“Siempre tuve un problema con Venezuela. Un problema infantil, fruto de mi educación desordenada, problema mínimo pero problema al fin y al cabo. El centro de este problema es de índole verbal y geográfica. También es probable que se deba a una especie de dislexia no diagnosticada.”
Así empieza su “discurso de Caracas” al ganar el premio Rómulo Gallegos, el escritor Roberto Bolaño, quizás el escritor que más he admirado y que ha resonado en jóvenes latinoamericanos de las últimas dos décadas, su humanidad es llamativa porque en ella hay mucho de honestidad, era un muchacho pobre emigrante de Chile, de la dictadura de Pinochet, que en México y luego en España viviría gran parte de su vida, haciendo trabajos sencillos pero muy dignos, Bolaño nunca se vendió al poder, ni al privado ni al público, ni al de izquierda ni al de derecha, su honestidad intelectual (que pagó caro) le valió el ostracismo y la pobreza, “pero que pequeño precio” diría él mismo años después, a un buen amigo suyo que yo conocí en Berlín.
Bolaño era todo lo opuesto a esa clase de intelectuales latinoamericanos, miopes para señalar los defectos o los vicios del poder opuesto a su ideología, no sirve de nada decir nombres, si todos los que leen esto también los han leído a ellos y saben de lo que hablo.
En su “discurso de Caracas” Bolaño hizo un homenaje bellísimo a Colombia y Venezuela, quizás intuía él, el profundo destino mezclado de nuestras dos sociedades. Continua:
“Para mí lo más lógico era que la capital de Venezuela fuera Bogotá. Y la capital de Colombia, Caracas. ¿Por qué? Pues por una lógica verbal o una lógica de las letras. La uve o ve baja del nombre Venezuela es similar, por no decir familiar, a la b de Bogotá. Y la ce de Colombia es prima hermana de la ce de Caracas. “
Parece ironía citar ese discurso tantos años después para denunciar al infame Maduro y su infame gobierno, la derrota evidente en las elecciones, el atropello a los seres humanos protestando en las calles, el desprecio por la vida de los ciudadanos Venezolanos y la libertad política de Edmundo y Maria Corina y cualquiera… que se oponga a sus ideas (pequeñas, corruptas y mezquinas).
Para Bolaño era evidente que el poder de las izquierdas podría ser tan terrible como el mismo poder de las derechas, porque la maldad no es ideológica y el desprecio por los demás es un defecto casi del mismo poder, habla de su generación “De más está decir que luchamos a brazo partido, pero tuvimos jefes corruptos, líderes cobardes, un aparato de propaganda que era peor que una leprosería, luchamos por partidos que de haber vencido nos habrían enviado de inmediato a un campo de trabajos forzados, luchamos y pusimos toda nuestra generosidad en un ideal que hacía más de cincuenta años que estaba muerto, y algunos lo sabíamos, y cómo no lo íbamos a saber si habíamos leído a Trotski o éramos trotskistas, pero igual lo hicimos, porque fuimos estúpidos y generosos, como son los jóvenes, que todo lo entregan y no piden nada a cambio, y ahora de esos jóvenes ya no queda nada, los que no murieron en Bolivia murieron en Argentina o en Perú, y los que sobrevivieron se fueron a morir a Chile o a México, y a los que no mataron allí los mataron después en Nicaragua, en Colombia, en El Salvador. Toda Latinoamérica está sembrada con los huesos de estos jóvenes olvidados.”
Hoy en la decadencia y el declive del sueño Chavista me da por releer su “Discurso de Caracas” con la esperanza que la pesadilla que tanto le ha costado a Venezuela y a Colombia, termine. También me da por recordar algo que es esencial a mi labor, la labor nuestra, la labor de los periodistas, de los intelectuales, sigue siendo la misma, decir lo evidente y señalar la injusticia, hasta que podamos hacerlo.
Adenda:
Es Boric, el presidente de Chile, de izquierda y en nombre de su gobierno, el que con mayor dignidad ha señalado el intento de dictadura de Maduro, no olvida Boric la historia de Chile, ni el verdadero costo social e histórico de una dictadura.
Diego Aretz
Diego Aretz es un periodista, investigador y documentalista colombiano, máster en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal y colaborador de El Espectador. Ha trabajado con la Unidad de Búsqueda y con numerosas organizaciones defensoras de DDHH.