Quince minutos parada en la estación de Toberín, y por lo menos unas 15 personas se saltaron la baranda que se abre cuando hay sillas de ruedas o coches. Otras 10 simplemente forzaron el tubo de la entrada sin pagar pasaje. A eso sumémosle los otros que se colaron en el sistema por las puertas luego de que los buses dejaran a los pasajeros. Nadie hacia nada.
En la estación no había ningún funcionario a la vista, ni tampoco un bachiller. Una vez en el bus comenzó el desfile de vendedores ambulantes: los que hacen música, los que venden dulces, los de los esferos. Y la gente ya parecía estar acostumbrada a que se subieran y bajaran en cada estación, incluso había quienes aplaudían a los artistas.
Digamos que de Transmilenio nos habíamos acostumbrado a las filas interminables para entrar a una estación, y luego al apretuje para tratar de meterse en un bus. También a que hubiera mas de uno que no tuviera cultura ciudadana e intentara subirse antes de que la gente se bajara. Pero todo eso no lo aguantábamos para llegar rápido de un lado a otro. El Transmilenio se convirtió en símbolo de la Bogotá moderna, replicado en otras ciudades, y por todo eso la gente hacía respetar su sistema de transporte; que si mal no recuerdo tenía como objetivo revolucionar el transporte público de Bogotá, hacerlo mas limpio, amigable con el medio ambiente, eficiente, rápido, seguro y libre de vendedores ambulantes (ninguna se cumplió).
Antes, si subía un vendedor todo el mundo se miraba perplejo, pocos le daban plata y en cada estación había mas de un bachiller al que se le podía poner la queja. Los uniformados también estaban a las entradas de todas las estaciones y eran buenos dando consejos sobre donde coger el bus y cual era la ruta más fácil para llegar. Hoy la frase que se oye es que hay que tener cuidado en el Transmilenio.
La culpa es en parte del Distrito, claro, no se puede negar: falta de control, malos manejos, un sistema que colapsó. Pero la responsabilidad esta vez creo que también recae en nosotros, los bogotanos (los que nacieron aquí y los que no), y tiene que ver con nuestra falta de apropiación ciudadana. Nuestra indiferencia ante el patrimonio de la ciudad, nuestra desidia por hacer respetar lo que es nuestro y de cuidarlo, por la simple razón de que hace parte de la ciudad en la que nosotros vivimos y también en la que viven nuestras familias.
Foto: www.usergioarboleda.edu.co/
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