Colombia siempre ha necesitado médicos. No solo para curar cuerpos, sino para sostener en sus manos —a veces temblorosas, a veces firmes— la esperanza de un país enfermo de miedo, desigualdad y violencia.

En medio de esa necesidad, pienso en el doctor Fernando Hakim Daccach, neurocirujano de la Fundación Santa Fe de Bogotá, quien intentó salvar la vida del joven senador Miguel Uribe Turbay, herido por disparos del odio. Hakim lideró la delicada cirugía, acompañado de un equipo que trabajó al límite de la ciencia y de la fe. Tras semanas de batalla médica, Miguel no resistió, pero su familia y el país reconocieron el esfuerzo incansable de Hakim y de la Fundación. Él mismo, con humildad, resumió el momento con una frase que conmovió: “Casi lo logramos”.

Hakim no es un médico cualquiera. Hijo del legendario neurocirujano Salomón Hakim Dow —el creador de la válvula para hidrocefalia que revolucionó la medicina mundial—, Fernando estudió Medicina en la Universidad Militar Nueva Granada, se formó en neurocirugía en Bogotá y completó su preparación en Harvard, en el Massachusetts General Hospital y el Boston Children’s Hospital. Hoy, dirige el Departamento de Neurocirugía en la Fundación Santa Fe, donde combina precisión quirúrgica con un sentido profundamente humano de la medicina. Ha dicho más de una vez que la medicina “es, ante todo, un acto de amor”. Antes de cada cirugía, se encomienda a San Charbel, como recordando que curar es también acompañar.

Su entrega en el caso de Miguel Uribe no fue un episodio aislado, sino la continuidad de una vida dedicada a sanar. Y en ese gesto se refleja lo que tantas veces olvidamos: que detrás de cada diagnóstico y cada cirugía hay un médico que decide no rendirse, incluso cuando sabe que la batalla puede perderse.
Por eso, su ejemplo se enlaza con otra memoria más reciente: la pandemia. En esos meses oscuros, los médicos fueron los verdaderos héroes silenciosos. Se expusieron, se desgastaron, dejaron familias enteras esperando en casa. Muchos murieron. Solo en Antioquia, entre 2020 y 2021, fallecieron 24 médicos por COVID-19, símbolo de un sacrificio que atravesó el país entero. Mientras discutíamos cifras de contagio, ellos entregaban sus vidas en hospitales saturados y sin los recursos suficientes.

Ese contraste nos muestra la paradoja brutal de nuestro sistema de salud: necesitamos humanidad en la medicina, pero lo que se ofrece muchas veces es burocracia y papeleo; necesitamos tiempo para que los médicos escuchen, pero lo que reciben son presiones de atender a decenas de pacientes en minutos. Colombia está en una crisis de salud donde la vocación médica lucha por no ahogarse en medio de intereses económicos y políticos.
Yo mismo he tenido médicas y médicos cercanos en mi vida, en mi familia y en mis experiencias personales. Incluso en mi vida laboral con el médico Etelivar Torres que fue alcalde de Arauquita o el Hospital de la Samaritana en Bogotá.

De ellos aprendí a valorar lo que significa esa profesión: no solo diagnosticar, sino sobre todo escuchar; no solo recetar sino acompañar. En especial, fueron mujeres médicas las que me enseñaron a reconocer la ternura y la fuerza que se requieren para ejercer un oficio tan exigente.

Por eso insisto: Colombia necesita un Dr. Hakim. Necesita médicos con el temple de los sabios, con la humildad de los que saben que sanar no es solo reducir síntomas, sino tocar lo más profundo de la existencia. Pero también necesita líderes con esa misma vocación: personas que sepan curar más que dividir, que puedan ayudar a cerrar las heridas de un país que parece condenado a abrirlas de nuevo.

La vida y la entrega de Hakim son una metáfora de lo que debería ser Colombia: un país que, en lugar de ensañarse con sus dolores, busca sanarlos; un país que reconoce su fragilidad y la convierte en fuerza. Un país que entiende que sin respeto, sin cuidado y sin humanidad, no hay sistema de salud que aguante ni nación que perdure.

Hoy, cuando la política amenaza con arrastrarnos otra vez al odio y a la violencia, deberíamos recordar esta lección: Colombia no necesita más caudillos inflamados, necesita médicos del alma. Necesita un Dr. Hakim.

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