Las palabras y las cosas

Publicado el Diego Aretz

La Constitución Rota o lecciones de historia.

En 1781 el virrey les firmo a los Comuneros, luego les incumplieron todo y los mataron a todos «Galán fue ejecutado en enero de 1782 junto con los otros tres jefes comuneros; se les quitaron los pies, las manos y la cabeza y éstas fueron expuestas en jaulas en las plazas públicas de la capital virreinal y de los pueblos más activos de la rebelión. Sus descendientes fueron declarados infames, todos sus bienes fueron confiscados y sus hogares destruidos y regados con sal» 30 años después nació nuestra República.

Llevamos dos meses de Paro Nacional, y es interesante como este «estallido social» más allá de en qué orilla nos ubiquemos, nos hizo hablar a todos, nos hizo discutir, y estas protestas pasaron a ocupar el centro de la opinión pública.

Es sumamente interesante contrastar esta revuelta social a la constitución del 91, una constitución que cumple 30 años pero que con claridad muestra su fracaso en términos políticos, la clase política se encargó de corromper, de «torcer» y de manipular una constitución que hoy cumple pocas promesas de lo pactado hace 30 años.

Desde la firma del acuerdo de paz con Las FARC han asesinado 1200 líderes sociales en el país, estamos hablando de una masacre paulatina, donde es difícil creer un actor primordial, una dirección clara detrás de todas las muertes. En cambio es más fácil leer el contexto, estuve hace unas semanas desarrollando una investigacion sobre trata de personas en Norte de Santander, en Cucuta y municipios aledaños, lo que vi es una frontera abandonada, militares corruptos del lado Venezolano, una diversidad de actores armados, que van desde las milicias del ELN hasta las autodefensas Gaitainistas, pasando por mafias de todos los colores.

La frontera hoy en día es una bomba de tiempo, el cierre fronterizo fortaleció las trochas de las mafias donde uno puede encontrar desde trata de niños, violaciones a plena luz del día, torturas, asesinatos y un desastre humanitario que hace pensar en los campos de concentración Nazis. Esto a pocos kilómetros de Cúcuta, una ciudad con muchas desigualdades y una bonanza de capital venido del Catatumbo y las miles de hectáreas cocaleras.
Los líderes sociales son asesinados por muchos actores, y ha sido evidente la participación de algunas fuerzas del Estado en algunos hechos. A nivel de DDHH Colombia vive un día oscuro, el parlamento de Roma invita a que nos castiguen en tratados internacionales, la CIDH nos cataloga como un Estado cercano a una dictadura y HUman Rights Watch hace las veces de Fiscalía pues la nuestra aún no sabemos qué es lo que hace. Somos una vergüenza. Y de nada sirve compararnos con los vecinos y sentirnos mejor, eso es una mediocridad que solo le conviene a los que lideran el país.

En Cali la situación es parecida, una alcaldía debilitada, la violación extensa de DDHH, unas escenas penosas de falta de unidad política, de claridad política y de comprensión del conflicto que hoy viven y lideran las generaciones más jóvenes de ciudadanos.

Estamos en la pitadora y vuelvo a preguntarme por el cumpleaños de nuestra Constitución, y el penoso hecho de que como país le fallamos a las promesas del 91. Es tiempo de pactar de nuevo, de leer de nuevo lo que firmamos hace 30 años y de sentar las cabezas más importantes de este conflicto en una sola mesa, yo si creo que Gustavo Petro, Álvaro Uribe «los extremos», y sobre todo los centros que son hoy más necesarios que nunca, deben sentarse a pactar, los caminos que asoman en el horizonte son siniestros, es urgente una mesa nacional YA, no podemos esperar a que esta polarización tan indeseable se termine convirtiendo en otra guerra civil como la que tuvimos 60 años. En esa mesa los actores más importantes deben ser las generaciones de jóvenes que están pidiendo cambios y todo absolutamente todo debe tener un enfoque regional. Hoy tenemos regiones que son bombas de tiempo y que viven la casi ausencia total de el Estado de derecho. Nuestra Constitución está rota y necesitamos repararla, no podemos ser una sociedad auto-condenada a la desigualdad, al odio y a la pobreza por siempre, algo tiene que cambiar.

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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, ha sido jefe de comunicaciones del Festival Internacional de Cine de Cartagena y es el Jefe de Prensa del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos.

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