En los tiempos más duros del conflicto en Colombia no tomar partido por los extremos, fue una manera de protegerse la vida, pero usualmente fue también la manera de proteger la vida de otros; fueron las posturas de líderes y lideresas de todos los ámbitos, solo habría que recordar a figuras como Pacho de Roux, Hector Abad Gómez o el mismo Jaime Garzón. En los últimos años esta postura, de situarse en el balance, de intentar mantener un diálogo respetuoso, conciliador, o de intentar elevar la discusión política, ha sido duramente atacada por los extremos. El centro político ha sido estigmatizado como débil, cuando en efecto es todo lo contrario, solo tiene alguien que imaginarse lo difícil que es situarse entre dos personas que se odian e irrespetan y tratar de provocar un diálogo, un consenso o un sentido. El centro requiere una gran fuerza moral y una profundidad analítica.

Esto se prueba incluso en los gobiernos, los gobiernos históricamente han gobernado con posturas centristas, no se hacen elegir con esas posturas pero son las posturas que terminan por dirimir las agendas, ¿Por qué? Porque es lo más inteligente y es la única manera de gobernar, el sentido común lleva al balance, en casi cualquier situación. Faltaría analizar por qué los electorados han parecido preferir, hasta ahora, posturas extremas, pero en efecto eso cambia a medida que las ciudadanías son más elaboradas, tal es el caso de Bogotá.

Podríamos tomar el caso de Venezuela, en donde el presidente Petro ha sido catalogado de “tibio” por los extremos, Daniel Ortega  y Maduro lo incriminan y amenazan por no apoyar de frente a Maduro y sus secuaces, y al otro lado muchos sectores ven con alarma las posturas de Petro y lo que podrían llegar a implicar para nuestro misma democracia, lo que podrían prometer. Pero lo que no se habla tanto es las implicaciones de confrontar a Maduro directamente desde el gobierno, compartimos una frontera porosa, peligrosa y llena de trampas para Colombia, hay poblaciones con necesidades humanitarias complejas, arriesgarnos a un cierre de fronteras es un error económico y político, incluso con la cercana dictadura de Maduro, tenemos que mantener una frontera abierta. Claramente otros países tienen el poder y la fuerza para no hacerlo, como es el caso de Brasil, pero nosotros no.

Una de las dificultades más grandes de nuestra sociedad para avanzar, ha sido la dificultad de crear consensos, la dificultad de ponernos de acuerdo un día, en algo, en lo fundamental, incluso la dificultad de ponernos de acuerdo en qué es lo fundamental para nosotros; ¿el desarrollo, la desigualdad, la paz?.

De cara al 2026 hay dos promesas del gobierno Petro que son sencillamente imposibles de cumplir, una es la “paz total” que hoy más parece una “guerra total”, los niveles de conflicto y seguridad en casi todas las regiones son alarmantes, por mi trabajo constantemente converso con comunidades en todos los frentes de guerra del país y las cosas solo pintan peor. La segunda promesa rota y la que debería dolerle más a su gobierno es la desigualdad, cuando termine su mandato habrán tantos pobres como los hay ahora y los ha habido antes. Su lucha contra la desigualdad quedará empañada en escandalosos “gastos de corrupción” como la UNGRD (robarse la plata de la Guajira es de una ironía macondiana), en una falta de rigor y método de las políticas de Estado, en cargas impositivas duras para la gente sencilla como el precio de la gasolina, debilitamiento de las clases medias, incertidumbre económica y falta de esperanza. Hoy lo que más quieren los jóvenes de Colombia es escapar de Colombia, ahí están las cifras.

Para el 2026 se probará si el país tiene la madurez de confiar en los centros, en lo técnico por encima de lo ideológico, en el respeto y el diálogo por encima de la cancelación, o si repetiremos con  extremos, tan parecidos siempre. Claramente en los perfiles presidenciales del centro estarán Claudia López, Alejandro Gaviria, Sergio Fajardo, Mauricio Cárdenas y otros…cuál de ellos es el más indicado no es la pregunta de esta columna, pero creo que todos debemos asumir que si queremos ver cambios profundos, no podemos repetir los mismos errores.

Quizás Colombia necesitaba la presidencia de Petro, quizás la misma izquierda necesitaba la experiencia de gobernar y darse cuenta que no es fácil, que no se puede deslegitimar todos los intentos de los demás sin salir mal librados. Pero con los dos años que hemos visto la “lección Petro” o la lección de este gobierno será finalmente que no se puede intentar cambiar todo sin el riesgo de no cambiar nada.

Adenda: La cop16 es el acierto más grande del gobierno de Petro y es en lo ambiental donde su agenda es más clara, sin lugar a dudas él es un gran embajador ambiental de Colombia en el mundo, ojala le fuera así de bien en todo. La cop16 es también un acierto grande para Cali y para todos los que apostamos por defender un país donde el verde siga siendo (aún) de todos los colores.

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