Nota Preliminar: Esta reseña cinematográfica se publica simultáneamente en El Sitio de Ciencia Ficción de España.

El título es una de las líneas promocionales de la película de ciencia-ficción Saturno 3 (Saturn 3, 1980), producida y dirigida por Stanley Donen, el gran realizador estadounidense de quien se celebró su centenario recientemente. Es una producción británica, de la legendaria compañía ITC Entertainment (Incorporated Television Company) de Lord Lew Grade, antiguo bailarín profesional de Charleston, convertido en magnate del cine y la televisión, que produjo desde series míticas como El Santo con Roger Moore, hasta películas premiadas como El Estanque Dorado (1982) o La Decisión de Sofía (1982).

Saturno 3, se soporta en los tres intérpretes protagonistas, Farrah Fawcett, Kirk Douglas y Harvey Keitel. Resulta interesante observar que en los créditos de la cinta el nombre de Farrah Fawcett, quien era el símbolo sexual del momento, aparece primero que el de Douglas, aunque en los afiches publicitarios, se le da más prelación al del actor, considerado una leyenda. Ahora bien, la película se recuerda como un fracaso, o simplemente no se le recuerda. Pero resulta interesante, darle una mirada y buscar por qué se catalogó de desastre (para el gran Keitel, el punto más bajo de su carrera). Al final, ¿qué fue lo que estuvo mal en Saturno 3?

La imagen de inicio, nos recuerda a Star Wars, aunque con un fondo más impactante, el planeta Saturno, mientras una inmensa nave, que resulta una base espacial humana, se acerca lentamente, con una fanfarria musical. La similitud con la primera película de la saga de la Guerra de las Galaxias no es casualidad, se debe a un nombre común para las dos producciones, John Barry, no el compositor británico, sino a un decorador y diseñador de producción también británico, que ganó justamente un premio Óscar, a la mejor Dirección de Arte en 1978 por su trabajo en la primera película galáctica de George Lucas. 

Decíamos que eran 3 protagonistas, pero no podemos olvidar al cuarto en historia, Héctor, un robot que ha sido traído a la base habitada únicamente por el comandante Adam (es decir, Adán, el primer hombre) y su compañera Alex, quienes aparte de colegas son amantes. Adam, interpretado por Douglas, probablemente le dobla en edad a Alex (Fawcett) y es consciente que su relación no tiene mucho futuro, aunque hasta el momento ha resultado idílica, pero la armonía se rompe con la llegada del Capitán Benson (Keitel) y el robot Héctor, que ayudará a incrementar la producción de cultivos hidropónicos, el verdadero propósito de aquella instalación. 

A riesgo de hacer spoilers para quien no haya visto la película, Héctor resulta ser un robot asesino, producto de la programación directa del cerebro de Benson, un desequilibrado mental que previamente mató a un colega, para emprender esta misión. Héctor, cuyo nombre se deriva del héroe troyano, muerto por Aquiles en la Ilíada, termina siendo una especie de mezcla entre Terminator y Alien, por la dificultad para ser eliminado.

SATURN 3, from left, Farrah Fawcett, Kirk Douglas, 1980, ©Associated Film Distribution

La idea de la película fue del citado John Barry, a quien se le ocurrió la historia de un thriller de ciencia-ficción de bajo presupuesto, que compartió con Stanley Donen, a quien el género no le apasionaba, pero decidió apadrinar la iniciativa, porque consideraba interesante el argumento, que no dejaba de ser una historia de amor trágica, así pasara doscientos años en el futuro, así como resultaba inquietante concebir que un robot, tuviera un cerebro humano virgen, que podía ser programado directamente por el de un humano, transmitiendo su propio pensamiento, así como su carácter.

Donen comenzó a vincular adeptos a la idea, como el escritor de ciencia-ficción Martin Amis y el magnate Lord Lew Grade, quien a su vez, compartió el guion que en ese momento tenía el título de El Ayudante (The Helper) con Farrah Fawcett, cuya participación subió el monto de la producción que fue de 10 millones de libras esterlinas, que no resultaba tan alto para las grandes producciones de Hollywood, pero sí para lo que inicialmente estimaban Donen y Grade. 

Inicialmente se pensó en Sean Connery y Michael Caine, para los roles del comandante / pareja y el capitán / intruso, pero al final fueron Douglas y Keitel. Es claro que se aprovechó al máximo la figura de Farrah Fawcett, por entonces una presencia arrolladora en los medios audiovisuales, gracias a la serie de televisión “Los Ángeles de Charlie” y sus comerciales de champú, en donde su voluminosa y sedosa cabellera salía reluciente. Se dice que Douglas, reticente a la ciencia-ficción, aceptó su participación, sólo por la oportunidad de tener escenas íntimas con Fawcett.

La película se filmó en los estudios Shepperton en las afueras de Londres, en donde se construyó el set para la base Titán, una construcción que demoró cuatro meses. Como dato curioso, para fabricar a Héctor se tomaron dibujos de Leonardo Da Vinci. El robot terminó costando un millón de dólares. Pero quizás el mayor error, fue escoger a John Barry como director, pues no tenía la suficiente experiencia y luego de pocas semanas de iniciada la producción, se retiró sin mayores explicaciones y lo sustituyó Stanley Donen. Unos meses más tarde, Barry falleció por una meningitis aguda, mientras trabajaba como director de segunda unidad en El Imperio Contraataca

Saturno 3 tuvo muchos inconvenientes, especialmente técnicos, con la fabricación y manipulación del robot. Cuando se ven los afiches publicitarios de la cinta, es frecuente ver la imagen de Farrah Fawcett vistiendo un atuendo sexi, de cuero y liguero, que nunca aparece en la película, pues correspondía a una escena onírica, que fue cortada en la edición. Una de las ideas interesantes del argumento es que los astronautas consumen con frecuencia unas píldoras llamadas “blue dreamers” (soñadores azules), con fines recreativos, que les permiten tener fantasías vívidas mientras duermen. 

El filme pudo haber sido una gran obra, pero resultó un fracaso, al final refleja lo que se vivió en el set y que el legendario productor Lew Grade, definió como la falta de experiencia de John Barry en la dirección, el ego de Kirk Douglas, la apatía de Keitel y la mediocridad de Fawcett. Hay errores inconcebibles, como escenas en donde se aprecian las sombras de los técnicos o cuando Alex es maltratada por el robot, sangrando sus muñecas y brazos, pero en el siguiente cuadro, no hay rastro de esas huellas.

Sin embargo, para rescatar me quedo con dos momentos. La escena del juego de ajedrez es paradigmática, especialmente por la reflexión que hace el comandante Adam, en el sentido que un robot nunca podría aprender, la noción de sacrificio, a diferencia de los seres humanos. La imagen final, no deja de ser inquietante, un planeta Tierra en la distancia, que a todas luces se observa diferente, mostrando continentes incompletos, algo que no está muy lejos de la realidad, cuando como consecuencia del calentamiento global y el aumento del nivel de los mares, grandes porciones del suelo firme desaparecerán. Una fotografía de nuestro futuro.

Es una lástima que Saturno 3 haya estado mal, cumpliendo la frase promocional, porque la idea era realmente buena. De todas formas, para los cinéfilos curiosos, especialmente los amantes de la ciencia-ficción, queda la invitación para que la vean y se formen su propio criterio, que no necesariamente debe coincidir con el de este comentarista.

Dixon Acosta Medellín

En lo que antes se llamaba Twitter, me encuentran a la hora del recreo como @dixonmedellin 

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