Con mi abrazo para Yolanda, Carlos Enrique, Juan Camilo y Lorna.

Nota preliminar: El presente texto se publica de forma simultánea en el periódico El Correo del Golfo, en donde el autor firma con su nombre de pila.

Resulta muy interesante, estudiar las diferentes migraciones desde Alemania a Colombia. A diferencia de los desplazamientos poblaciones europeos que se dieron en países de América Latina como Argentina, Brasil, Chile o Venezuela, en el caso de Colombia, no fueron masivos ni desde un país en concreto, pero dentro de las corrientes migratorias que tuvimos en nuestra historia, como las del Medio Oriente, o aquella romántica de japoneses que llegaron atraídos por un libro (María de Jorge Isaacs), se destacan las alemanas.

No mencionamos España, porque lógicamente los colombianos somos el resultado del mestizaje humano y cultural de españoles con los indígenas de las culturas precolombinas y los africanos, que fueron traídos a la fuerza a nuestro país, lo que ha resultado en una combinación muy rica en las artes, la música y la literatura.  

El caso alemán resulta notable, porque ha tenido varios momentos en nuestra historia que se inició durante el reinado de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, cuando al Virreinato de la Nueva Granada (hoy Colombia), arribaron exploradores como Ambrosio Alfinger o Nicolás de Federmán. Hubo toda una región entre Colombia y Venezuela denominada Klein-Venedig, arrendada por España a la compañía germana de banqueros Welser, quienes se involucraron en la búsqueda del mítico El Dorado durante el siglo XVI. Lo interesante es que algunos de aquellos aventureros se radicaron en los Santanderes y Boyacá.

Luego de la fundación de la República de Colombia, durante el S XIX comenzaron a llegar empresarios alemanes que se vincularon con el transporte fluvial, como la navegación a vapor del río Magdalena, minería y diversas empresas. Algunos nombres legendarios como el de Geo von Lengerke, vinculado al tabaco y al café en Santander o Leo Siegfried Kopp con la Cervecería Bavaria (la cual sigue siendo líder en su ramo) en Cundinamarca. Como dato curioso, la tumba de Leo Kopp en el Cementerio Central de Bogotá se ha convertido en objeto de peregrinación, pues muchos van a contarle secretos al oído de su dorada escultura.

Como saben los lectores de esta columna, Colombia fue uno de los primeros países a nivel mundial en que desarrolló la aviación comercial, Avianca es la segunda aerolínea más antigua del mundo y eso se dio, porque su primer nombre fue SCADTASociedad Colombo Alemana de Transportes Aéreos, cuando unos barranquilleros se asociaron con alemanes en 1919, anticipándose a las aerolíneas estadounidenses en el continente. 

Sin duda, el ascenso del régimen nazi en Alemania y los años previos a la Segunda Guerra Mundial, provocaron otro movimiento migratorio alemán hacia Colombia. Recuerdo este tema, a propósito de la partida del querido profesor y amigo Enrique Biermann Stolle, colombiano de origen alemán, quien publicó en 2001 un libro muy interesante titulado Distantes y DistintosLos emigrantes alemanes en Colombia, 1939 – 1945, en el cual analiza los pormenores de esta comunidad alemana que él estimaba en unos 5000 expatriados en Colombia para 1940. 

La mayoría de los alemanes residentes en Colombia eran judíos, pero también hubo simpatizantes del régimen nazi, lo que llevó al gobierno colombiano a confiscar propiedades y recluir a los sospechosos alemanes de ser simpatizantes nazis en un campo de concentración que se constituyó en los predios de un hotel en la población de Fusagasugá. El gran escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez se refiere a este hecho en su novela Los Informantes.

En los últimos años aparece la teoría del periodista argentino Abel Basti, que algunos tachan de descabellada y para otros resulta creíble, sobre la presencia de Adolf Hitler en Boyacá, incluso aportando fotografías, en una investigación histórica que de resultar cierta, sería el acontecimiento noticioso del siglo, pues desmontaría la versión oficial del suicidio de Hitler en Berlín. 

En cualquier caso, que los alemanes han sido fundamentales para Colombia, lo demuestra un solo ejemplo, la presencia del acordeón en el género musical del vallenato. Una columna reciente la dedicamos a Helmut Bellingrodt, primer medallista olímpico colombiano, barranquillero con antepasados teutones. Uno de mis mejores amigos, a quien conocí en la Universidad Distrital y luego compartimos en Editorial Norma de Carvajal, fue Hans Uarquin Hernández, un querido y recordado mono (como le decimos a los rubios en Colombia).

El profesor Enrique Biermann fue un hombre entrañable, casado con Yolanda López, investigadora quien es referente de la docencia universitaria y del feminismo en Colombia, quienes conformaron una querida familia, a la cual, le envío un abrazo sincero de sentido pésame, así como a colegas y allegados en general. Ojalá Distintos y Distantes pueda ser reeditado por la Universidad Nacional, pensando en la próxima feria del libro de Bogotá, como forma de tributo a un profesor que dejó huella en el Alma Mater.

Enrique afirma que las migraciones han coexistido con el ser humano y en buena forma, lo han definido. Lo dice luego de compartir un diálogo íntimo con su padre, siendo él un niño que le pregunta cómo era Bogotá cuando los migrantes alemanes llegaron y Werner Biermann le dice que, en el sur de la ciudad, había muchos árboles. La migración, ese trasegar que no se detiene. Notarán los lectores que hablo en presente, pues a pesar de que Enrique emprendió su último viaje migrante, para los que lo conocimos, siempre estará presente, deleitándonos con su grata compañía. 

Dixon Acosta Medellín

En lo que sigo llamando Twitter me encuentran a la hora del recreo como @dixonmedellin 

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