“Yo no creo que sea el estado el que vaya a cambiar a la sociedad, yo creo que es la sociedad la que va a cambiar al estado.”
William Ospina es uno de los autores más reconocidos de Colombia en el mundo, ganador del premio Rómulo Gallegos. Actualmente es candidato a la Gobernación del Tolima.
Diego Aretz: Muchas gracias William por esta entrevista. Las reflexiones sobre la política es quizás lo que más te interesa, has señalado camino y hecho preguntas a esta sociedad, y creo que Colombia ha hecho algo muy bello por Ud que es leerlo y escucharlo. Ahora ese camino se traduce en participar directamente de la política ¿Cómo lo lee usted?
William Ospina: Es un momento muy interesante e inquietante, por supuesto. Me he dedicado fundamentalmente a la literatura, la poesía, la novela y al ensayo, y en los tiempos más recientes al periodismo de opinión, una columna en El Espectador cada semana, ahora lo hago con menos frecuencia. Mi interés en la política ha sido creciente, en la política mundial, en la política continental, en la nacional, y desde hace algún tiempo algunos amigos me estaban proponiendo que aceptara ser candidato a la gobernación de Tolima. Traté de no alentarlos mucho porque en ese momento estaba terminando mi novela sobre el viaje de Humboldt por América y porque además tenía que salir a presentarla en distinto sitios, pero finalmente uno tiene que asumir compromisos y llega un momento en que le dicen “usted prefiere seguir criticado o quiere asumir algún desafío”. Me parece importante tratar de aportar temas nuevos al público, me parece que el debate político en Colombia se ha degradado y ha dejado mucho hasta volverse un certamen de injurias y descalificaciones al adversario, predicas de odio que tanto mal le han hecho a Colombia desde la violencia de los años 50. Entonces, me parece que intentar otro lenguaje, hablar en otro tono con la gente y proponer cosas que yo creo que son posibles a una región como Tolima me ha parecido importante y necesario. Por fin me sentí en la capacidad de asumir un desafío como ese, siento que algunas tareas literarias más urgentes ya las había cumplido y ahora puedo esperar un poco para seguir.
Diego Aretz: ¿Por qué una persona con su trayectoria pudiendo haber escogido espacios mucho más tradicionales, como el senado, escoge el Tolima?
William Ospina: Porque más que una iniciativa mía fue una iniciativa de la gente del Tolima. Yo soy de aquí, siento mucho amor por esta tierra, la tierra de mis mayores, aquí nací y viví en una época algunos momentos muy hermosos, y algunos muy dolorosos en la época de la violencia, y como no fue iniciativa mía, sino de la gente, pues fue de Tolima de donde me llamaron y de donde me pareció más natural aceptar esa invitación y ese llamado.
Diego Aretz: Hablemos de Colombia ¿Cómo ve al país luego de este año de un presidente de izquierda? Usted conoce la trayectoria del presidente.
William Ospina: Yo siento que en las elecciones del año pasado se expresó de manera muy nítida algo que uno podría decir que es nuevo en la historia política del país, una presencia muy grande del voto de opinión. Ya lo había habido en las elecciones anteriores, cuando Gustavo Petro queda de segundo, pero en las elecciones pasadas en primera vuelta yo diría que la gran mayoría de los votos de Petro y el 100% de los votos de Rodolfo Hernández eran votos de opinión, votos que dejaron por fuera a las viejas maquinarias políticas y viejos partidos. Ese proceso me parece que marcó un nuevo momento, yo no apoyé a Gustavo Petro en las elecciones pasadas, apoyé la propuesta de Rodolfo Hernández. Pensé, y lo dije públicamente, que ambas eran propuestas de cambio, Colombia se había inclinado por el cambio y tenía dos opciones distintas, la de Petro que venía a proponer grandes reformas históricas y legislativas; y la de Rodolfo Hernández que pensaba que para lograr grandes cambios en Colombia había que hacer un combate decidido contra la corrupción y aminorar el peso de un estado parasitario, ineficiente e irresponsable. Lo que siento es que en la primera vuelta se hizo manifiesto un voto de opinión mayoritario que vamos a ver si persiste en las elecciones siguientes, y creo que viene a significar la derrota histórica de toda la vieja política colombiana.
Ahora, respecto al gobierno de Petro. Me parece que está lleno de buenas intenciones y que las cosas que ha propuesto son necesarias, pero no estoy seguro de que los métodos para hacer esos cambios se los permitan hacer en realidad. Eso que Colombia necesita no son grandes reformas legislativas, Colombia es un país que traga leyes que no se aplican, entender que los grandes cambios son nuevas leyes en el congreso que se llegan a aprobar en un extenuante forcejeo político creo que puede significar aún más un desgaste que un avance real.
Respecto a la política de tierras me parece que, si bien hay que reformar el campo y desarrollar una gran productividad, no creo que el camino más viable sea que el Estado se gaste mucho más de lo que tiene, 60 billones de pesos, comprándolo a los terratenientes 3 millones de hectáreas y quedarse sin recursos para implantar esa productividad. No veo muy bien como agotándose todos los recursos y más del Estado para que se lo embolsen los terratenientes se va a potenciar en el tiempo la transformación del campo.
Yo pienso que sería más interesante pensar en un proyecto menos confrontativo donde los dueños de la tierra aportan la tierra, la industria la infraestructura, el estado hace la coordinación de todo eso, los campesinos aportan su fuerza de trabajo y que sea retribuida con la mayor justicia posible y que la academia aporte los estudios de mercado; ahí sí podría arrancar una revolución de la productividad donde cada quien reciba por lo que aportó en ese proceso. Lo veo más viable que lo otro que es un desgaste grandísimo y al cabo de 2 o 3 años donde no se ha logrado esa productividad los campesinos las tiene que vender a un precio más bajo que a la que el estado las compró.
Con respecto al otro gran proyecto del gobierno que es la Paz Total. Yo siempre he sido partidario de los procesos de paz en Colombia, desde Belisario Betancourt, pero crecientemente fui comprendiendo que la paz no se hace exclusivamente desmovilizando guerreros y haciendo negociaciones, siento que eso es importante, pero la gran tarea de la paz es con los ciudadanos pacíficos que son la mayoría de la población y con los que los gobiernos no dialogan y nunca abren puertas. Se ha vuelto más fácil hablar con alguien que tiene un arma en la mano que con quien no la tiene, cuando la ciudadanía que quiere trabajar pide trabajo, cuando los estudiantes que quieren estudiar piden estudio, esas soluciones no llegan nunca y en cambio los gobiernos se desvelan en un forcejeo cada vez más estéril con las insurgencias y los grupos criminales, es completamente inverosímil que se quiera hacer la paz cuando hay un negocio gigantesco montado en el que quitan un cabecilla e inmediatamente llega otro a reemplazarlo, tendrías que desmontar el negocio para desmontar a esos guerreros que son frutos de ese negocio, por lo menos las guerrillas son frutos de una ideología y a lo mejor puede haber una desmovilización real. Yo creo que algo en lo que insiste el gobierno es en que hay que desarrollar una economía legal, una productividad en la industria y en el campo muy grande, el eje central de la paz tendría que ser ese, y no el otro que puede crear mucha inestabilidad, muchas expectativas que se frustren y ya hay sectores de la sociedad que están sintiendo que ese diálogo tiende a envalentonar a las fuerzas al margen de la ley y crece la inseguridad en algunos sectores. Creo que sin descuidar esas negociaciones el proceso de abrirle puertas a la comunidad y oportunidades reales a la gente es una tarea inaplazable.
Diego Aretz: ¿Cómo lee usted a Gustavo Petro como personaje? Si usted llega a gobernar va a tener que construir con él.
William Ospina: Yo creo que Petro es un hombre muy lúcido y muy inteligente, muy valiente y comprometido con una causa que quisiera cambiar el país. Me temo que muchos años en el congreso lo han acostumbrado a esa idea santanderista de que aquí todo cambia con leyes. Yo creo que no es ese el camino, no solo no se cumplen las leyes, la mayor parte, sino que la propia constitución, la que el M-19 formó parte, una constitución que tiene más de 30 años no se cumple, basta con leer las primeras 10 líneas, la vida, la educación, la justicia, la igualdad, la convivencia, la paz; hay ocho temas que se mencionan específicamente ¿Cómo es posible que 30 años después no hayamos avanzado en ninguno de esos campos? Aquí no basta la ley, hay que echar a andar otras fuerzas.
Petro debería hacerle menos venias a un congreso que a mi me parece corrupto, debería abrirle oportunidades a la gente como lo dije ahora que hablaba del proceso de paz y de la estrategia. Por supuesto que desde la gobernación del Tolima si yo llegara a acceder a ese cargo no solo habría una voluntad muy grande de dialogar con él. En otro momento al entonces alcalde Petro, cuando fue inhabilitado por la procuraduría, salí en defensa con un grupo grande de intelectuales que lo apoyamos, fue una arbitrariedad terrible pretender frustrar su proceso de gobierno por decisiones de esos entes de control segados por posiciones ideológicas y políticas.
Por supuesto que estaría dispuesto y comprometido, además en el deber de tener una interlocución con el gobierno para muchos de los temas que serán fundamentales. Una de nuestras iniciativas es el proyecto de salvar el Magdalena, no es posible que estemos viendo como se acaba el río, como se está muriendo mientras se contaminan las aguas, como se llena de mercurio el cauce y no hacemos nada, no hay una iniciativa nacional y de departamentos ribereños en el proceso de descontaminación del río y recuperación de la vida, es una interlocución con el gobierno y con los estados internacionales que han sido capaces de limpiar sus ríos. Esa interlocución hay que hacerla y, por otra parte, en todos los procesos de verdadera paz, en el sentido de potenciar la capacidad productiva legal, sería importantísimo colaborar con el gobierno central. Hay unos municipios incluidos en los acuerdos de la Habana, sobre todo los municipios del sur, donde una de las tareas de ese proyecto es adelantar proyectos productivos sobre todo con el sector solidario y hasta ahora no ha habido recursos para que se hagan, hay que avanzar en la consecución de esos recursos y echar a andar esos procesos. Formen o no formen parte del acuerdo de paz son fundamentales para que la paz de verdad se establezca en el territorio.
Tenemos un proyecto de recuperación de la memoria histórica que también significa la recuperación de unos sitios de la memoria que están completamente abandonados, uno recorre Tolima y ver como se caen a pedazos la bodega de Caracolí en Honda, las bodegas del cable aéreo del ferrocarril de Mariquita, la Casa Inglesa de Ambalema, o la Casa de Álvaro Mutis, en el centenario de Mutis estuve viendo ya media casa derrumbada, o la casa de Jorge Isaacs en el caños del Combeima. Sitios que son sagrados para la memoria del departamento, que reconstruidos y restaurados serían hermosos centros culturales que podrían formar una ruta turística extraordinaria para un departamento lleno de cosas hermosas. Son cosas que, por supuesto habrá que dialogarlas con el gobierno central, son muchas las tareas que hay que hacer en conjunto, nosotros tenemos el sueño de desembotellar el sur del Tolima y abrir una salida al Pacifico porque durante mucho tiempo el Cañón de las Hermosas estuvo completamente abandonado por el estado, por la empresa, por la sociedad, por la cultura, y los territorios se protegen acompañando, protegiendo ambientalmente, ayudando a la gente a tener iniciativas económicas y esa ruta del sur del Tolima hacía del Valle del Cauca por el Cañón de las Hermosas no sea una separación entre dos territorios hermanos, el abandono de esa tierra permitió que se gestaran todas esas violencias.
Diego Aretz: Volver a Tolima grande, que es uno de sus textos. Aborde esa idea que me parece interesante.
William Ospina: Llevo mucho tiempo viviendo en Bogotá y viajando mucho por el mundo presentando mis libros, aunque tengo una casita en Mariquita, cuando gané el premio Rómulo Gallegos lo invertí en esa casa, es la única propiedad que tengo. Yo siempre he querido volver a esa tierra, el norte de Tolima es la tierra de mis mayores, tiene para mi mucha resonancia emocional y por supuesto Tolima ha sido parte de mis reflexiones y mis trabajos literarios. Hace poco escribí una novela en Guadalcanal contando cómo llegaron mis bisabuelos como parte de la colonización que venía del norte a formar el país campesino y la zona cafetera, y cómo fue la vida de esos campesinos durante 70 años antes de que llegara la terrible violencia de los años 50 a destruirlo todo. Entonces, mi relación espiritual y emocional con esta tierra es muy grande y ahora he encontrado la oportunidad de volver.
Mis reflexiones sobre el mundo, la historia contemporánea, los desafíos de esta época cada vez me hacen creer que lo que se puede hacer por el Mundo hay que hacerlo en lo local y lo regional, para salvar el agua hay que salvar los manantiales, para salvar la vida hay que salvar los bosques y los ecosistemas, Tolima es una tierra extraordinaria en ese sentido, me alargo solo para decirte que uno de mis argumentos principales es que Tolima tiene la misma extensión que el estado de Israel, 23.000 km2, pero Israel es un desierto, no hay agua, plantar una planta y hacerla florecer es dificilísimo y sin embargo es una potencia mundial, nosotros tenemos la misma extensión pero no es un desierto, tiene al río Magdalena, una llanura fertilísima, unas tierras que producen el mejor café del mundo, plátano, aguacate, cítricos, todo lo que quiera cultivar, además, arriba están los glaciares, las fuentes de agua y los páramos, creo que más de la mitad de los páramos y Colombia tiene la mitad de los páramos del mundo ¿Cómo es posible que una tierra tan bendecida por la naturaleza este tan postrada que no tiene con que darle empleo y alimentación a su propia gente?
Creo que hay una crisis muy grande de diligencia y en ese sentido es importante como parte del debate público decirlo, no creo que sea solamente yo, creo que la solución tiene que ser una voluntad nueva de mucha gente, pero para eso hay que tener conciencia de lo que tenemos, de lo que hemos sido, y de lo que podríamos hacer también.
Diego Aretz: Muchas personas celebran que usted cruce al mundo de la política, pero también deja una pregunta grandísima: ¿Por qué no hay gente así en la política?
William Ospina: Yo creo que hemos permitido, por muchas razones, en parte por el escepticismo que se ha generado en Colombia por el modelo mismo de democracia que tenemos. Es decir, así como hay un 50% de abstencionismo, de gente que no quiere votar, y no creo que lo haga por indiferencia o por ignorancia porque es difícil resistirse a la fascinación de los medios y la publicidad, al prestigio mismo del certamen electoral para que haya un 50% invulnerable de todo eso. Es algo más que indiferencia porque hay capacidad de resistencia, de manera que creo que en los que se abstienen hay criterio, hay una posición asumida, no creen y tienen razones para no creer en una sociedad donde de tantas maneras se ha traicionado la democracia, con magnicidios, fraudes y crecientemente con la corrupción. La gente no cree, y con toda razón. Pero en muchos sectores que esperan algo de la democracia son muy desconfiados, y con razón también. Suele pasar que no creemos en elecciones, no creemos que la democracia funcione, hasta el presidente Petro decía en su campaña que aquí no existe democracia, muchos lo hemos dicho, pero cuando van llegando los días de elecciones todo el mundo empieza a sentir que de eso depende todo. Hay una especie de dicotomía mental, donde al mismo tiempo no creemos, pero creemos que no hay otra opción, que solo por ahí se lograrían los cambios. Hubo una gente que en alguna época creyó que se iba a tomar el poder por la vía armada e iban a lograr grandes cambios históricos, pero se ha ido fracasando, de manera estruendosa, y entonces, se generó la idea de que no había nada que hacer desde el estado y la democracia, y ahora nos vamos convencido de que es lo único que nos queda. No sé si puedan hacer muchas cosas desde ahí. Pero desde que nadie más les diga donde se pueden hacer cosas habrá que esperar que por lo menos se pueda articular un discurso nuevo para la sociedad y desatar procesos ciudadanos transformadores. Creo, por eso, que más importante que llegar a los cargos públicos para atornillar todo lo que existe hay que llegar para combatir seriamente la corrupción, hacer al estado más eficiente y responsable, y tratar que el estado deje de ser garante de las desigualdades. Una cosa es la legalidad y otra el legalismo tramposo el cual garantiza que los que tienen privilegios los sigan teniendo para siempre, que la gente siga esperando y el estado solo lo entorpece. Si no logramos que se liberen las iniciativas ciudadanas difícilmente la sociedad cambiará.
Diego Aretz: ¿La gente que cree en usted, que es mucha, ¿cómo puede apoyarlo a usted en su momento de entrada la política electoral?
William Ospina: Bueno. Yo diría que con la participación en las elecciones y con lo que ocurra con el resultado electoral es apenas parte de algo que para mi ha sido un proyecto de muchos años, durante mucho tiempo he sido muy crítico sobre la manera sobre cómo se hace política en Colombia, sobre cómo se interpreta el país, y de cómo se le administra. Mis libros, mis ensayos, mis reflexiones, le han llegado a mucha gente hablando de otra manera de entender el país, sigo pensando que solo cuando la ciudadanía irrumpa y desborde al estado mismo, no de manera confrontativa sino creativa, a través del conocimiento y el compromiso, eso permitirá que las viejas elites ignorantes, egoístas, arbitrarias y muy a menudo corruptas sean desbordadas por una ciudadanía nueva cada vez con más conciencia, más criterio y más capacidad de participación.
Yo no creo que sea el estado el que vaya a cambiar a la sociedad, yo creo que es la sociedad la que va a cambiar al estado.
Para eso necesitamos que no se siga pensando como en algunos sectores, y como inclusive a veces piensa el gobierno, que la ciudadanía solo sirve para grandes procesos de movilización confrontativa, yo creo que el poderío de una nación se va a medir en la manera como crezcan los procesos de conocimiento, investigación, emprendimiento y lo que debe abrirse es un gran ejercicio de apropiación del país con su gente.
Mi novela sobre Humboldt siguiendo los pasos de lo que fue esa expedición científica que fue la expedición botánica, su viaje por América me hizo pensar que lo que tienen que hacer los jóvenes es volcarse a viajar por el territorio, hacer el «viaje a pie» como lo proponía Fernando González, porque esta época nos tira a una relación viva con la naturaleza, y sólo de una relación viva con la naturaleza podrá surgir el compromiso que se necesita para salvarla.
Diego Aretz: ¿Y cómo ha sido la relación del escritor con ese ser político? Le va a quitar tiempo ¿Cómo tramita eso?
William Ospina: Afortunadamente cuando uno tiene una pasión como la literatura es muy difícil dejar de hacerla. Yo muchas veces he tenido que trabajar en muchas cosas, de la literatura casi no se vive y yo durante muchos años tuve que trabajar en publicidad, en periodismo, en lo que podía, y a la media noche cuando tenía tiempo escribía porque la dedicación a la literatura es algo que está en uno pero que tampoco exige todo el tiempo para estar escribiendo. No creo que deje de ser escritor, creo que por un momento puedo dedicarme a un compromiso social que para mi es importante y tomará unos años, mientras tanto voy a seguir apuntando en mis cuadernos. De todas maneras, siento que he escrito mucho y un pequeño receso puede ser oxigenado para la imaginación.
Diego Aretz: ¿Cuándo usted era pequeño y le preguntaban que quería ser cuando grande que decía?
William Ospina: Bueno. A mi me gustaba mucho leer historias de ciencia ficción, entonces yo me veía viajando como astronauta. Por supuesto, el arte siempre me interesó, nunca pensé que llegaría a ser escritor principalmente, porque me encanta la música, aunque no sea músico, me encanta dibujar, pero no soy un dibujante profesional, pero nunca me hacía preguntas sobre cuál va a ser mi profesión. Si algo me caracteriza es que he sido muy curioso entonces muchas cosas me interesan, muchas disciplinas, y he podido también mostrar en mi obra literaria esa curiosidad por muchos temas distintos.
Diego Aretz: ¿Alguna vez, ahora que está en la política, ha llegado a pensar en ser presidente del país?
William Ospina: Ni siquiera había pensado en ser gobernador, eso es algo de ahora porque me convencieron mis amigos, y más vale pensar solo en eso. Ya es un desafío muy grande, tratar de hacer algo desde la región y a eso se aplica mi inquietud y mi trabajo.
Diego Aretz: Una última pregunta para usted que es un viajero ¿En este último libro que descubrió de usted y de Humboldt?
William Ospina: En realidad yo siempre pensé, porque me gustaba leer mucho desde niño, que mi vida iba a ser más bien sedentaria y me ha sorprendido ver que mis libros me han hecho más un viajero, no me atrevo a decir aventurero, pero viajero sí. Escribiendo mi trilogía sobre el Amazonas me vi visitando un montón de sitios en el continente, me vi un día viajando de Brasilia a Manaos solo y metiéndome por el rio Negro en el Amazonas, me he visto en la Amazonía ecuatoriana o en Santo Domingo, Porto Bello en Panamá, o en España en la Biblioteca Nacional. De repente la literatura me ha vuelto viajero y me ha puesto a viajar por el mundo, y cuando me encuentro con un viajero como Humboldt descubro otras cosas, él tenía una gran vocación de viajero desde temprano pero además una vocación de conocimiento, y lo que descubrí en él fue que aunque pudo haberse quedado en Europa estudiando plantas en París o viendo los astros en el observatorio, el sintió que no bastaba con entender y comprender el mundo, había que sentirlo. El se vino a tocar el mundo, a ascender los volcanes y correr el riesgo de caer en el abismo, y expuso su cuerpo a todas las tempestades y a todos los venenos y picaduras por el Magdalena, lo de él era una aventura no solo del espíritu sino de la carne también. En eso se configuró no solo como un sabio de la investigación sino también como un romántico, como un viajero y alguien apasionado que asume un compromiso con el mundo más allá de la persona. Esta es una época en la que es eso lo que necesitamos, hay mucho conocimiento abstracto, mucho conocimiento técnico, mucho encierro en laboratorios, aulas y clases, pero allá afuera está el mundo esperando no solo quien lo conozca sino quien lo ame y lo proteja. Y, si algo se puede decir del saber moderno, que es cosa paradójica, cada vez sabemos más de los jaguares, pero cada vez hay menos jaguares. Creo que no basta el conocimiento, se requiere compromiso y Humboldt me ha dado la lección de que la única manera de entenderse con el Mundo es ir a tocarlo, ir a sentirlo, porque el Mundo hay que conocerlo con todo el cuerpo y no basta es saber de la inteligencia, se necesita el saber de corazón, de las emociones y un compromiso propio con la vida que va más allá de la vanidad del saber.♦
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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, candidato a master en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador. Así mismo es asesor de comunicaciones de la Unidad de Búsqueda.