El último informe publicado en marzo de 2023 sobre la evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, advierte lo que constituye una de las mayores preocupaciones de nuestro tiempo: la crisis climática. Estableciendo datos que son abrumadores y con el fin de comprender mejor sus implicaciones, debemos colocar sobre la mesa una pregunta fundamental: ¿por qué esto representa una crisis? La temperatura global en la superficie incrementó 1,09°C desde la época preindustrial, alcanzando una marca más alta entre 2011 y 2020 que en todo el segundo claustro del siglo XIX. En conjunto, la temperatura global registrada en la superficie terrestre durante las dos primeras décadas del siglo XXI fue de 0,99°C. Esto se torna sumamente alarmante dado que, teniendo como marco de referencia lo establecido en el Acuerdo de París, la humanidad debe permanecer por debajo de los 2°C para no excederse del punto de no retorno.
Inequívocamente, existe una responsabilidad directa en las actividades humanas, las cuales han colaborado significativamente en el presente escenario. Las mismas han venido aportando cuantiosas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmosfera terrestre, las cuales se encuentran compuestas por dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Sin embargo, estas emisiones se producen de manera desigual en el planeta, con esquemas energéticos, uso de la tierra y patrones de consumo considerablemente distintos. Claramente, esto resulta en una desventaja para lascomunidades locales e indígenas, quienes se encuentranaltamente vulnerables ante el cambio climático, y cuyas emisiones han sido históricamente mínimas, o a veces hasta incluso negativas. En términos generales, estas emisiones provienen principalmente del uso de combustibles fósiles, delos cuales indudablemente aún dependemos gran parte de la humanidad.
“Los resultados que caracterizan las vías de desarrollo, requiere reducir las emisiones, transición de sistemas, transformaciones, bajo riesgo climático, equidad y justicia y el cumplimiento de las ODS” (IPCC, 2023).
Ante esta realidad, resulta ya impostergable comenzar a focalizarnos en los procesos de mitigación, entre los cuales se destaca la generación de energía limpia, como la que representa la tecnología solar fotovoltaica, que ha experimentado un importante despliegue mundial durante la última década. Ahora bien, en un proceso de transición o incursión energética, es fundamental considerar una dimensión de justicia, y afortunadamente ya comienzan a vislumbrarse alternativas en esta dirección, tal como hemos descubierto en el proyecto Terra, el cual es liderado por la comunidad indígena Arhuaco en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Podría establecerse que uno de los lugares más sagrados de Colombia es sin duda la Sierra Nevada de Santa Marta, la cual no solo ha sido identificada por la IUCN como “la reserva natural más irremplazable del mundo”, sino que también cuenta con un potencial inédito en materia de energía solar. Allí, la comunidad indígena Arhuaco y la empresa Greenwood Energy se han unido en el proyecto “Terra Initiative”, “UNO DE LOS PROYECTOS SOLARES MÁS GRANDES DEL MUNDO DESARROLLADO EN ASOCIACIÓN CON COMUNIDADES INDÍGENAS, Y SIN DUDA EL MÁS GRANDE EN AMÉRICA LATINA. UN ASPECTO INTEGRAL DEL PROYECTO ES LA CONTRIBUCIÓN A LA PRESERVACIÓN Y LA EXPANSIÓN DE LA BIODIVERSIDAD DE UNA DE LAS REGIONES MÁS VULNERABLES Y ÚNICAS DE NUESTRO PLANETA.” Con una inversión total de USD 135millones, distribuida en tres fases, este proyecto busca el desarrollo económico y social de las comunidades de la Sierra Nevada, con una apuesta inédita en la adquisición de tierras para los pueblos indígenas, mediante su participación directa en el beneficio económico del proyecto. Un porcentaje de las ganancias netas de Terra Initiative tendrá como finalidad financiar la conservación ambiental llevada a cabo por lacomunidad Arhuaco de la Sierra Nevada de Santa Marta. El proyecto contempla la construcción de 3 nuevos pueblos indígenas en el territorio, con una población cercana a 350 personas por pueblo; esto será parte de una estrategia que definitivamente fortalecerá el manejo y afianzamiento de las comunidades indígenas en el territorio.
Durante la vida útil del proyecto, la comunidad Arhuacoestima sumar 120.196 hectáreas de valiosos ecosistemas para su preservación, lo cual representa cerca del 6% de la reserva natural más irremplazable del mundo. Para entender la magnitud de este proyecto y sus implicaciones para el planeta, es fundamental entender el ecosistema de la Sierra Nevada de Santa Marta (SNSM): En el campo de la meteorología botánica, los pisos térmicos se refieren a la división de diferentes franjas que están definidas por la altitud de una montaña, donde se producen variaciones de temperatura y otros elementos del clima; el factor climático determinante es la altitud sobre el nivel del mar, y la principal variable meteorológica que se ve afectada por esta altitud es la temperatura, por lo que los pisos térmicos son mucho más notorios y significativos en las zonas intertropicales, como es el caso de la SNSM, que, en las zonas templadas, donde estos pisos no se encuentran tan marcados y el rango de biodiversidad es menor. La SNSM ha sido identificada por estudios en la revista Science como “La Reserva Natural más irremplazable del Mundo” por la diversidad única de especies amenazadas que habitan en sus diferentes pisos térmicos, que van desde playas de coral hasta nieves perpetuas en sus picos. En un área relativamente reducida, se cuenta con todos los pisos térmicos existentes en el mundo; una característica destacable entre la amplia gama climática que presenta Colombia.
El primer sitio del proyecto se encuentra ubicado dentro de territorio sagrado indígena, en una zona que presenta una de las radiaciones solares más altas del país. El primer sitio de la iniciativa ha sido seleccionado por los Mamos Mayores y Autoridades Tradicionales del Pueblo Arhuaco. Y la superficie que Terra protegerá se estima sea mayor que la de ciudades tales como Nueva York, Berlín o Seúl.
En conclusión, Terra nos invita a apostar y creer en una transición energética verdaderamente transformadora, la cual debe desarrollarse en el marco de la sostenibilidad y la democratización. En buena medida, este carácter democrático debe responder al involucramiento activo de las comunidades locales e indígenas, y ser genuinamente sostenible, en tanto respeta y se adapta a los límites que presenta nuestro planeta.
Nos resulta llamativo el papel que han adquirido los Mamos y las más altas autoridades del pueblo Arhuaco en este proyecto. En ese sentido, hay tres aspectos relevantes: el primero es el empoderamiento económico y social de uno de los pueblos ancestrales mejor organizados del país, la comunidad Arhuaco; lo segundo es la vanguardia energética y ambiental a la cual nos invita este proyecto, presentando la energía solar como una puerta a re imaginar el desarrollo económico; y lo tercero es el beneficio territorial para las comunidades con la adquisición de 120 mil hectáreas que hoy se encuentran amenazadas por la deforestación y el turismo extractivo. Por lo que hemos podido analizar, este proyecto no cuenta con precedentes a nivel mundial, y se destaca como la prueba empírica de cómo es posible que las comunidades indígenas tengan la capacidad de transformar y unir un país, con una mirada desde el desarrollo étnico, autogestionado, y sostenible, con una apuesta propositiva hacia un nuevo tipo de desarrollo mundial.♦
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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, candidato a master en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador. Director de la ONG Por la Frontiere.
Ati Gunnawi Viviam Villafaña es Joven Arhuaca; politóloga, activista ambiental y coordinadora de incidencia de la ONG Climalab.
Diego Aretz
Diego Aretz es un periodista, investigador y documentalista colombiano, máster en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal y colaborador de El Espectador. Ha trabajado con la Unidad de Búsqueda y con numerosas organizaciones defensoras de DDHH.