Nota preliminar: Rescato del baúl de los recuerdos, una crónica escrita en 2002, iniciada en Mar del Plata, Argentina y terminada en Bogotá, Colombia, originalmente firmada con mi nombre de pila (Dixon Moya). Texto que mezcla diplomacia, migrantes y cine, como forma de celebración de la vida del Maestro Jorge Alí Triana, quien cumple años hoy 4 de abril, dramaturgo, guionista y director de teatro, televisión y cine, recordando especialmente Bolívar soy yo (2002).

A los compañeros latinoamericanos del XXIV Curso, hermanos de historia y afecto.

Cuando llegué a Mar del Plata, Argentina, supe que Alfonsina Storni se había ido, se había ido a su último y definitivo puerto, en caminata bajo el agua. Así es Mar del Plata, lugar al cual llegan los mortales y se van las sirenas, vestidas con algas verdes del océano. Por mi parte, a pesar de los cantos y poesías, estoy demasiado anclado en tierra y no sé nadar. El temor suele ser mayor al deseo.

Desde el 6 hasta el 22 de marzo de 2002, Mar del Plata fue sinónimo de migraciones, no me refiero a las oleadas de personas que invaden esta ciudad ubicada a orillas del Océano Atlántico para gozar del verano. No, aludo al entrañable Curso Interamericano sobre Migraciones Internacionales, realizado cuando por aquellos días la estación cambiaba del agobiante verano al sorprendente otoño, con sus repentinas oleadas de frío, en medio del calor que se resistía a irse y la humedad siempre presente. Mar del Plata aparte de ser refugio de turistas y lobos marinos, quienes al igual que los humanos migran en ciertas temporadas al año, es conocida dentro y fuera de Argentina por su festival de cine, que en esta oportunidad llegaba a su XVII edición, salpicada por la crisis económica generalizada en el país, que obligó a mucha austeridad en las ceremonias de inauguración y cierre, visible en la ausencia de estrellas internacionales. 

Jorge Alí Triana dirigiendo Bolívar Soy Yo.

El  XXIV Curso Interamericano sobre Migraciones Internacionales, organizado anualmente por la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), contó en esta oportunidad con representantes de quince países latinoamericanos, su rasgo fundamental fue la exigencia académica, con dedicación total, ya que transcurrió durante mañana y tarde, dejando sólo la noche como única opción para conocer la ciudad, sus casas de piedra gris y madera fina, o quizás sorprender a los amores furtivos frente a restaurantes y boliches. La primera opción era el festival de cine, así que cuando supimos de la presentación de la película colombiana “Bolívar soy yo”, no dudamos en asistir, por lo menos los representantes de lo que alguna vez fue la Gran Colombia. Así la noche del miércoles 13 de marzo pasadas las siete de la noche, arribamos al Teatro Auditorium, un poco tarde pues la película llevaba unos segundos de ser proyectada. Luego nos sumergimos en una historia, en donde la ficción parece mezclarse con la realidad y el juego de roles adquiere su máxima expresión.

Amparo Grisales y Robinson Díaz en Bolívar Soy Yo.

Santiago Miranda, actor principal de una telenovela basada en los amores del Libertador Simón Bolívar y Manuelita Sáenz, decide rebelarse ante la versión bastante libre del guión televisivo, que incluso cambiaba la forma de morir del héroe latinoamericano, con el fin de subir el “rating” de audiencia. El artista quien tiene su propia versión del personaje que interpreta, escapa de la tiranía del libretista, director y productores en un arrebato de paroxismo, donde actor y personaje se confunden creando un problema de doble personalidad. De igual manera, no aguanta la manipulación de políticos y militares que usan y abusan de su popularidad en cuanto acto público organizan. En uno de esos eventos, cuando el actor parece haber recuperado su cordura, decide reclamar a los presidentes andinos por traicionar el ideal bolivariano, el episodio se resuelve de manera sorpresiva, cuando Bolívar/Miranda posesionado de su personaje secuestra, pistola en mano, al presidente colombiano y pide un barco como solicitud inicial. Podría decirse que Bolívar desanda sus pasos, regresa de la muerte en Santa Marta y recorre en sentido inverso el Río Magdalena, e intenta volver a Bogotá, ciudad fría e intolerante, que lo expulsó con improperios e ingratitud. Pero la travesía es una metáfora de la Colombia actual, con la presencia paradójica de la miseria e injusticia revestidas de alegría y esperanza, en la ribera del río, y la intempestiva llegada de un comando guerrillero.

Fotograma de Bolívar Soy Yo.

El escenario final se produce en la Quinta de Bolívar en Bogotá, a donde Simón/Santiago/Robinson ha llegado en helicóptero con Manuelita/Alejandra/Amparo, su rehén y el singular séquito que lo acompaña. No comentaré el desenlace, aunque es predecible porque es consecuente con nuestra historia reciente. Lo que deseo señalar fue la inmensa emoción al sentir la reacción de los asistentes en aquel precioso teatro, un largo y sostenido aplauso del público marplatense, que había tenido un arranque igualmente emotivo, cuando se mencionó en la segunda mitad del filme, que una de las propuestas del Bolívar encarnado era el no pago de la deuda externa. Esta es una de las claves de su éxito, es una película vigente y oportuna para nuestro momento. Los argentinos sumidos en una crisis económica jamás vista, los colombianos en medio del remolino del conflicto eterno, todos nos identificamos con la puesta de escena y sobre todo con el personaje del líder que perdimos por nuestra miopía, egoísmo y ambición. Hay otra virtud, el elemento humorístico, que aparece sin afectar el sustrato dramático, aparecen muestras de comicidad inteligente, lo cual no es frecuente en Jorge Alí Triana, quien nos acostumbró a representaciones lóbregas, por su carga trágica (Edipo Alcalde, Tiempo de Morir).

Cuando nos retirábamos de la sala, descubrimos la presencia del Director y su Actriz, Jorge Alí Triana, el creador y Amparo Grisales, la diva. A Triana lo saludaban unos pocos conocedores, en cambio la Grisales estuvo rodeada por largos minutos por quienes deseábamos verla, tener un autógrafo y robarle un beso. En medio de algunos jóvenes y muchas personas de la tercera edad (la presencia activa de viejos, es una característica de las ciudades argentinas), los migrantes académicos logramos saludar a quien prestó sus curvas para representar a la Libertadora del Libertador (aunque dudo que Manuelita tuviera semejante contorno), un par de líneas cerca de sus ojos, delataba su madurez contenida en su eterna juventud. Lamentablemente no se encontraba Robinson Díaz, quien en buena medida es el responsable del éxito de esta cinta, por su convincente interpretación. El sábado 16 de marzo, amanecimos con la grata noticia que “Bolívar soy yo”, había ganado el Ombú de Oro, máximo premio del Festival de Mar del Plata. Por primera vez se galardonaba una cinta latinoamericana en dicho festival, motivo de orgullo para los estudiantes colombianos, quines continuamos el resto del curso con una sonrisa de triunfo.

Amparo Grisales y Jorge Alí Triana en el Festival de Mar del Plata.

Mientras en las calles argentinas se multiplicaban las voces de protesta, las situaciones de mendicidad, el arte desbordado en todas sus manifestaciones, el regreso de prácticas comerciales ancestrales como el trueque, queda en el recuerdo las imágenes y sonidos (otro factor a resaltar, buena imagen y sonido) de un Bolívar, cabalgando de nuevo por las calles asfaltadas de Bogotá, repitiendo frases célebres siempre vigentes, mientras comparte un trago con un celador nocturno. 

Hay un comentario de uno de los personajes: todos los que habitamos estas tierras por donde pasó el Libertador, tenemos nuestro propio Bolívar. Es cierto, nos apropiamos de su nombre y bautizamos los más disímiles proyectos, pero ninguno sabe a ciencia cierta la terrible pérdida de su desaparición. Los grancolombianos ignoramos que tuvimos una nación en ciernes de ser potencia, transformada al final en las parcelas particulares de pequeños señores feudales quienes aportaron el sentido tragicómico a nuestra historia. Bolívar el visionario y estadista ya no existe, pero reconforta que algunos hombres del siglo XXI, intenten recobrarlo para el futuro. Como le dije al Maestro Triana, antes de despedirme, es cierto que todos tenemos una interpretación de Bolívar, en todo caso su versión es muy afortunada. 

No pretendo calificar la película, no soy crítico de cine, considero que como cualquier obra humana está condimentada por virtudes y defectos. Pero no podía dejar de compartir con los eventuales lectores, la grata experiencia de comprobar que los latinoamericanos seguimos emocionándonos frente a las mismas cosas y causas. Afuera mientras caminábamos de regreso por el malecón, presentía en medio del mar invisible, la presencia de una poetisa suicida, mientras la inconmensurable sombra de un hombre sigue arando en las olas.

Dixon Acosta Medellín 

En lo que sigo llamando Twitter sigo como @dixonmedellin y exploro el cielo azul en Bluesky como @dixonacostamed.bsky.social

Avatar de Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.