Hace 14 años vivía en Caracas y conversaba muchas tardes con José Antonio Abreu, conocido como el “maestro Abreu”, el fundador del Sistema de Orquestas de Venezuela, un humanista profundo que supo combinar en una sola vida a un gran músico, un hombre de Estado y un innovador pedagogo, quizás esto último lo más importante. Alguna tarde en los camerinos del auditorio la Universidad Central de Venezuela, mientras Sir Simon Rattle dirigía a Mahler con centenares de niños y jóvenes músicos de todo Venezuela, me contaba de sus inicios, de la disciplina y de insistir siempre, de que la convicción no se mide en la fuerza, pero si en la constancia. Fue un gran maestro y fue mi maestro.

Anoche en un concierto maravilloso de niños de toda América en el Teatro Mayor, un bello y dulce concierto, dirigido por Gustavo Dudamel, un hijo del Sistema de Orquestas y el primer latinoamericano en ser director de la orquesta filarmónica de Nueva York, me acorde de esos años y también me dio la nostalgia que el tiempo pone a la vida, pensé también en Abreu, en su audacia, la audacia que hizo que muchas organizaciones del mundo y el mismo Chávez depositara una gigantesca confianza y recursos casi ilimitados a los sueños del maestro. De eso surgieron muchas cosas e historias, no solo en Venezuela, aquí en Colombia fue de lo que se inspiró el programa Batuta, pero también miles de proyectos alrededor del mundo, Abreu había descubierto que la música transforma la vida, y que antes que cambiar el pensamiento debíamos cambiar de sentir. “Tocar y luchar” solía decir, para él la música era un instrumento de transformación personal y política.

Los últimos días me sorprendió con un poco de tristeza la salida del maestro Zorro del ministerio de Cultura, el único músico que ha sido ministro de cultura en el país, quizás sale porque en la polarización de nuestra sociedad, cada vez escuchamos menos al otro, a los otros, y es eso precisamente lo más bello de los hombres y mujeres que hacen música, que sobre todo lo que hacen es escuchar.

Una de sus banderas más importantes en el ministerio fue el programa “Sonidos para la construcción de paz” el proyecto más ambicioso en materia de construcción de paz desde las artes en este gobierno. Ese proyecto buscaba la transformación de territorios y comunidades a través de las artes, fortaleciendo las prácticas culturales en los 32 departamentos del país con formación artística y cultura de paz. Nada más necesario y único. La muestra de anoche en el Teatro Mayor fue un ejemplo hermoso de lo que la música puede tejer en nosotros, pero sobre todo en las personas jóvenes, tan vulneradas estos días en Colombia.

Anoche entre la música de Bernstein, Márquez, Tchaikovsky y las músicas de Colombia, con la participación extraordinaria de Carlos Vives, celebrando ese “bello mestizaje que somos en Latinoamérica” en sus palabras…me pareció sentir algo del mensaje de Abreu, pero sobre todo redescubrir el poder profundo de la música.

Larga a vida a los sonidos para la construcción de paz, ojalá podamos escucharnos más, en una sociedad cada día más sorda.

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