultórico se privilegia la forma, el tamaño. Estos colosos forjados en su taller de Pietrasanta (Italia), se han expuesto al aire libre en las principales ciudades del mundo, facilitando que las personas gocen de su arte sin la limitación de las paredes de un museo.

Juan Carlos Botero, escritor y columnista reconocido en Colombia e hijo del artista, ha aclarado en diversos momentos que su padre no pinta “gordos” como mucha gente supone, se trata de exaltar el volumen de los sujetos y objetos de interés del artista, que le permite tener una coherencia artística, plasmando su propia distorsión de la realidad, dando sensualidad a los objetos más inertes y permitiéndole aplicar más color en los espacios.

El Maestro Botero goza de algo que pocos creadores han logrado, el reconocimiento y el éxito en vida, un artista contemporáneo que ha inspirado libros y películas, como el documental “Botero” (2018), dirigido por Don Millar, que recomiendo ampliamente y en donde el mismo creador o sus allegados, narran aspectos claves de su vida y obra, como su hija, Lina Botero, una de las productoras del documental, quien ha desarrollado una interesante carrera en el cine y la televisión.

Fernando Botero ha estado presente en museos y galerías del mundo entero, como aquella exposición que se celebró en Qatar en 2014 y a la que tuve el honor de asistir, por mi trabajo diplomático. Fue emocionante comprobar el interés del público de la península arábiga por el trabajo del genio colombiano. Botero es un trabajador permanente e inconforme, que nunca ha considerado su obra como concluida. Un detalle que finalmente deseo destacar es la generosidad del artista con su país natal, cientos de obras que ha donado de su colección particular. Un invaluable conjunto de pinturas y esculturas que se puede observar en museos acondicionados especialmente en Bogotá y Medellín.

Espero que este artículo, modesto homenaje en los 90 años de vida del Maestro Fernando Botero, sirva como invitación a propios y extraños, para visitar en Colombia o en el mundo, las exposiciones permanentes de sus obras, exhibiciones con el sello de uno de los artistas más importantes de la historia. Deberíamos llevar una flor a los museos o las calles del mundo, en donde repose una obra del Maestro Botero, el reconocimiento al artista en vida y que él reciba el cariño de todos. Se lo merece el máximo exponente del arte en plenitud.

Dixon Acosta Medellín

En Twitter recorro museos virtuales como @dixonmedellin

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