Las lenguas nacen, evolucionan y mueren. Nuestro mundo supuestamente globalizado cuenta con más de 6000 lenguas vivas, muchas de ellas en peligro o proceso de extinción, sobre todo las ágrafas (carentes de escritura). El castellano (español, con perdón de las regiones autónomas del territorio ibérico) vive quizá su mejor momento, con el segundo lugar en el escalafón mundial y un índice de crecimiento cuantitativo que despierta celos en los defensores de la lengua de Shakespeare.
Por otro lado, no hay buenas noticias para quienes proclaman el avance avasallador del mandarín ni para quienes lo estudian en Occidente: si bien es la primera lengua en cuanto a cifra de hablantes, no hay ningún país donde lo empleen todos sus habitantes. Adicionalmente, enfrenta el problema milenario de tener una escritura ideográfica, arcaica para el Siglo XXI frente a las escrituras alfabéticas.
La ocurrencia de los fenómenos señalados hace parte de lo que se conoce como “cambio lingüístico”, que abarca además otros aspectos sutiles, como la mutación de significado de algunas palabras, la incorporación de vocablos de otras lenguas (préstamo), el ingreso de neologismos, la alteración del orden sintáctico, etc.
Veamos tres ejemplos simples para acercarnos al concepto de cambio: 1. Las palabras lambón y lombonería fueron admitidas por la Real Academia Española como variantes usuales del verbo lamer en Colombia. 2. La palabra “nimio” dio un giro de 180 grados, al mutar su significado con el correr del tiempo, de “grandioso” a “insignificante” y 3. El sujeto gramatical está cambiando de ubicación en el orden sintáctico por presión de la lengua inglesa. En los medios leemos y escuchamos titulares de este tipo: “Con un clic, sepa cómo el Estado se gasta cada peso” (El Colombiano, 20.08.2011:20ª), “Cómo la TV acorta la vida” (El Colombiano, 30.08.2011: 7c). El orden correcto de los elementos sería: Sepa con un clic, cómo se gasta cada peso el Estado”, y “Cómo acorta la vida la TV”.
Otra modalidad del cambio está ligada al “principio de economía lingüística”, que nos induce a eliminar elementos en una palabra apelando a que, modificada, esta resulta comprensible para la comunidad usuaria. Hoy los estudiantes del cole tienen la prom en once, e incluso les graban una peli como recordatorio. Además, casi todos ellos disfrutan el finde montando la bici.
El cambio es normal. Pero si miramos el asunto por el lado negativo, nos tocará despedir esta nota con apa y vamo, en vez de apague y vámonos…
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