Cada cierto tiempo el país vuelve sus ojos a la educación, desde distintos sectores se reclama con aparente preocupación la incertidumbre que causa, los pocos avances en la materia, lo atrasados que estamos comparándonos a los países nórdicos y a muchos de los otros países Europeos.
Pero quisiera compartir con Uds. algunas reflexiones y un par de ejemplos que ilustran aspectos apenas si tenidos en cuenta en la discusión nacional. Cada cierto tiempo las pruebas PISA convocan al país a reflexionar sus errores en materia de educación, pero como estudiantes mediocres, una vez pasado el ruido, volvemos a la vagancia, a lo de siempre, a evitar reformas y a concluir de manera trágica y cómica, que la culpa es de todos, y por lo tanto de nadie. Así continuamos hasta el siguiente año, donde nos vuelve a llamar la atención y sigue la rueda del sistema mediocre, de la falta de educación y al final de la desigualdad.
Lo sabemos hoy en día, un sistema de educación mediocre es el perfecto motor de la desigualdad, pero no solo eso, ciudadanos mal formados son los perfectos electores de ignorantes y populistas de todos los colores. Los demócratas nos quejamos por un mejor sistema educativo porque sabemos las profundas consecuencias que esto trae a cualquier sociedad.
Debería llamar la atención lo poco que se ha avanzado estos años y lo asombrosamente lejano que el tema está en la discusión nacional. Sin ser alarmistas, pareciera que aquí a nadie le importara la situación.
Hace unas semanas estuve en Florencia Caquetá dictando unos talleres a niños, niñas y jóvenes de diferentes colegios de la ciudad, los colegios casi todos con muchos problemas sociales, violencia, desigualdad y falta de inclusión. En medio del taller una joven de 14 años entró en llanto, contándonos a sus compañeros y a mí, como en su familia su padre y su abuelo le decían que “una mujer que quiere estudiar es poco menos que un desperdicio”. Esta situación que nos suena absurda y triste en las grandes ciudades, es la realidad de centenas de miles de jóvenes que luchan contra todo para poder acceder a una vida digna o a educación de calidad.
Los colombianos no somos torpes o incapacitados por naturaleza, hay colombianos de todos los orígenes, destacando en todos los campos del saber en el mundo. Nuestra capacidad es alta pero hay muchos obstáculos. He venido visitando distintos colegios alrededor del país y en Bogotá, principalmente colegios donde las realidades son difíciles, en general es una irresponsabilidad juzgar a los profesores por nuestra baja calidad educativa, tenemos un cuerpo docente que le toca reemplazar todas las carencias del Estado y de la sociedad de bienestar.
A nuestros profesores les pedimos ser profesores, pero también policías, psicólogos e incluso les pedimos alimentar niños y niñas con graves problemas de nutrición. He conocido profesores que llevan su propia comida a los colegios para enfrentar el hambre en que vive la mayoría de la población infantil en el país.
Desde hace años vengo trabajando con ONGs que buscan mejorar las condiciones de la infancia en Colombia, y a veces es triste que nos toque reiterar lo obvio; la malnutrición es una fuente de desigualdad, afecta el desarrollo cognitivo y social de los individuos. Nadie puede aprender con hambre, y enseñar a pensar a personas con hambre es profundamente anti ético e inhumano.
Quizás deberíamos hablar también de la des financiación al sistema de educación superior y su impacto en la calidad de profesores, de la profunda desigualdad de ingresos a profesores de colegios privados y públicos, un profesor del colegio Anglo de Bogotá (uno de los mejores del país) si es colombiano puede ganar 6 millones (si es extranjero gana el doble). En los colegios públicos los salarios de un profesor básico oscilan entre 2.5 a 3 millones. Incentivamos a que los mejores profesores busquen trabajar en colegios privados o terminen yéndose del país.
La visión de inversión desde el Estado debe buscar optimizar recursos, hay decenas de ejemplos de colegios administrados por privados, con recursos públicos, que dan resultados mucho más óptimos que los públicos, a menudo esto pasa porque los administradores de esos colegios son verdaderos “dolientes” del trabajo de profesores y de la administración de los recursos públicos. Debemos escapar de la estúpida discusión de si privado o público, la pregunta debe ser donde están mejor invertidos nuestros recursos, donde está el verdadero retorno a nuestra inversión en educación.
El presidente Petro debería escuchar voces críticas. Un país de clase media como Colombia, tiene que pensar en urgencias, no podemos darnos el lujo de invertir en lo superfluo. Sabemos hoy que la primera infancia es esencial para generar un cambio sustentable en materia educativa y además sabemos que es donde la inversión social da mejor retorno. En esto contamos con expertos en el tema que se deberían escuchar, un ejemplo concreto es la profesora y Dra Raquel Bernal, rectora de la Universidad de los Andes, quien ha estudiado el tema en detalle.
Hay falta de profundidad, conocimiento de país, reflexión y acción en las personas que ayudan a administrar el sistema educativo actual. Podemos llorar unos días más por las pruebas PISA, luego se nos pasa, para luego seguir estancados en el lugar de siempre. Quizás podría concluir esta Columna con la vieja reflexión del Conde de Lampedusa, lo que está pasando en este gobierno en materia de educación es que “todo cambie, para que todo siga igual”.♦
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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, candidato a master en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador. Así mismo es asesor de comunicaciones de la Unidad de Búsqueda.
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Diego Aretz
Diego Aretz es un periodista, investigador y documentalista colombiano, máster en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal y colaborador de El Espectador. Ha trabajado con la Unidad de Búsqueda y con numerosas organizaciones defensoras de DDHH.