Subir a la torre Atrio, el edificio más ambicioso y de mayor tecnología en Colombia, es una experiencia que raya lo surreal, las vistas en 360 grados de una Bogotá poco explorada, la tecnología del edificio y la apuesta de la revitalización del centro de Bogotá lo hacen una propuesta de urbanismo que dista de ser un proyecto de desarrollo inmobiliario.
Desde hace unos años Nayib Neme se ha perfilado como uno de los constructores y urbanistas más arriesgados e innovadores de Colombia, su visión le ha permitido traer a uno de los arquitectos más importantes del mundo como Richard Rogers (arquitecto del centro Pompidou de Paris y diseñador de Atrio), las apuestas de Nayib van a la par del desarrollo de las ciudades Colombianas en las próximas décadas. Una entrevista en la torre Atrio.
d- Usted dice que no es un humanista, pero que tampoco un empresario, que son dos descripciones que estaba yo barajando.
No creo ser ninguno de los dos. Son calificativos muy altos para mí.
Le pregunto…y es que son cosas opuestas?
d-No sé, no, no creo que nada sea opuesto.
Mire, hace algunos años, leí una entrevista que le hicieron en El Espectador, no debo decir El Espectador, mejor, en un periódico nacional, por allá en los años 50, a mi papá, quien decía que una empresa es una responsabilidad social por sí misma.
Esa frase se me quedó grabada. Hoy hablan de la responsabilidad social del empresario, pero es que la empresa es una responsabilidad social por sí misma. Déjeme ir un poco atrás; nací en una familia muy particular, todos creemos que somos los únicos y demás, yo también me creo que soy el único, pero soy particular, porque es que vivir, nacer de un emigrante, nacer del emigrante, eso tiene una serie de connotaciones muy particulares, porque el emigrante…
¿Qué mueve a la humanidad? La necesidad, ese es el motor de la humanidad.
Si yo no tengo necesidad, no hago nada. En Colombia, no hablo de otros países, está pasando algo que considero muy malo para el progreso de la nación. Los gobiernos han creado subsidios para todo, esto hace que la gente, se siente a esperar que lo ayuden y exigen que el país les de lo que necesitan, con reclamos constantes y vehementes, hasta violentos. El emigrante debe esforzarse para conseguir el objetivo, está en un país que lo acogió, y eso es lo más bello, solo que debe hacer todo lo necesario para salir adelante. Ese es su objetivo, su misión. Quiere y sueña con volver a su patria.
d- A veces ni patria, le toca salir adelante.
Su patria existe, pero la añora, y a veces lo que hace es trabajar para ver si puede volver a ella, como lo hacía mi papá también.
Eso tiene connotaciones particulares, y, además, fue gente que no tuvo estudio. Mi papá llegó a primero elemental; mi tío, a segundo elemental, los dos hermanos que crearon esto, y fueron personas cercanas a la gente, eran parte de su gente, nunca fueron jefes, nunca dijeron, yo soy yo, no!, eran parte del negocio, parte de lo que pretendían hacer. Aprendí algo, espero haberlo aprendido, es tener esa relación cercana con la gente, con mis compañeros de trabajo, así que, yo no sé si eso se llama humanismo. Usted dígamelo. Mi tío Chaid, aprendió a leer muy bien el español, y era un hombre culto, gran lector y sabía todas las historias, desde Gengiskan hasta donde fuera; le gustaba la teología, leía sobre temas teológicos y era crítico violento de la labor de los curas en la iglesia; mi padre era más calmado, mi padre era un hombre más tranquilo, era un buen papá, era un hombre maravilloso.
No sé si al final del día uno los ve y los siente como definición de humanista. Creo que va de la mano con el empresario que quiere hacer las cosas por el bien de todos. Hay una frase que se la apropió el presidente Kennedy el día de su posesión, y fue escrita 50 años antes por el filósofo, poeta y escritor Gibran Khalil Gibran…” no preguntes que ha hecho el país por ti, pregúntate, que has hecho tú por tú país “
d- Pero también de cosas que usted está diciendo sin decirlas, por ejemplo, esta idea de la igualdad, que es una idea que hablas de tu padre y tu tío también, con esa idea de que los demás que están trabajando contigo, independientemente de que cumplan un rol, y yo lo puedo decir además, por como vi su relación con la gente en Atrio, el rol que cumplan, pero todos lo ven a usted como un amigo, como un igual, no lo ven como el señor, dueño , Dios por allá, sino lo ven como un ser humano igual, pero eso hace parte del humanismo, de creer que el otro es un otro igual, con sus diferencias, pero que tiene la misma dignidad.
Para mí, todos merecen y tienen el mismo respeto, y les agradezco todo lo que hacen, día a día.
d-Usted no es tan crítico de la Iglesia entonces.
No lo soy. La quiero y la respeto. Estuve en el seminario de mi colegio, por no ser correspondido de una traga enorme que tenía, éramos niños, 13 y 11 años.
d- frustración.
Si, en parte. Por fortuna tuve unos curas de quienes aprendí mucho y fueron guías espirituales maravillosos. Soy respetuoso de la Iglesia, soy creyente. Creo tener fe.
Siento que puedo, que soy capaz de convivir con la fe y de pelear con esa cosa que lo saca a uno de la fe. Me gusta la religión. Me gustan los valores que me enseña. Sí, yo soy creyente.
d- Antes de esta entrevista estábamos hablando un poco, y lo quiero traer porque pues tu familia ha sido, digamos tuvo una apuesta industrial en Colombia, hoy todavía tienen sus intereses, sus agendas, usted ha logrado trabajar toda su vida aquí, han logrado acumular una fortuna muy apreciable y uno se queda pensando en esa frustración quizás que me contaba sobre la apertura económica y hoy en día. Me parece muy interesante porque tiene que ver todo con lo que estamos viviendo como crisis, pero también como los caminos que hemos decidido tener como país.
Sí, Colombia no podía quedar aislada del mundo. Debía pertenecer a la orquesta global que se estaba creando. Eso era lo que consideraban a finales de los ochenta y a principios de los noventa.
Considero que allí se cometieron dos errores. Lo primero, Colombia no sabía qué era lo que quería hacer. Yo no puedo traer aquí a una persona a tocar en una orquesta, sin saber qué clase de instrumento toca; primero le pregunta, qué instrumento es el suyo y así, lo pongo en el lugar que le corresponde. Después, como director del concierto, hago que todo suene y se coordine.
Los creadores de la apertura económica, tenían como argumento, que la gente en Colombia, tuviese la posibilidad de tener todo lo que el mundo entero ofrecía. Que en vez de ir a Miami a comprar lo que querían, lo pudiera acá. En el campo nuestro, los vehículos pudieran venir de todas partes y que la oferta, no fuera solo de los nacionales. Nuestros dirigentes, no decidió qué era lo que el país hacia, ni hacia donde debía enfocar su fuerza industrial o su fuerza comercial.
Y lo segundo, que fue aún más complicado, es que Colombia no estaba preparada para estar en una orquesta. Colombia tenía que haber dado unos pasos antes. Nos dijeron que habría en paralelo lo que llamaron la agenda interna, para así volver al país más competitivo y así, la industria interna, tendría los caminos, para poder competir con el producto importado. Las industrias en Colombia, me atrevo a decirlo, con conocimiento de causa, no solamente las nuestras, sino todas las industrias de todo tipo, son eficientes, son productivas y son buenas. Aquí hacemos las cosas bien. No somos competitivos, porque Colombia no desarrolló aquella agenda que decían, iban a desarrollar y entregamos nuestra capacidad, nuestra mano de obra, para que otros países nos llenaran con sus productos.
El costo logístico, el costo de distribución, el costo de entrada, el costo de salida, el crear empresa con casi 36 ó más requerimientos necesarios para crear una empresa, la pesada carga fiscal, y tantos otras cargas y costos que Colombia exige y tiene, que no dejan que podamos competir con otros países, que con vigor y con fuerza, defienden sus industrias.
d- Pero pareciera como que hay un defecto en nosotros, en las instituciones quizás, en las leyes que se han creado como un defecto del sector político en entender de verdad el sector productivo.
Absolutamente. El sector político, con frecuencia, desconoce lo que pasa realmente. Yo he tratado con mis amigos políticos, con los amigos terceros, con todos, de llevarlos a las empresas y decirles, mire lo que significa producir una pieza, cualquiera que sea. Lo que usted ve en una planta es el final de la poesía.
Todo lo que hay detrás, la homologación y el desarrollo del material y de los productos, el diseño del mismo, la logística que hay detrás para poder hacer llegar la materia prima a su sitio, el poderla juntar y convertirla a una pieza. La gente no sabe, todo lo que hay detrás de eso. Entonces dicen…como los de otro país son más baratos, entonces traigamos los de allá.
Lo que hemos hecho nosotros es haber perdido la mano de obra colombiana y se la hemos entregado a los demás países. Hoy todo el mundo trae lo que quiera de todos lados, y Colombia dejó de ser productiva. Cuántas empresas en Colombia se han perdido. Y todos los días más.
d-Y los hipotéticos recursos que hubieran llegado pero no estaban acá.
Ahora, si usted ve aquellos países llamados aperturistas. Brasil, por ejemplo, que es un país que habla de la apertura y que es muy fuerte en ese sentido. En Brasil solo se vende lo que se produce en Brasil. Para entrar a Brasil eso es casi imposible. Además, si usted entra a un estado, para hacerlo en otro, hay otras reglas, pues cada uno tiene su propia regulación.
En el sector automotor se acordaron ciertas condiciones cuando se firmaron tratados bilaterales o multilaterales, que no se han cumplido, como se establecieron. Vuelvo al caso con Brasil; se acordó que Brasil le podía vender a Colombia 50 mil carros por año y a su turno Colombia le vendería a Brasil 30 mil unidades. Si ud revisa hoy lo ocurrido desde la firma de ese acuerdo, podrá constatar que año tras año, Colombia ha importado ese número de vehículos del hermano país, mientras que aquel, no nos ha comprado nada. Esa clase de acuerdos quedaron cojos en sus redacciones y en las exigencias de los cumplimientos. Es por ello que el ministro saliente de Comercio, Industria y Turismo, el Dr. Germán Umaña, conocedor de los acuerdos, dijo que para cumplir con el espíritu de lo tratado, debíamos de renegociarlo. Todo el mundo clamó al cielo: “¿cómo vamos a negociar? Eso no se puede”. Lo que se pretende hoy, es que además de establecido el cupo, el país exportador, no podrá tener de nuevo el cupo establecido, hasta que no haya importado el cupo acordado.
d-Qué curioso que el colombiano se siente tan vivo y hace negocios tan malos como país.
Mire, cuando el doctor Carlos Lleras Restrepo hizo lo que se llamó la industrialización del país, su ministro de entonces, el de fomento, era Hernando Gómez Otálora. Este hombre creó toda la Biblia, todo el documento para que el país se industrializara, y arrancó la gran industrialización. Había empresas viejas, nosotros empezamos a principios de los años 50. Había baterías, había ruedas, la misma colmotores arrancó en el año 59 y en el 61 empezó a hacer carros.
En esa época se impulsó la industria nacional y se crearon unas reglas de juego para poder producir en Colombia y para traer productos a Colombia. Colombia no tenía en ese momento suficientes dólares para poder importar, fue así como crearon la Junta de Importaciones, establecieron las licencias previas y una serie de filtros que molestaban y que hacían difícil la importación de productos.
Si bien es cierto, era una molestia, manteníamos de alguna manera unos equilibrios. La Junta de Importaciones, que la han criticado tanto por el inmenso poder que tenía, era la que decidía el gasto de los pocos dólares que tenía la nación. Si, era un trauma, y se podía haber regulado de otra manera, y acabado como se hizo, dejando reglas claras para importar y exigencias para seguir produciendo internamente.
Pero no como ahora que cada uno puede importar lo que quiera. Yo no quiero volver a eso. Lo que a mí se me hace raro es que el negociador de los tratados de libre comercio fue el hijo de Hernando Gómez.
Y yo se lo he dicho, así que no me da pena volverlo a reiterar, ah poco que sabe de industrialización y ah poco que sabe de industria. Y lo que hicieron fue regalar a los otros países nuestro producto, nuestra producción y toda nuestra industria.
d-¿Y usted dice de alguna manera que es más ignorancia que mala fe?
Yo en mala fe sí no creo. Yo creo que es ignorancia. Yo creo que era una situación coyuntural, que de pronto él estaba sintiendo presiones.
Posiblemente había que quedarles bien a los países. Posiblemente teníamos que sentarnos con un México que son unos grandes negociadores. Con un Estados Unidos al que teníamos que rendirle pleitesía. Con Estados Unidos no teníamos ni siquiera aranceles. Nosotros podíamos exportar a Estados Unidos sin aranceles. ¿Para qué teníamos que hacer tratados de libre comercio? Yo mismo se lo dije al presidente. Siendo yo Presidente de la Cámara de Comercio Colombo Americana.
¿Se lo dijo al Presidente Uribe?
Se lo dije a un Presidente.
Pero el del Tratado de Libre Comercio era Uribe.
Se lo dije al Presidente. No firmen el Tratado. No se necesita. Ya tenemos un acuerdo con los Estados Unidos. De cero arancel para los productos colombianos.
Les entregamos todo.
d-Hablemos un poco de eso, pero ahora de cara al actual. Usted habló bien del Ministro Umaña y de la negociación con Brasil. Me gustó que pudiera… Digamos, usted no es petrista, en efecto.
Por qué lo dice? ¿Se nota? ¿Por qué se me nota?
No, porque no. No voy a decir que se le nota, pero sí…
Me llamó la atención que con tranquilidad pudo ver un acierto en esa negociación que lideró el Ministro Umaña. Pero también quiero preguntarle sobre eso. ¿Cómo lee usted a Petro? Eso de la economía. A Petro le encanta hablar de economía, es de lo que más habla quizás en sus discursos. Habla mucho de la desigualdad, habla mucho de la riqueza, habla mucho de los errores históricos, pero finalmente en la economía no le está yendo muy bien. No hay un consenso, o más bien hay un consenso general que no le está yendo bien. Y más bien hay una sensación de que el hombre no entiende muy bien finalmente lo que plantea. Ni él mismo entiende lo que plantea. Y ahí le pregunto, ¿cómo lo lee a él? ¿Cómo lee el gobierno lo que ha hecho estos dos años?
Usted tocó un tema inicialmente y es el tema de Germán Umaña. Germán Umaña, a diferencia de todos, voy a decir, y me atrevo a decirlo así, conoce lo que es el sector privado. Y conoce lo que es la industria. Y conoce todo lo que se ha vivido. Germán Umaña ha sido de los gremios, ha sido estudioso del tema económico. Germán Umaña es, a mí eso de que es izquierda o derecha me tiene sin cuidado, él es de la gran izquierda, siempre ha sido de izquierda.
Su padre lo fue o se consideró como tal. Su hermano lo fue y se ha considerado como tal. Y yo creo que lo es. Eso no significa que no entienda lo que el país necesita. Y era la ventaja que tenía Germán Umaña dentro de este gobierno. Él sí sabía lo que el país necesita para poder volver a recuperar las industrias y la industrialización en el país.
Ahora, yo, el día de las elecciones yo tomé una decisión de votar por algo y por alguien. Si gané o perdí, ahí quedó en el papel. De ahí para adelante, ¿yo qué sigo siendo? Soy Colombiano.
Yo no entro a discutir política. Sigo tratando de trabajar con toda mi energía, con todo el ímpetu, dentro del escenario que está establecido.
Soy orgullosamente colombiano, y tengo un deber como tal, y tengo un legado que como hijo de mi padre y de mi tío, que como emigrantes ellos un día me dijeron, cuando yo tenía muy poca edad, y no puedo olvidar esa frase, que me pesa en la espalda como lo que más: “Hijo, a lo único que yo le debo algo en la vida es a Colombia. Colombia nos dio todo.
Me dio a tu mamá, me dio a mis hijos y me dio la posibilidad de hacer todo. Yo llegué a este país sin nada. Tu obligación, como colombiano, es devolverle de alguna manera a Colombia lo que Colombia nos ha dado a nosotros.”
Yo vivo haciendo lo que creo que debo hacer. Usted me dijo, soy loco. Sí, estoy loco, mire lo que estoy haciendo.
Cada día más loco. La gente me está regañando porque estoy haciendo inversiones. Usted vio el centro cultural que estoy haciendo.
En unas circunstancias como la de hoy, pero es que, ¿el país es hoy? ¿El país es ayer? ¿O el país seguirá vivo? Otra enseñanza de mi padre. Colombia es como un bebé. Se va a caer, se va a golpear en la cabeza, le va a dar sarampión, se va a romper un brazo, pero va a crecer y va a ser adulto algún día.
¿Y cómo es adulto un país? Que su gente le dé la adultez. Él no nace solo ni los árboles lo hacen, no. La gente tiene que volverlo adulto y los tiene que sembrar.
Así pues, debemos seguir haciendo lo que le corresponde. Si corresponde es quedarme quieto en la casa en pijama, pues quédese en la casa quieto en pijama. No sé qué va a esperar y no sé qué le va a llegar.
Yo no, yo no puedo. Yo tengo que salir temprano. Yo hago mis cosas desde temprano.
d-Pero hablemos de sus locuras, porque sus locuras lo mantienen vivo también. Atrio, que es un proyecto de ciudad porque no es un edificio, Atrio es un proyecto con uno de los arquitectos naturalmente más importantes de su generación Richard Rogers fue de los arquitectos más importantes del mundo, era una apuesta también por Bogotá en un sentido muy profundo, no sólo por Colombia sino muy concretamente por Bogotá ponerle la vanguardia apuntarle a la renovación urbana apuntarle a que una ciudad como esta de más de 8 millones de personas merecía tener un espacio urbano y además al centro históricamente abandonado creo que todo eso está ahí pero en esa locura pudo ejercitar usted también su profesión, usted es arquitecto pudo ejercitar también su creatividad y yo quiero hablar un poco de eso como ¿qué pasó? yo creo que se unieron muchas cosas pero hoy en retrospectiva, ¿usted cómo lo ve?
Hombre… son “Diosidencias”, como dicen, son cosas extrañas. Hay un amigo muy querido con el que tengo una relación hace muchísimos años y me “dice mi yerno quiere hablar con usted”. Al visitarme me dice: me están vendiendo el lote que hay aquí en la 28 con Caracas, le dije, eso no es posible; me dice ¿y por qué?, porque yo sé quién es el dueño del lote, y ese señor no vende ese lote, me dice, no, es que me lo están ofreciendo… entonces cómprelo, pero es que me están pidiendo… cómprelo ¿usted está dispuesto a comprarlo? sí, lo estoy, al precio que le piden, cómprelo, y se compró, un lote muy lindo, a mí me gusta esta zona, me parece que es de las zonas que como ciudad ha sido diseñada urbanísticamente para grandes inversiones, para grandes edificaciones, aquí no hubo casas, que se volvían edificios; esta zona se diseñó de de tal manera, que se dejaron avenidas grandes, había la 26, había la 13 había la 7, lo que llamamos grandes por lo menos para nosotros, pero no eran las casas de la 90, que en una época era una casa que se volvió un edificio, de donde salían dos carros, ahora salen 80, y eso convirtió a la ciudad en un trancón, en un desorden urbano, en vez de haber respetado la unidad por lotes, pero claro como el precio de la tierra se volvió muy caro, entonces todo el mundo empezó a creerse constructor y desarmamos la ciudad, que no me oigan los curadores y que no me oigan mis socios, los arquitectos, o los colegas.
Volvamos al centro internacional; al adquirir el terreno, comenzamos a pensar qué hacer, será vivienda, a esta zona está llegando vivienda, no solo bonita, sino que tiene una enorme facilidad de acceso y de interconexión. No creímos que era el momento para hacer vivienda, hagamos más bien oficinas. Comenzamos a hacer muñecos, cuando de manera sorpresiva, el ministerio de comercio exterior, su nombre en ese momento, saca una licitación pública para vender el lote vecino al nuestro, así que dejemos de pensar qué vamos a hacer y tratemos de adquirirlo, con la fortuna de que no lo adjudicaron; entre los dos terrenos sumaban 20 mil m2. Recuerdo que un amigo muy querido me llamó y me dijo, me ganaste por 200 pesos más, dije no, ese lote es suyo lo quiere, venga, construyámoslo juntos; de ninguna manera me dijo, tienes un lote muy lindo, que Dios te acompañe y otros buenos propósitos.
Así que completamos un área de ese tamaño. ¿Ud. Sabe lo que es un lote vacío en el centro de Bogotá?
d-Es un pulpito.
Yo no sé cómo se llamará eso, pero eso es una gema. Eso es lo más bello que usted puede imaginarse.
d-Desde el punto de vista arquitectónico también, no sólo desde el punto de vista de negocios, desde todo punto.
Desde el punto de vista urbanístico. Usted me ha hablado tres veces de que yo soy un negociante. Yo no tengo idea de negocios, se lo digo.
d-Ha aparecido así en el país usted
Bueno, pues amablemente me están diciendo una cosa que no es. Tuve la fortuna de nacer de un viejo que fue capaz de hacer negocios, pero yo no sé hacer negocios. Pero yo sí, y perdónenme el yoísmo, es que esta es la zona urbana más linda que tiene Colombia, para mi gusto. Y aquí vivo. Aquí vivo hace 42 años.
D-También. Pero digamos en que usted, le recuerdo porque siempre me gusta recordar en que iba, usted va hablando de que usted realmente lo que es urbanista. Pues es lo que quería decir.
Sí, me gusta el urbanismo.
d-Entonces, en paréntesis, usted hubiera podido perfectamente escoger un camino más en la arquitectura y el urbanismo que en, digamos, en los negocios y en el representar a su familia en los intereses familiares. ¿Hubiera preferido en ningún punto eso?
No. No, mire.
d-Bueno, lo combinó, lo que usted hizo fue hacer lo que le gustó sin dejar a su familia.
Le cuento después lo de Atrio, y me vuelvo a esto.
He vivido desde que nací, le muestro ahora una foto mía, en esta organización.
Mi papá desde chiquito me traía a las oficinas y me traía a las fábricas a trabajar, y a mí lo que siempre me ha gustado ha sido la transformación. Yo me paro en una fábrica y veo cómo transforman el acero, lo van torciendo y al rato aparece una rueda. Eso me maravilla.
d-¿Le maravilla parar las empresas de concreto de Bogotá para que todas tengan que llenar 100 metros abajo en la construcción de Atrio?
No, pero en cambio, todo el mundo creía que yo iba a ser administrador de empresas, que mi papá decía que todo el mundo es administrador de empresas, que hasta él fue administrador de empresas, o que yo iba a ser ingeniero, ingeniero mecánico, sobre todo. Cuando tomé la decisión de ser arquitecto, nadie me lo cuestionó.
¿Qué es para mí la arquitectura? La transformación. Yo tengo una idea, la plasmo en un papel, y a los pocos meses vivo en ella. ¿Usted sabe lo que es eso?
d-¿Eso es mágico?
Eso!!! Esa es la palabra.
Mire esta oficina, esto es, esto es mágico. Sentarme acá, inventar un proyecto, soñar con él y ahora ver hecho un edificio, desafortunadamente vacío, y por eso tengo las canas, y el dolor en el alma.
¿Usted quiere decir eso públicamente?
Claro. No sé si es bueno o es malo, pero tener un edificio de esa belleza, de esa envergadura, en cualquier parte del mundo ya hubiera sido ocupado, y diseñado por el mejor arquitecto del mundo.
Mucha gente nos dice, “ yo voy a seguir trabajando en la casa”, o como me han contestado algunas empresas de gran envergadura aquí en Colombia, “que preferimos cerca del centro Andino, porque me queda a una cuadra de mi casa, sin pensar en los otros compañeros, a quienes les puede favorecer, estar en un sitio más céntrico. Así que le puedo decir, cuando juntamos los terrenos, dijimos, dejemos de pensar y empecemos a soñar qué vamos a hacer aquí. Debemos hacer un proyecto de gran capacidad, de gran envergadura, de gran impacto urbano para Bogotá, tenemos que hacer algo nuevo, vamos a buscar arquitectos.
Tuve la fortuna, en ese momento había una embajadora muy buena en Inglaterra, amiga nuestra, la llamé y le dije, hay un arquitecto allá que se llama Richard Rogers, que me parece un sobrado, trate de conseguirme una cita, y me la consiguió para la semana siguiente. Nos fuimos para allá. Le empecé a contar el cuento de lo que estábamos pensando, lo que era el lote que habíamos conseguido y lo que queríamos hacer. Él estaba con un grupo como de 12 personas, tengo hasta fotos de eso, oyéndome el cuento y yo creo que el escepticismo era lo que reinaba y todos decían: otro proyecto de alguien que viene a echarnos un cuento y eso nunca va a salir, este tipo qué va a hacer un desarrollo o un proyecto de esos en Colombia. Richard me oyó hasta el último momento, y yo creo que hubo algo que produjo el clic entre Richard Rogers y yo. Y fue cuando le dije, queremos que el proyecto sea… la palabra no me gusta, no me gusta, pero fue clave… un proyecto incluyente, eso no dice nada, que sea abierto al público, yo quiero hacer espacio público; a Colombia, a Bogotá, le hace falta que la gente pueda caminar por los espacios, aquí hacemos un proyecto y lo cerramos, si no es con la misma construcción, como ve usted varios de esos, la construcción va hasta el final del lote y lo utiliza todo, le ponen una barra para que nadie pase por él, en cambio queríamos un proyecto abierto, ¿y por qué?, porque creo que todo el mundo en la calle es igual, yo en la calle puedo darle un beso a la novia, leer un libro, fumarme un tabaco, usted y yo somos humanos, es que lo peor que se inventaron aquí, y no le voy a decir quién fue, fue la estratificación, ¿por qué hay estrato 1 y estrato 6 si somos lo mismo? ¿Cuál es la diferencia? Porque paga más impuestos que el otro, entonces es 6, usted es 5 y usted es 1,
Eso le hizo un gran daño a la sociedad,
Eso fue lo peor, mi papá me lo decía, lo peor que hubo en Colombia fue cuando empezaron a hablar de pobres y de ricos, en Colombia éramos todos iguales cuando yo llegué a Colombia, y eso fue lo que yo encontré en Colombia, que todos éramos iguales, y él seguramente era de los más pobres.
Entonces, don Richard Rogers oye mi exposición, y me dice: ¿Cuándo sale el próximo vuelo para Colombia? Dos semanas más tarde, si no fueron tres, estaba aquí en Colombia, viendo el lote, conociendo Bogotá, lo subimos en un helicóptero, no le digo de quién, y empezó a dar la vuelta a Bogotá, por hora y media o más y se dió cuenta de lo que significaba ese lote, y en donde estaba ubicado, y ahí empieza la aventura, que está mejor catalogada, como me lo dice mi cuñado, la locura… ahí empezó…hicimos varios proyectos, aquí tengo varias maquetas, 3 edificios, 5 edificios, un centro comercial, una cosa y otra. Estoy hablando de finales del 2007, principios del 2008, cuando vino ese cataclismo mundial del 2008, de principios del 2009, la crisis. Así que paramos la ida, la venida y la charla con ellos, que la retomamos después en el 2012, y le empezamos a meter todo el julepe y arrancamos el proceso de los talleres, de ver cómo era, cómo iría el diseño, y de pronto, como le digo yo a uno de los arquitectos que trabajaba con ellos, usted no hizo un nada, y de pronto hace un muñeco y todos decidimos que ese era el que había que hacer, ese es el dibujo que tenemos en todos lados. Así arrancamos, hicimos el diseño, hicimos todo y ahí comenzamos. Empezamos la construcción a finales del 2014, en noviembre hicimos una misa, el día 14, si no estoy mal, y en enero del 2015 empezamos a construir, terminando el edificio en octubre del 2019.
D-Pero no hay un poco, no es Atrio un poco una metáfora demasiado sólida de lo que su familia ha hecho con Colombia de alguna manera,
¿En qué sentido?
d-Usted habla mucho de esto y por eso lo estoy diciendo, porque usted habla del emigrante que se queda, que usted lo ha dicho en esta entrevista, que Colombia les dio todo, usted lo dijo, ni siquiera lo estoy yo asumiendo, de alguna manera hacer algo que nadie había hecho, algún proyecto de esa magnitud aquí en Bogotá, trayendo a uno de los mejores arquitectos del mundo, invirtiendo en los recursos, porque eso es plata, plata y más plata,
Que no la tenemos,
De alguna manera, ¿no era celebrar un poco a su familia y a usted en Colombia, como una especie de homenaje?
Sí. Mire, en uno de los talleres, uno de los arquitectos que estaba aquí con nosotros, allí nos reunimos 30, 35 personas, venían de España, venían de Londres, eran una maravilla esas reuniones, dice… me acuerdo que dice, bueno, voy a hacer una pregunta para que cada uno de ustedes me la conteste, ¿por qué van a hacer este edificio? Ah, porque es que el sitio se presta para eso, porque a Colombia le hacían falta unas oficinas buenas, había 35 respuestas, Nayib, ¿cuál es su respuesta? Yo no sé, ¿será un tema de vanidad?
d-Vanitas,
Yo sentía que había que hacer un buen proyecto, y sabía que, sentía, no sabía, sentía que Bogotá merecía un buen proyecto.
Veía, lo sentía, que necesitábamos un buen proyecto y una buena arquitectura para el desarrollo urbano. Ahora, sí creía que se necesitaba traer una nueva arquitectura, yo veo que se están haciendo cosas con tecnologías diferentes que nosotros no teníamos, dentro de mi absoluta ignorancia, porque yo soy un ignorante de la arquitectura; el último día que me senté a hacer eso, a dibujar un plano, fue el día de mi tesis, o sea, de pronto he hecho un par de dibujos, pero yo no he hecho gran cosa en ese tema, sí soy capaz de corregir, eso sí soy capaz.
Dentro de ese desconocimiento, yo veía que aquí se podía hacer, y en ese maravilloso lote, es que el lote es, ¿sabes lo que es eso? La Caracas con la 26, son los 12 ejes de Colón, de Bogotá. Al frente va a haber la estación central, que ya se está empezando a construir con parte del metro, donde iban a venir todos los trenes de cercanías que hablaban, y los regionales que hablaban en esa época. Todas esas cosas se hablaban en el año 12 y en el año 13, y salieron a la palestra varios anteproyectos que publicó el IDU.
d-¿A Usted qué le gustaría que Bogotá entendiera, que los bogotanos entendieran de Atrio?
Yo fui a varias universidades a decirles que fueran a ver a Atrio. Yo lo que más quería es que la gente entendiera lo que es hacer un edificio con alta tecnología. Con tecnología donde una plomada es una coordenada en la nube. La plomada no es un ladrillo agarrado de un hilo para saber si la columna me está quedando derecha. El saber que las tolerancias en una columna entre el piso 0 y el piso 43 pueden ser de entre 3 y 5 milímetros de desviación. De saber que se hicieron 76 mil planos, o 72 mil planos, y no se usó papel. Que todos los obreros que teníamos allá, que en un momento llegaron a ser casi 2 mil, tenían iPad. Y a través del iPad ellos sabían cómo se tenía que hacer cada detalle que se hacía en el edificio. Nadie de los que estaba ahí podía tomar la decisión de ver cómo era el detalle de esa esquina, o cómo tenía que poner ese tubo, o cómo tenía que dar la vuelta a esta máquina. Eso estaba todo absolutamente diseñado. Y él lo miraba en su iPad y procedía a hacerlo. Ese manejo, ese control, eso no lo tenía nadie. Nosotros mismos, la oficina nuestra de construcción, lo que llegó a aprender en eso, lo que estamos haciendo hoy, no es posible, si no hubiéramos pasado por Atrio. ¿Qué quería yo? Eso, traer nueva tecnología. ¿Qué es lo que yo aprendí en la industria automotriz? Nosotros no sabemos hacer ruedas. Pero mi tío, mi padre, y la persona que los acompañó toda la vida, que se llamaba Félix Moreno, iban a Europa, iban a Japón, iban a Estados Unidos, y traían la gente y les decía cómo era que se hacía una rueda, cómo es que tengo que hacer un amortiguador, cómo es que tengo que hacer un freno. Y les pagábamos regalías porque ellos nos estaban entregando la tecnología. Yo creo que eso es parte de lo que aquí pasó. Traer esa tecnología y ponerla al servicio de lo que podamos hacer, como un buen edificio de otra categoría.
¿No sé si usted lo sintió?
d-Es que es visible.
Porque un edificio al fin y al cabo es un edificio. Puede que la gente diga que es feo, puede que la gente diga que es bonito.
Lo importante es lo que hay detrás de ese edificio, esa técnica, esa tecnología.
d-Yo personalmente lo entiendo más en la distancia. Cuando vengo de la 26 lo entiendo más. Punto para mí espectacular para entenderlo es la 30 con 26. Ahí se ve el skyline y qué significa para el skyline de la ciudad y para la ciudad.
Aunque a veces se ve como un platillo volador, como una cosa extraña dentro de todo.
D-Pero eso es lo encantador.
Está bien, puede ser bueno, pero por ejemplo París no acepta nada. Y por eso fue que Georges Pompidou fue un disruptivo. Hizo que la gente lo odiara o lo amara.
D-Pero mucha gente va a París por el Pompidou.
Después de la Torre Eiffel es lo más visitado del mundo.
Eso es una cosa de locos. El punto de Atrio es la técnica como que se hizo. La tecnología que se trajo para hacer eso.
d-Y la esperanza que eso implica para un país también que trata salir adelante y para una ciudad.
Hombre, yo no sé si lleguemos tan lejos y si uno tiene en la cabeza el influir tanto. Lo que sí, es que yo sí creí que íbamos a hacer un proyecto que la gente lo iba a absorber, la gente lo iba a querer, la gente iba a estar en él.
d-Yo sí le voy a contar por qué:
Dos anécdotas. ¿Se acuerda? Hace muchos años, un aviso en la época dura del narcotráfico, que decía bajo un puente “el último que se vaya, apague la luz”. Y ver todo lo que ha pasado en Colombia estas décadas, que también usted sabe, pero también yo veo cosas muy buenas que han pasado, un proceso de paz, una apertura en el turismo al mundo, un desarrollo, apostar por Bogotá también era un mensaje esperanzador.
Sí, y se lo agradezco, se lo agradezco. Yo recientemente estoy más abrumado y más asustado que honrado, porque la gente me ha dicho unas frases hermosas. Recientemente pusimos la última viga en el Centro Cultural, pues allí no hay cierre de tejado. Hicimos una bendición y fueron un poco de amigos de la oficina.
Las frases que dijeron, carajo, yo le decía a mi mujer, ¿usted sabe lo que me están diciendo? Qué susto defraudarlos, qué susto no terminar esta obra, en una circunstancia tan difícil como esta. Nunca pensé que uno pudiera producir tanto ejemplo, tanta energía. Me lo decía, no le comento, un colega suyo me decía, Nayib, es que hoy en día ver que una persona esté metiendo esto, no saben lo que esto significa para nosotros, para la sociedad.
Alguien cree, alguien cree en esto, ese es el mensaje, alguien cree en esto. Hay una leyenda chistosa también. Para romper el dramatismo hay una anécdota chistosa. El día que me iba a ver con usted, tomé un taxi justo ahí en la 30 con 26, y el taxista me preguntó para dónde iba, y le dije, no, para esa torre, es que voy a hablar con el dueño y el hombre es tal. Y me dijo, ese es como turco. Le dije, sí, yo le mame gallo, le dije, cómo así, cómo así que turco, y usted qué sabe.
Me dijo, sí, sí, él es turco, y es que usted lo ve en el edificio. Así son esos edificios en esos países, así es allá. Él seguramente estaba imaginando Arabia Saudita…Oiga, hablando de sus locuras y el arte, Claudia Hakim, que es artista, que es su esposa y su compañera, porque, hombre, hay parejas que uno ve y uno dice, esta gente de verdad se quiere y de verdad se entiende ¿no? Y creo que su pareja es un poco eso.
No, Claudia no es mi pareja, Claudia es todo para mí.
d-Usted lo dice. Y NC es una galería, también fue una apuesta, de cierta magnitud, no comparable a Atrio, pero en el mundo de las galerías también de cierta magnitud, y especialmente por lo temático, ha sido una apuesta entre artistas muy inusuales, de una mirada muy propia también, ¿no? NC ha tenido una mirada muy propia, yo la identifico como una galería que no se casó completamente con lo político ni con lo comercial, pero sí le permitió una libertad gigante a muchos artistas de acá y de fuera, presentar a artistas que no habían tenido un espacio así en Bogotá, privado, para presentarlo, como además una galería que le apuesta al arte contemporáneo, que es difícil también apostarle en una sociedad que todavía su mirada no está tan educada, ¿no? Yo creo que ahí también ha habido un tema de vanguardia, pero ese también es un tema de sus locuras, del arte. Pero ¿Cómo ha sido para usted, porque esta entrevista finalmente es sobre usted, más que sobre cualquier otra persona, ¿Cómo ha sido el arte para usted en la vida? ¿Cómo le ha llenado a usted, qué le ha llenado a usted el arte en la vida?
Claudia y yo estudiamos algo donde en alguna parte nos juntamos, porque la arquitectura es un tema de arte, es algo de belleza, es algo de sensibilidades, ¿no? Como decía mi papá: no era lo suficientemente hombre para ser ingeniero ni lo suficientemente mujer para ser decorador. Entonces es arquitecto. Tiene sensibilidad, ¿no? Y Claudia, pues es una mujer, artista innata, ella produce arte. Ella es eso. Entonces en alguna parte nos juntábamos. Y el arte para nosotros ha sido un acompañante del haber gozado nuestra vida. Nosotros vamos a las ferias, vamos a galerías.
Claudia es una analítica de todo. Ella conoce, interpreta, saborea el arte. Yo soy mucho más ligero.
Yo me voy mucho más por los lados y voy mirando todo lo demás. Lo que me ha dado risa muchas veces es que le digo, oye, ¿tú viste ese cuadro así como cuadrado, como rojo con azul que había? Sí, no me acuerdo. Pero me pareció que estaba en una esquina.
Sí, ese es. Sí, más o menos. ¿Por qué? Porque lo compré.
¿Por qué lo compraste y no me avisaste? Porque me ibas a decir que no. Entonces ya lo compré, porque me gustó. Y entonces se vuelve una conversación. Como ella también decide comprar ciertas cosas, eso hace que empezamos a comentar a argumentar, pero es que este artista no nos parecía. Y se vuelve todo un tema de parte de nuestra vida. Nosotros hablamos mucho de eso.
Ahora, la galería de arte, cuando, eso fue un, era un lote que yo había visto hace mucho tiempo que me encantaba. Solamente tenía la fachada, la parte de atrás la habían tumbado. Y había que mantener la fachada, porque era disque patrimonio, como todas esas cosas raras que hay aquí.
Finalmente me la vendieron después de más de 10 años yendo constantemente a preguntar si lo hacían. Esa es otra historia más larga. Y me puse a hacer ese proyecto con un profesor que tenía en la universidad.
Cuando estaba casi por terminar, le dije un día a mi mujer: me acompañas mañana a ver unas cosas que te quiero mostrar. Era un sábado. Y dice, claro, ¿qué quieres? Mañana te llevo.
La traje allí. Entramos por la parte de arriba y le empecé a mostrar más o menos y me dijo, está muy lindo, ¿pero qué estás pensando? Le dije, pues alquilar estos apartamentos. Empezamos a bajar y cuando llegamos al primer piso que era ese espacio, me pregunta, ¿y esto qué es? Le respondí, pues, yo estoy creyendo que esto va a ser la galería de arte tuya para que tú vendas tus piezas, porque tú tienes un poco de piezas hermosísimas en tu casa.
Ella entra en emoción, y me dice en casa, después de reiterarme las gracias, ¿pero sabes qué? Eso no va a ser una galería para yo vender mis obras. Eso va a ser una galería site specific. Frase que no entendí en lo más mínimo lo que quería decir.
Claudia quería hacer un proyecto con educación. Ah, bueno, eso es Claudia. Ella es una mujer de constantes inventos, de constantes arrebatos, de diseñar, de crear, de generar energía compartiendo con todos nosotros y eso es lo que ha sido el arte entre nosotros.
Han sido temas de ir, de venir, una obra que yo no conocía, ¿por qué sí? Y esta, ¿por qué no? Como fue la gran esfera roja que hay en Atrio, que nadie sabía que yo la tenía y apareció, y sorprendió a todo el mundo. Cosas de ese tipo. El arte ha sido una razón más, una arista más, un eslabón más, de la unión que tenemos ella y yo.
Sabe una cosa, cerrando esta entrevista, casi en una hora perfecta, que mientras usted hablaba de ella, me recuerda esa idea de Lacan que dice que casi siempre el otro es el espejo nuestro. Usted hablando de ella, de una persona que siempre está buscando algo nuevo, siempre encontrando algo creativo, siempre inquieto, parecía finalmente que estaba hablando de usted.
No, no, no, yo lo que hago es seguirla a ella. No, no seguirla, trato de seguirla porque esa energía no la tengo.