Conocí al maestro José Antonio Abreu hace más de una década en Caracas, en ese tiempo pude ver de cerca El Sistema de Orquestas de Venezuela, un proyecto que ha llamado la atención del mundo entero y del que salieron estrellas de la música orquestal como Gustavo Dudamel, hoy director de la Orquesta Filarmónica de Nueva York.

El desfile de personas que pude conocer en Caracas fue impresionante; Kristoff Penderecki, Simon Rattle, Daniel Barenboim entre muchos otros.
El maestro Abreu era un músico y un humanista pero sobre todo era un Hombre de Estado, Abreu era economista y quizás una de las personas más lucidas e inteligentes que he conocido en mi vida. Abreu había sido amigo de Uslar Pietri y de toda la generación de intelectuales que vieron la caida de Carlos Andrés Perez y el surgimiento del Chavismo, el movimiento político que cambiaria la historia de Venezuela y quizás que dejaría una huella compleja e inborrable en América Latina. Varias cosas aprendí de él, una la terquedad para hacer lo que a uno le gusta en la vida, también la paciencia y la espera (su proyecto tuvo muchas negativas de apoyo en un inicio) y terminó siendo un proyecto de propaganda y mercadeo de los gobiernos de Hugo Chávez, quizás fue el proyecto más exitoso del Chavismo, y del cual el “comandante” se sentía más orgulloso.

Es cierto que no fue en el gobierno de Chavez que nació El Sistema, pero fue en su gobierno en que más recursos se dispusieron. Esto es también un argumento positivo para una idea que no ha sido abordada con justicia del todo, Hugo Chávez destinó muchos recursos al desarrollo de su país pero la burocracia corrupta y la falta de Estado y administración pública llevaron esos recursos a una eterna corrupción y al desastre que todos vimos.

El Sistema tuvo su hermano “gemelo” en Colombia llamado Batuta, una fundación que desde sus origenes ha tenido una relación estrecha con las primeras damas, notorio el papel inical de Ana Milena Muños de Gaviria y de Lina Moreno de Uribe, no es de extrañar que Veronica Alcocer quiera tomar banderas en ese proyecto también. Batuta es un proyecto que ha dado resultados y al que hay que empoderar con total altura.

La base conceptual de El Sistema o de Batuta es simple “Darle a un niño un instrumento musical y no tocará un arma…” es una verdad que se ha probado, quizás con estudios más serios sobre desigualdad y sobre la importancia de la educación y particularmente de la educación en juventud y la primera infancia. Lo que se debe tener cuidado es de tomar mediciones inexactas sobre el impacto de este proyecto; el éxito de un proyecto social no puede ser cuantas estrellas musicales produzca, en últimas eso es irrelevante, el éxito de un proyecto social se debe medir en cuantos jóvenes logra mantener dentro de los sistemas educativos, o en la reducción de problemas ciertos. En esto la Fundación Batuta ha dado resultados solidos y ha tenido un proceso histórico que sería injusto no reconocer, reconocimiento a los maestros y maestras Colombianos.

Quizás las críticas más rotundas a El Sistema de Orquestas podrían ser dos; la primera tiene que ver con las necesidades culturales y educativas de Colombia y la pertinencia presupuestal de orquestas sinfónicas para el país, la segunda es más de aspecto postcolonial y cultural; un país de una enorme diversidad cultural y social como Colombia no necesita un Sistema sinfónico Europeo. Cuando el mundo se interesa en nuestra riqueza musical y deversidad, intentar nosotros tener orquestas Austriacas en cada municipio suena ridículo, colonial y sobre todo, negador de nuestras identidades y raíces. Si se va a abrir más la oferta a la educación musical alrededor del país, los que deben estar llamados a construir ese Sistema son la diversidad de músicos y músicas que con orgullo podemos nombrar por ejemplo Nidia Góngora, Francisco Zumaque, Hugo Candelario, Antonio Arnedo, Toto La Momposina, los músicos llaneros, los músicos de la costa Caribe y la costa Pacífica, los maestros de la música Andina, los maestros Vallenatos..

La educación musical puede ser un mecanismo social positivo pero tiene que enriquecerse de la diversidad cultural del país.

Las orquestas sinfónicas o la música “académica” tienen que tener cabida como una expresión más de nuestra diversidad pero no como el eje central de nuestra cultura musical.♦

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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, candidato a master en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador.  Director de la ONG Por la Frontiere.

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