Las palabras y las cosas

Publicado el Diego Aretz

«Es más barato importar papa de Polonia que producirla en Colombia» entrevista con Alba Marina Cotes

«Es más barato importar papa de Polonia que producirla en Colombia.»

Esta entrevista se encuentra en el marco de preocupación de la reciente COP 26 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2021) encuentro mundial sobre el medio ambiente. Vamos a hablar también de las discusiones acerca del campo agrario con una experta la doctora Alba Marina Cotes.

Pero ¿Quién es Alba Marina Cotes y cómo es su rol en el Consejo? ¿Cómo y por qué llega al Consejo?

Soy investigadora científica en el sector agropecuario, he trabajado por más de 25 años en la corporación colombiana de investigación agropecuaria, en temas relacionados con agricultura sostenible. Tratando de generar soluciones tecnológicas que permitan crear nuevas oportunidades para el manejo de plagas en la agricultura y que sean amigables con el medio ambiente. Para mí ha sido una gran preocupación el impacto de nuestras acciones sobre la naturaleza, y he evidenciado que el ser humano se comporta con una actitud «egocentrista» por lo cual tenemos que entender que la naturaleza hay que cuidarla y que no somos lo únicos en el planeta.

Mi tema de énfasis profesional ha sido el uso de los microorganismos benéficos, porque son trascendentales para la salud humana, lo cual está demostrado ya que somos 10% de células humanas y 90% de células microbianas. En el tema de las plantas que he trabajado es algo similar, puesto que nadie está solo en el planeta y nosotros somos un ecosistema vital como muchos otros. Cuando uno genera acciones en la agricultura o en cualquier otra área, tiene que pensar ¿cómo está perturbando la naturaleza y qué tan amigable está siendo con el ambiente? Por esa razón estoy en el Consejo Nacional de Bioética porque me duele el impacto negativo que desde muchas áreas se ha generado a la naturaleza como la destrucción que hemos generado a especies y microorganismos que han desaparecido. Por esa sensibilidad, por esas preocupaciones estoy en el Consejo Nacional de Bioética, justamente porque quisiera aportar más allá de las reflexiones y poder generar algunas acciones más concretas que permitan que se tomen decisiones para proteger la naturaleza.

La agenda ambiental ha tenido grandes movilizaciones sociales globales, sin embargo, existen diferencias en su adopción por parte de los países. Un ejemplo de país adelantado en estos temas es Alemania que en el 2020 ya el 60% de la energía que gastó fue energía limpia, pero para Colombia su economía sigue dándole la espalda a la agricultura y al medio ambiente, ante esta realidad le pregunto: ¿por qué cree que ha sido tan difícil en Colombia establecer una agenda que pueda unir desarrollo agrícola y respeto al ambiente?, ¿por qué ha sido tan difícil generar una agenda conjunta que pueda resolver esos dos problemas en uno solo?

Hay una tradición que pesa mucho desde que se estableció “La revolución verde» como una forma de producir más, de aparentemente buena calidad de los productos de la agricultura y eso vino acompañado de toda una industria agroquímica muy fuerte que sabe hacer marketing y que sabe posicionar sus productos. No es que la industria de agroquímicos haya sido algo negativo porque también hizo su aporte muy importante en momentos en que se necesitaba, sin embargo, nuestro sistema ha generado un exagerado e indiscriminado uso de agroquímicos por tradición, porque quienes hacen el mercadeo de productos, hacen su trabajo para vender más. Del mismo modo esto está ligado a la educación y a la sensibilidad que deben tener todos los consumidores porque para la mayoría de gente desde que sea “bonita la papá” aparentemente casi nadie se pregunta sobre los residuos de agroquímicos que deba tener y cómo se afecta el medio ambiente cuando esta se produjo. Es decir, los consumidores que jalonan el mercado no han desarrollado en Colombia una sensibilidad por estos temas.
Pero también a nivel de asistencia técnica, el país ha fallado porque nuestros productores, quienes están acostumbrados a cultivar sus productos ancestralmente, tampoco les hemos llegado en las últimas décadas, para demostrarles el valor de otras soluciones tecnológicas que pueden ser más amigables con el ambiente. Además, estas soluciones tecnológicas también tienen que estar disponibles para ellos, si hablamos de que los agroquímicos están disponibles porque hasta se les llevan a la propia finca, porque no las otras tecnologías. Los productos tienen que ser de excelente calidad con una demostración de sus atributos benéficos para el productor en diferentes términos de rendimiento, de beneficio y de costo, porque ellos tienen que vivir de esto, por eso hay que facilitar las cosas y hay que llegarles a ellos demostrándoles que esta tecnología amigable con el ambiente sirve, que su costo es efectivo, que está disponible localmente y que realmente haya incentivos para que el que contamine menos, pague menos y el que contamine más, tenga impuestos ambientales que puedan ayudar a hacer el cambio.

Son muchos factores que impiden unir los esfuerzos, cada uno trabaja una parte del proceso. Esto significa que no se tiene una visión integral desde los diferentes ángulos que debería tocar a los consumidores, a los productores, al Gobierno y a todas las otras entidades de la sociedad, que puedan ayudar a que esto se haga efectivo. También soy muy sensible a la difícil situación que tienen los productores porque en Colombia el negocio agrícola, excepto para algunos sectores privilegiados, las ganancias de los productores son pocas debido a muchos factores, que están relacionadas con la cadena de producción, el transporte y la venta, esta cadena no le es beneficiosa a los productores, se evidencia que están solos frente a las inclemencias del clima y si no armamos algo más integral difícilmente vamos a resolver estos temas.

Es admirable las grandes extensiones de cultivos de palma en los llanos orientales, en el Magdalena los monocultivos de banano que incluso están tocando los ecosistemas cercanos a la Sierra Nevada. Un historiador inglés interesado en nuestra historia, que conocí hace poco, me compartió su percepción acerca del desarrollo agrario, cómo hace años Colombia era un país muy pobre y sus recientes visitas le han mostrado la gran producción, productores y cultivos, un cambio también en la riqueza y en la manera en que se ven los territorios, pero fundamentalmente, ese cambio según él se percibe en lo agrario. SI hiciéramos un balance de la historia, ¿Colombia ha aumentado su producción, ha cambiado su producción, usted ve algo positivo en lo que ha ocurrido o considera que también los químicos no son del todo malos?

Lamentablemente, solo algunos sectores tecnificados de la producción agrícola son competitivos, uno ve el sector caña de azúcar y los rendimientos que tienen por hectárea son muy competitivos a nivel internacional, pero, por ejemplo, el cultivo de papa en que somos centro de origen, se exporta de fuera, entonces milenariamente debimos haber acumulado toda una experiencia y un conocimiento para lograr producir alta cantidad. Y cuánto produce en países como Holanda, Bélgica superan 40 toneladas por hectárea y en Colombia no superan 20 toneladas por hectárea, hay ejemplos como en Israel pueden producir 50 toneladas por hectárea, entonces ¿qué está fallando?

Está fallando la tecnología en cuánto se hace ciencia y cuándo se desarrollan soluciones tecnológicas, éstas tienen que ser adoptadas y ojalá acompañadas para que su adopción y los impactos que se generen sean positivos. Uno de los problemas es que no se parte de material de siembra de buena calidad, entonces, si se cosechan tubérculos enfermos y esos son los que empezamos a sembrar y además se olvidan muchos temas tecnológicos que son muy importantes para lograr esos altos rendimientos, el panorama no es alentador. Se gastar mucho en mantener una hectárea y se cosecha poco, este es el punto, que nuestros rendimientos en muchos de los cultivos son significativamente inferiores a los que producen países desarrollados por la tecnología. Entonces, sí tenemos problemas de impacto positivo de las tecnologías en los sectores que lo necesitan, falta todo un trabajo integral y encadenado. Es necesario hacer mayores esfuerzos para lograr la transformación de esos sectores que están a cargo de pequeños y medianos productores que son al final los que más necesitan que les lleguemos. Cuando analizamos dónde están los problemas, nos damos cuenta que falta integrar más y que el Estado como un todo debe volcarse hacia estos grandes propósitos de nación que son mejorar la calidad de vida de nuestros productores respetando el medio ambiente.

Llevamos 30 años de implementación de la apertura económica, al igual que de la Constitución del 91, que ha sido muy importante para Colombia, pero es preciso revisar en términos económicos, en la industria, en el sector agrícola qué tanto ha impactado. Para algunos productores no trajo beneficios, no mejoró la situación, e incluso los afectó seriamente, se empezó a importar muchos de sus productos como la papa, es común encontrar estos productos en las tiendas de barrio, cerca a la gente más sencilla, esto es una paradoja, en un país con una vocación agrícola tan grande, con una riqueza en suelos y una riqueza en biodiversidad tan grande. ¿Cuál sería su balance de ese momento de la apertura y de los tratados de libre comercio? Pero, de ese momento hasta ahora en el mundo agrícola ¿cuál sería su balance sobre el impacto? usted habla de tecnología, pero una de las grandes promesas de la apertura siempre fue el alcance tecnológico, la renovación tecnológica, entonces le pregunto: ¿la capacidad de acceso a esas tecnologías es quizás una promesa rota?, ¿cuál fue el impacto de la apertura económica en Colombia?

La apertura económica, vista con esas posibilidades de alcance tecnológico fue una promesa muy importante y hay muchas tecnologías que están inclusive disponibles en el país, pero no han sido implementadas y adoptadas por productores porque hay todo un fallo en esta cadena, que debe trabajar en pro de que la tecnología sea implementada. Pero volvemos al tema de mercados donde manifiestan que es más barato importar papa de Polonia que producirla en Colombia. Entonces tenemos problemas, porque aún teniendo las condiciones que tenemos, tenemos retos por resolver, que se hubieran podido resolver durante estos años. Tenemos que ser más eficientes, competitivos y ser amigables con el medio ambiente y para eso hay que trabajar estructuralmente el desarrollo agrícola, aprender a hacer las cosas para ser competitivos, siendo coherentes y consistentes para hacer los procesos de forma sostenida.

Una de las razones esenciales de su trabajo en el Consejo Nacional de Bioética es sobre esta idea de la agricultura limpia. Se habla de huertas urbanas que son muy utilizadas en Europa, de comer verde y comer conociendo el origen de lo que se está comiendo, conocer la manera en que se cultivó, respetar los derechos laborales de las personas que los cultivan, esta es una cadena valor que de alguna manera requiere de un nivel de experto, con la profundidad y claridad que se requiere en este tema, le pregunto: ¿usted cree que hay la posibilidad de una agricultura limpia a gran escala en Colombia?, ¿qué tan adecuada es? En un contexto en que existen pequeñas huertas cercanas a grandes cultivos ¿qué tan orgánicos son estos cultivos?, ¿no hay contaminación cruzada? Por ello la pregunta central sería ¿hay un camino de agricultura limpia a nivel de gran escala? ¿qué ejemplos podría dar? ¿cuáles son las tecnologías que no se usan y deberían estarse usando? cuál sería ese camino que debemos transitar en el sector agrícola?, y ¿Cuál sería el impacto al medio ambiente?

El camino es trabajar en equipo, es que el “Estado” no los gobiernos de turno, se comprometa y que haya incentivos para los que producen limpio y desincentivos para los que contaminan. Por eso las apuestas de corto plazo de Gobierno de turno, convocatorias cortas inciden en que, al acabarse el proyecto, en 3 años, los resultados obtenidos no se continúan. Por ello es importante buscar apuestas sostenidas donde además de esos grandes incentivos que deben venir del Estado, también se incentive la gran fuerza de la educación dirigida a los productores, demostrarles que las tecnologías que se llevan, les van a permitir producir de forma limpia, son competitivas también para los sistemas productivos, pero también, demostrarles que están asequibles todas estas soluciones tecnológicas. Tiene que haber un encadenamiento de muchos eslabones a nivel nacional para que esto funcione y definitivamente entender que los consumidores juegan un rol trascendental porque son los grandes valores del mercado. Hay grandes diferenciaciones entre lo que se produce limpiamente y lo que no, porque todavía no hay una sensibilidad, nos ha faltado la educación tanto para los tomadores de decisiones, como para las personas del común que van a la tienda a comprar un producto agrícola.

Tiene que ser un encadenamiento de voluntades sostenidas con acciones concretas para lograr este tipo de transformaciones, hacer esfuerzo sostenido de demostración de los beneficios cuando se habla de estos temas, estimular el tema de investigación para poder generar las tecnologías, para que sean adoptadas por los productores. Definitivamente la educación, el juicio por hacer las cosas bien, no es solamente de la investigación o desde los productores, tiene que haber realmente algo más encadenado y unas motivaciones de país sostenidas.

¿Cuáles son los temas de investigación que aborda en el Consejo?, ¿cuáles son los temas que más le interesan y están trabajando en el Consejo?

Soy muy afortunada en pertenecer al Consejo Nacional de Bioética, que es un grupo interdisciplinario en el que cada uno de los miembros aprendemos de los demás, sobre la reflexión por el cuidado de la vida en todas sus expresiones. Yo represento al sector agropecuario y lo que me llevó a hacer parte del Consejo es la sostenibilidad. Es decir, el cuidado por la naturaleza como un todo, hay que cuidar al planeta, los recursos que nos fueron dados, ya que Colombia ha sido muy privilegiada en recibir tanto. Como metáfora estamos sentados en una “mina de oro verde” pero la estamos destruyendo y no somos conscientes de los impactos generados al planeta en el presente y futuro. Entonces, esa sensibilidad por el cuidado del planeta y de la riqueza maravillosa de lo que es tener oro verde, biodiversidad y oro azul, hacen necesario poder al menos generar reflexiones que le lleguen a las personas para que no sigamos en esta cultura destructora y egocentrista de creer que somos los “Reyes del universo” destruyendo lo que nos fue dado, que también les pertenecen a las generaciones futuras. Esos son los temas principales en los que trabajo, en el Consejo analizamos todos aquellos temas que tengan que ver con la bioética, por el respeto de la vida, analizamos temas de salud y de Derechos Humanos.

Usted que ha recorrido el país, ha leído, ha buscado respuestas sobre el uso de los territorios, que conoce de nuestra historia agrícola ¿que enseñanzas le deja este trabajo en el Consejo para su vida y su trabajo?, ¿cuál es el rol que debería jugar el Consejo Nacional de Bioética desde su perspectiva? Denos su opinión de ¿por qué es necesario en este momento del país el Consejo? Un momento donde evidentemente hay muchos ojos del mundo en un país como Colombia, porque como usted bien dice, tenemos una gran riqueza y por lo mismo, hay muchos ojos viéndonos. Para bien o para mal aprecian nuestros recursos naturales, por esto le invito a que se despida con alguna reflexión acerca de ¿cuál es su lugar en el Consejo?

Respecto al rol del Consejo creo que hemos sido llamados para generar reflexiones y conciencia de todas aquellas acciones que puedan vulnerar la vida y por eso es tan importante contar con un público que nos escuche, y a su vez sea multiplicador de todo este sentir y de todo estos análisis que nosotros hacemos pensando en la vida y la naturaleza.

Nuestra riqueza, la biodiversidad es inmensa es “oro” pero también nuestra riqueza y diversidad humana que habita en nuestro territorio es una fortaleza extraordinaria, puesto que el conocimiento ancestral que hay en nuestras comunidades tanto indígenas, afro y campesinas, ese conocimiento acumulado infortunadamente no lo hemos capitalizado para el desarrollo. Deberíamos ser más humildes menos egocentristas, dejar de pensar que la educación académica es la que hace la diferencia porque si así fuera no seríamos tan destructivos como lo hemos sido hasta el momento, pensar que esta diversidad humana que respeta la naturaleza tiene mucha más sabiduría de la que se ha generado a través de las aulas académicas en las que no se reflexiona más sino en una materia en particular y no de una forma más holística que permita dejar de vulnerar tanto el planeta que nos fue dado en préstamo. Mi llamado es más a la humildad, mi llamado es más a entender que somos unos seres -aunque duela- insignificantes para el universo si desaparecemos no pasa nada, la naturaleza seguirá su curso, pero hemos creído que somos los reyes del universo. Nos ha faltado humildad para respetar lo que nos fue dado en préstamo, pero también, para capitalizar todo ese conocimiento ancestral que tiene grandes aportes de sabiduría profunda que deberíamos tener en cuenta, para poder comprometernos con el cuidado por el medio ambiente. Muchísimas gracias por esta oportunidad, espero que hayan quedado ideas, reflexiones y que ojalá ustedes nos puedan acompañar en todo esto y servir como factores multiplicadores para que logremos entre todos hacer un cambio antes de que sea demasiado tarde.♦

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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, ha sido jefe de comunicaciones del Festival Internacional de Cine de Cartagena y es el Jefe de Comunicaciones del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos. Así mismo es jefe de comunicaciones del Consejo Nacional de Bioética.

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