
Respetados Señores de la Real Academia Española:
Reciban un atento saludo de este lector, quien les escribe nuevamente, como en cada aniversario del nacimiento del escritor colombiano Gabriel García Márquez (6 de marzo de 1927), el más reciente clásico de la lengua castellana. García Márquez –familiarmente Gabo-, no solo es importante por dar a luz obras literarias de valor inconmensurable, sino por transformar al propio lenguaje, tanto el de ilustrados académicos como ustedes, así como el de legos ciudadanos, algunos que sin haberlo leído, no han sido ajenos a su influencia.
Quizás el mayor triunfo de un escritor es hacer la transición a palabra, convertirse finalmente en un término usado en un texto o en el habla cotidiana. Transmutarse de sujeto a verbo, terminar no en el cielo ni en infierno, sino en el diccionario. Es la mejor compensación, igual o mayor que ganarse el premio Nobel. Así la definición quede incompleta y en ocasiones sea injusta con el autor que la inspiró como puede ser el caso de los términos dantesco, kafkiano o maquiavélico, o algunas de sus interpretaciones. De todas formas, ser habitante del habla de las personas es el mejor homenaje para alguien que ha vivido de la palabra.
Así como se rinde el homenaje eterno a Cervantes, cuando se dice de alguien o algo que es quijotesco, como sinónimo de idealista, no exento de cierto grado de locura. De la misma forma, deseo proponerles que consideren autorizar en próxima edición del Diccionario de la Lengua Española, los términos macondiano y garciamarquiano, sobre los cuales dejo unas sugerencias para posibles definiciones. Son apenas posibilidades, para motivar la discusión entre ustedes los académicos.
Macondiano: Relativo al pueblo ficticio denominado Macondo. Universo literario de tramas y personajes que aparecen en algunas obras del autor colombiano Gabriel García Márquez. Dícese de situaciones o casos de apariencia fantástica o increíble pero de naturaleza auténtica.
Garciamarquiano: Dícese del estilo literario utilizado en narrativa y basado en un derroche verbal, construcción poética e imágenes fantásticas vigorosas, característico del escritor Gabriel García Márquez. Se deriva del realismo mágico, pero difiere de este en que se trata de la presentación de hechos históricos o ciertos, pero de manera que parecieran fantasiosos.
Hace algún tiempo en Italia ocurrió una bonita historia, sobre las nuevas palabras. A un niño en desarrollo de una tarea escolar, se le ocurrió una nueva palabra, “petaloso” para describir a una flor (que en italiano es masculino), la cual tuvo tanta acogida que incluso el Primer Ministro de ese país la destacó y la Academia en Italia expresó que está bien construida desde el punto de vista lingüístico, solo faltaba que fuera utilizada por la gente, lo que generó todo un movimiento en redes sociales y medios periodísticos para su divulgación.
En el caso de “macondiano” y “garciamarquiano”, son términos que se vienen utilizando desde hace varios años, incluso por intelectuales y escritores, aparte del público en general. Apreciados Académicos, pueden hacer una sencilla prueba en ese moderno oráculo llamado Google, comprobarán el uso extendido de estas palabras.
Creo que esto ya lo había propuesto alguna vez, un colega de ustedes, el escritor, periodista y académico colombiano de la lengua, Daniel Samper Pizano, al evidenciar que los dos términos referidos, son del uso frecuente tanto de intelectuales como de profanos, y que terminan siendo sinónimos de lo maravilloso contradictorio, del llamado realismo mágico. Sin olvidar que García Márquez ha impactado en la comunicación corriente, cuando se utiliza o se parafrasea la expresión “crónica de una muerte anunciada” para referirse a algo previsible haciendo uso del título de la novela del autor colombiano.
Otro gran escritor colombiano, Héctor Abad Faciolince, opinó en alguna columna en el periódico bogotano El Espectador que “no hay nada peor, en una lengua, que intentar patentar una palabra, como si esta pudiera tener dueño y señor. Una palabra solamente se acaba de inventar cuando la gente la usa…”. En efecto, no deseo pretender ser el “inventor” de los términos referidos anteriormente, simplemente soy testigo de su uso extendido.
Ojalá esta propuesta fuera discutida en las sesiones de la Academia, deseándoles éxitos en las mismas, que resulten ser unas jornadas macondianas, es decir, que concluyan en una decisión realista y mágica. Sería además el mejor tributo para un escritor que ha llevado el español a fronteras inimaginables y en esto no soy garciamarquiano.
Agradeciendo su amable atención, me despido cordialmente,
Dixon Acosta Medellín (identidad literaria de Dixon Moya)
En Twitter aprendo palabras como @dixonmedellin