En Colombia, los lanzamientos audiovisuales suelen tener algo de simulacro institucional: cocteles, discursos eternos, sonrisas de cartón. Pero lo que ocurrió la noche del 18 de junio en el Museo del Chicó, quizás el centro de eventos más elegante del norte bogotano —esa Bogotá con pretensiones de Milán y alma de Santafé— fue otra cosa. Allí, entre árboles centenarios, vino tinto y frío Bogotano, La Virgen Films y Editorial Planeta presentaron Roy: De abajo hacia arriba, una serie hecha para celular, pero con ambiciones narrativas. Un formato vertical para un país que aún no termina de ponerse de pie.

La serie es una rareza en el ecosistema audiovisual colombiano: diez capítulos breves diseñados para TikTok, Reels e incluso YouTube Shorts. De abajo hacia arriba se rebela contra eso. Es un retrato íntimo, emocional, hasta incómodo, de Roy Barreras. No el senador, no el presidente del Congreso, no el político que ha pasado por diversas fuerzas políticas —sino el hombre. El niño pobre. El hijo sin padre. El sobreviviente de un cáncer. El colombiano promedio quizás…

La dirección de Mauricio Madrid acierta al no embellecer nada. Roy se mueve en escenarios cotidianos, a veces toscos, donde la violencia, el abandono y la épica del rebusque se narran sin maquillaje. Una frase suya, dicha con esa voz gruesa que a veces suena a tango, quedó flotando en el auditorio: “Colombia es una sociedad de hijos sin padre. Son las mujeres las que han sacado adelante este país”. Y en ese instante, la serie dejó de ser sobre Roy. O al menos, dejó de ser solo sobre Roy.

Porque, en el fondo, De abajo hacia arriba es también el retrato de millones: mujeres que han criado hijos en medio del fuego cruzado; adolescentes que han heredado ausencias en lugar de apellidos; adultos que no recuerdan un solo día sin incertidumbre, y que a pesar de todo, salen adelante, no es quizás esa la metáfora de nuestra historia, la del país. Es, en resumen, la biografía coral de una nación a la que le falta una figura paterna, pero le sobran matronas valientes, jefas de hogar, abuelas resilientes y tías guerreras. Si Colombia fuera una familia, sería una de esas casas donde mamá es todo: Estado, Iglesia, ley, consuelo.

Ángel Beccassino, autor del libro que da origen a la serie y estratega de narrativas políticas desde tiempos del M19, ha sido siempre un tipo difícil de clasificar. Argentino de origen, bogotano por defecto, tiene el talento de ver antes que los demás lo que será relevante, y la osadía de contar lo que los demás aún no entienden. Con su voz rasposa y su ironía, Beccassino ha reinventado muchas veces el arte de narrar la política. Esta vez no se fue por la sátira ni por la gran metáfora urbana: apostó por la verdad emocional, esa que ni el algoritmo puede ignorar.

El evento fue cálido, tranquilo y honesto a pesar del rigor del Museo del Chicó. Mauricio Madrid, Beccassino y el propio Roy estaban allí. También yo, a quien invitaron a moderar —aunque más que moderador fui testigo de un experimento: qué pasa cuando un político decide no hablarle a la historia, sino mostrar sus fantasmas, su intimidad, su familia, quizás el cine sirve exactamente para eso. Roy no evitó nada: habló de sus orígenes humildes, de la herida de no haber tenido padre, lo hizo con una sinceridad desconcertante, como si esta serie fuera su acto de redención en formato corto.

Y sí: hay algo de redención en todo esto. Pero no por el pasado, que ya está tatuado en los titulares, sino por el presente, ese territorio movedizo donde la política todavía puede conmover, y no solo manipular. La serie tiene escenas duras: niños en campos de batalla, mujeres enfrentando solas el peso del mundo, decisiones que se toman con el corazón en el estómago. Pero todo eso está envuelto en un tono íntimo, a veces poético, a veces crudo. Como si alguien te estuviera contando su historia mientras esperan juntos un TransMilenio que nunca llega.

Quizás lo que más llama mi atención es la necesidad urgente de hacer memoria en nuestro país, asumir nuestras historias, nuestros conflictos, nuestras contradicciones es el primer paso para reconstruirnos, para reconciliarnos.

El título, De abajo hacia arriba, es más que una biografía: es una tesis sobre el país, un país donde la promesa de movilidad aún está pendiente. Aquí nadie asciende por ascensor social. Aquí se trepa. Se improvisa. Y si uno tiene suerte, encuentra a alguien como Beccassino que le ayude a contarlo. Colombia está llena de Roys sin micrófono: historias que merecen ser contadas pero que no caben en las formas tradicionales. Esta serie, con su humildad visual y su ambición narrativa, es un intento por corregir eso.

No sé si Roy: De abajo hacia arriba cambiará la forma en que lo vemos. Pero sí estoy seguro de que, en un país donde la política se grita, esta serie propone algo distinto: que a veces, para entender a alguien, hay que mirarlo de cerca. Y en vertical, de abajo hacia arriba.

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