Mauricio Díazgranados no solo quiere entender la biodiversidad sino traducirla para el mundo. Desde los jardines victorianos de Kew hasta el dinamismo urbano de Nueva York, su trayectoria ha estado marcada por la convicción de que la conservación no es solo un acto científico, sino también político, filosófico y profundamente humano. En esta conversación, reflexiona sobre la COP 16, el papel de los jardines botánicos en la era del cambio climático y la paradójica relación entre guerra y biodiversidad en Colombia.

Diego: Lo primero que quisiera abordar el rol en el jardín botánico de NY el año pasado, especialmente con la COP16, sumado a los eventos en la Semana del Clima de Nueva York y el maravilloso encuentro que organizaste junto a Wade Davis, Cristian Samper y otras figuras clave del país en temas de biodiversidad. Ha sido evidente tu esfuerzo, desde tu trabajo en Kew Gardens, por transformar los jardines botánicos en actores dinamizadores de la investigación científica y del debate público, sin perder de vista su importante función pedagógica. Creo que empezar hablando de esto es fundamental.

Mauricio: En la COP 16 tuvimos varios paneles de discusión donde resaltamos el papel fundamental que juegan hoy en día los jardines botánicos en la acción climática y ambiental. Su función va mucho más allá de ser un espacio de recreación o esparcimiento, o simplemente de tener jardines bonitos que la gente pueda visitar. Los jardines botánicos han evolucionado a lo largo de la historia y, actualmente, cumplen un rol esencial al conectar a la ciudadanía con la naturaleza. No existe otra institución capaz de establecer este vínculo de forma tan efectiva, especialmente para quienes viven en las ciudades. 

Hoy en día, los jardines botánicos combinan varias funciones: el componente recreativo y educativo sigue siendo importante, pero también tienen un rol clave en la investigación, la conservación y la restauración de ambientes naturales. Dentro de sus áreas, se realiza conservación ex situ, pero muchos jardines también están comprometidos con la conservación in situ en áreas naturales, trabajando activamente en la restauración de ecosistemas. 

Si miramos su origen, los jardines botánicos nacieron durante el Renacimiento en Italia como pequeños espacios dedicados a plantas medicinales y especias esenciales para mantener la calidad de vida. Para cuidar estas plantas, era necesario identificarlas correctamente, entenderlas, cultivarlas, propagarlas y saber qué hacer si enfermaban. Esta necesidad de conocimiento impulsó su asociación con la investigación científica. 

Con el tiempo, los jardines botánicos crecieron y se transformaron, incorporando especies de distintas partes del mundo y adaptándose a los momentos históricos. Hoy en día, son espacios únicos que conectan directamente con los ecosistemas y la naturaleza en un contexto urbano. A diferencia de los museos, que exhiben especímenes preservados, o las universidades, donde la naturaleza se entiende a través de textos, los jardines botánicos ofrecen una conexión directa y vivencial con la biodiversidad. 

En el Jardín Botánico de Nueva York, por ejemplo, nuestra misión es comprender la diversidad de plantas y hongos del planeta, así como sus usos para el beneficio de la humanidad y de todas las formas de vida. Actuamos como defensores de esta diversidad, con colecciones atractivas que fomentan la reconexión y el esparcimiento, pero también con un área educativa y científica extremadamente sólida. 

Un ejemplo de nuestro impacto social y ambiental es el manejo de unas 300 huertas urbanas en Nueva York. Trabajamos con comunidades locales, capacitando y entrenando a las personas para que se encarguen de estas huertas, donde a menudo cultivan productos tradicionales, algunos de los cuales datan de antes de la expansión urbana de la ciudad y son parte del conocimiento indígena lenape. Este trabajo contribuye a recuperar especies en riesgo, proporcionar alimentos y crear experiencias educativas. 

También creemos en la horticultura como terapia. Tenemos programas específicos, como uno para veteranos de guerra que trabajan como voluntarios en el jardín botánico. Esta actividad les ofrece un mecanismo de sanación ampliamente estudiado, que aborda problemas psicológicos a través de la jardinería. 

Además, en el Jardín Botánico de Nueva York estamos comprometidos con la conservación urbana. Buscamos convertir a la ciudad en un ejemplo de reverdecimiento, recuperando su biodiversidad original y transformando lo que hoy se conoce como una “selva de concreto”. Queremos que Nueva York recupere parte de la vegetación y los espacios naturales que existían antes de la llegada de los colonizadores. 

En este sentido, también apoyamos el programa “Biodiversidades”, una iniciativa que surgió en Colombia y que ahora estamos extendiendo a nivel mundial. Los jardines botánicos, hoy más que nunca, son puentes entre las ciudades y la naturaleza, desempeñando un papel crucial en la construcción de un futuro sostenible.

Diego: Hablemos un poco sobre la COP. Ya has tenido la oportunidad de vivir la experiencia de participar en este evento, ¿cierto? Yo también estuve allí, y de hecho organizamos un evento tanto en el Jardín Botánico de Nueva York como en el Jardín Botánico de Cali, ambos lugares bellísimos. Quisiera saber cuál es tu perspectiva ahora que la COP está terminando. ¿Cuál es tu balance general del evento? ¿Qué opinas sobre lo que ha pasado? ¿Cómo ves a Colombia en este contexto? ¿Qué crees que se ha logrado y cuál es tu análisis sobre los resultados obtenidos?

Mauricio: La COP enfrentó cuatro grandes retos y tuvo un mensaje muy importante, que quiero destacar desde el principio: paz con la naturaleza. Lo que siempre he mencionado es que para lograr paz con la naturaleza, que es crucial, primero debemos alcanzar la paz entre nosotros mismos. Si no existe paz entre las personas, será muy difícil lograr esa armonía con la naturaleza.

Hemos visto ejemplos concretos de esto en Colombia. Gracias a los acuerdos de paz, hemos avanzado en el conocimiento científico de nuestra biodiversidad, incluso en regiones previamente inaccesibles para la investigación. Esto nos ha permitido desarrollar estrategias de gobernanza, protección y manejo de recursos, así como monitoreo de especies amenazadas, recuperación y restauración de ecosistemas. Estas actividades son imposibles sin un entorno de paz.

Actualmente, mientras hablamos, existen grandes guerras en el mundo y conflictos armados que persisten en algunas regiones de Colombia. Esto subraya la necesidad de integrar la paz social como parte fundamental de nuestra relación con la naturaleza.

La COP se enfocó en cuatro grandes objetivos:

Proteger y restaurar la biodiversidad perdida:

Esto incluye metas específicas como el “30×30”, es decir, conservar el 30% de las superficies terrestres y marinas para 2030, y, a más largo plazo, para 2050, mantener, mejorar y restaurar ecosistemas, además de reducir significativamente la tasa de extinción.

Prosperar con la naturaleza:

Se busca reducir la pobreza y la desigualdad a través del uso sostenible de la biodiversidad, implementando estrategias de bioeconomía que compartan beneficios de manera más equitativa. Actualmente, hay debates importantes sobre temas como la información digital asociada a la biodiversidad.

Movilizar recursos económicos:

Es fundamental cerrar la brecha de financiamiento para gestionar adecuadamente los recursos, además de fomentar la cooperación técnica y científica.

Transformar la relación entre la biodiversidad y las comunidades:

Durante esta COP, Cali se convirtió en un ejemplo de integración de la biodiversidad en la vida diaria de las personas. La ciudad fue un escenario transformador, casi como un gran micelio o las raíces de una ceiba, que conectaron cada rincón y llevaron el mensaje de biodiversidad a los corazones de sus habitantes.

Ayer, mientras caminaba por la Zona Verde, observé cómo las personas interactuaban con una escultura que representaba especies extintas. Había un silencio casi solemne, como si estuvieran frente a un memorial tras una catástrofe. Es un recordatorio contundente de la crisis que enfrentamos con la pérdida de biodiversidad.

Hace una década, hablar de biodiversidad no generaba tanto interés. Recuerdo que, en 2014, como director científico del Jardín Botánico de Bogotá, alguien me cuestionó: “¿Por qué querríamos biodiversidad en la ciudad? Eso trae insectos, culebras, escorpiones…” Pero la biodiversidad no solo trae desafíos, sino también alimentos, servicios ecosistémicos, oportunidades económicas y mejor calidad de vida.

La COP también evidenció la diversidad étnica y cultural de Colombia, con manifestaciones de pueblos indígenas y comunidades de todas las regiones, unidos pacíficamente para buscar soluciones.

Para Cali, esta COP ha sido transformadora. Nunca volverá a ser la misma ciudad. Ha comenzado un camino hacia convertirse en una ciudad biodiversa ejemplar. Para Colombia, ha sido una oportunidad única de visibilidad global, aprendizaje y reflexión sobre el valor de nuestra biodiversidad.

Este evento, el más importante que la humanidad ha tenido para proteger la biodiversidad, nos ha dejado grandes logros. Ahora, tenemos la responsabilidad de mantener el impulso y seguir trabajando en favor de nuestra naturaleza y de nuestra paz.

Diego: Hay un tema que vuelve a estar sobre la mesa, y es el siguiente: hace unos años replicamos los movimientos liderados por Greta Thunberg en la COP de Glasgow. Yo estuve allí con ella y con el grupo Fridays for Future, observando todo este fenómeno de la eco-ansiedad, del que también se ha hablado mucho y que genera tantas preguntas.

Pero mi pregunta finalmente es, desde tu experiencia y desde tu trabajo, ¿crees que estamos haciendo las cosas bien? ¿O no las estamos haciendo? ¿Lo estamos haciendo demasiado lento? ¿O realmente vamos por buen camino?

¿El planeta se está moviendo en la dirección correcta o las cosas, más bien, están estancadas?

Y aquí quiero agregar algo: hacer pronósticos siempre es complejo, pero creo que, con lo que está ocurriendo en el mundo, es posible trazar ciertas proyecciones para los próximos 30 años. Quiero saber cómo ves tú esos próximos 30 años. ¿Crees que estamos funcionando? ¿Qué va a pasar? Por supuesto, nadie puede acertar completamente, pero me interesa mucho tu perspectiva. ¿Qué crees que está sucediendo y qué sucederá?

Mauricio: Como dices, es un tema muy complejo y que varía geográficamente. Hay grandes ejemplos de desarrollo en armonía con la naturaleza; países como Bután y Costa Rica están haciendo un excelente trabajo. Creo que hemos logrado enormes avances y seguimos avanzando. Hace 10 años, una discusión tan profunda y relevante sobre biodiversidad como esta no habría sido posible. No teníamos la conciencia ni el sentido de responsabilidad como sociedad que tenemos hoy. 

Estamos haciendo cambios significativos, pero, lamentablemente, no a la velocidad que se necesita. Por eso es fundamental seguir socializando la importancia de acelerar estos procesos de transformación. Me encanta que estemos teniendo esta entrevista porque ustedes, los reporteros, tienen un rol fundamental para llevar este mensaje a toda la sociedad. 

Esto no lo van a resolver únicamente los tomadores de decisiones o los políticos; lo tenemos que solucionar como sociedad. Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad frente a la protección de la biodiversidad y de la naturaleza. 

Cuando cada persona se levante, mi llamado es: mírese al espejo y pregúntese, *¿qué puedo hacer hoy para proteger la biodiversidad y aportar mi granito de arena?* Por ejemplo, si puedes usar bicicleta o transporte público en lugar de tu carro, hazlo. Tratemos de reducir nuestra huella de carbono. Consumamos alimentos que no generen tantas emisiones. 

Soy vegetariano desde hace 35 años. No espero que todo el mundo lo sea, pero creo que debemos ser conscientes de que una de las principales causas del deterioro ambiental es la alimentación. Hoy en día, el 50% de la superficie terrestre está destinada a la agricultura, y hay más vacas que personas. Sabemos que el consumo de carne genera una enorme huella de carbono, mucho mayor que una dieta vegetariana. 

Si todos disminuimos nuestro consumo de carne, estaríamos contribuyendo significativamente a la solución. Ojalá esto se haga de manera voluntaria, sin necesidad de que los gobiernos impongan tarifas o restricciones para desincentivar el consumo. Cada uno debería tomar esta decisión como un aporte consciente. 

También podemos participar en actividades de protección, conservación y restauración de los ecosistemas. Sin embargo, seguimos enfrentando tasas extremadamente altas de deforestación, tanto en Colombia como en el resto del mundo. 

Diego: Para finalizar, ¿cuáles crees que son los retos más importantes para Colombia después de la COP y, en general, en términos de medio ambiente? 

Mauricio: Sin duda, uno de los mayores retos es la tasa de deforestación. Es fundamental tener una gestión adecuada de las áreas protegidas, no solo a nivel nacional, sino también regional, municipal e incluso en las reservas de la sociedad civil. Estamos lejos de lograr una gestión efectiva. 

Esa gestión debe basarse en conocimiento y datos precisos: saber cómo se están comportando las especies amenazadas, cuál es su variabilidad genética, y cómo han cambiado las interacciones entre las especies debido al cambio climático, que podría estar poniendo en peligro a muchas de ellas. Necesitamos estrategias preventivas frente al impacto del cambio climático. 

Por ejemplo, más del 50% de los frailejones están en peligro. ¿Estamos haciendo lo suficiente? Probablemente no. ¿Por qué? Porque necesitamos más recursos económicos, mayor capacitación, y más apoyo técnico y científico. También necesitamos muchas más personas comprometidas con salvar estas plantas, que son fundamentales para el sostenimiento de los ecosistemas de páramo, los cuales, entre otras cosas, nos proporcionan agua. 

Es mejor prevenir que lamentar. Es más eficaz evitar la desaparición de los frailejones y el deterioro de los ecosistemas que nos proveen agua, que luego tener que buscar soluciones como el trasvase de cuencas para abastecer a ciudades como Bogotá. Ese tipo de medidas reactivas son mucho más costosas y menos efectivas. 

Debemos entender que dependemos completamente de la naturaleza; somos parte de ella. El verdadero rol de la humanidad debería ser el de protectores, no destructores. Contamos con inteligencia, tecnología y podemos actuar con sabiduría, cualidades que deberían guiarnos para proteger a las especies y no para destruirlas. 

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