Las palabras y las cosas

Publicado el Diego Aretz

Desigualdad y solidaridad.

Una de las preguntas más complejas que tiene Colombia hoy es la desigualdad. ¿Cómo hacemos para reducir una desigualdad que nos deja como uno de los peores países del mundo en el tema?.

Muchas campañas políticas (no solo de izquierda) han utilizado este tema, pero es evidente que no hemos logrado un consenso colectivo sobre qué camino continuar y desarrollar para poder transitar a una modernidad social, donde la miseria no sea la evidencia de nuestras fallas como colectivo. 

Cuando hablamos de desigualdad lo primero que se debe venir a nuestra mente no son lujos, capacidad de endeudamiento o capacidad de adquisición de bienes. La desigualdad debe ser atacada en dos planos esenciales; la alimentación y la educación. En el plano de la alimentación, Colombia, un país de vocación y orígenes agrícolas no ha podido solucionar un problema de hambre en millones de compatriotas y millones de migrantes (mayoría de Venezuela) que han llegado en los últimos 6 años al país. 

El mayor reto de Gustavo Petro y su gabinete, en especial de Jose Antonio Ocampo y Alejandro Gaviria, será reducir la desigualdad del país, y lograr un avance próspero donde el pacto social esté en el centro, sin que esto llevé a un estancamiento o un retroceso económico.

La alimentación del país debería ser algo que nos conmoviera profundamente a todos, no puede ser que décadas de conflicto y desigualdad nos hayan vuelto insensibles al hambre de nuestros hermanos y hermanas. Las reformas tributarias deberían llamarse «pactos de solidaridad» pues no debería dolernos que nuestros recursos ayudaran a salvar del hambre al país, y a regiones que lo necesitan con urgencia. 

Sin embargo los recursos no se pueden entregar sin control, sin una revisión seria del destino de los mismos. La arrogancia intelectual que tiene el gobierno a veces, de no explicar con atención cuales son los planes para los recursos, nos hace pensar inmediatamente en corrupción y en despilfarro. Los recursos se tienen que sentir, en el sentido de que la participación colectiva debe convertirse en un acto ético de solidaridad y no en un acto de desconfianza y malestar. 

El caso de la educación es quizás más complejo, pienso que deberíamos apostar por instituciones serias que han dado unos retornos de inversión tanto económicos como sociales. La Universidad Nacional es la primera institución que se me viene a la cabeza, es la primera universidad del país, con más de 40.000 estudiantes, es uno de los motores más importantes de equidad social, de desarrollo colectivo y de transparencia. ¿Por qué no doblar los cupos de esa institución? cada año alrededor de 100 mil jóvenes se quedan sin poder entrar a la Universidad pues no logran quedar en los percentiles más altos. Esto es sumamente triste, un joven de las poblaciones menos privilegiadas que quiere estudiar es el camino más certero de esperanza y desarrollo para un país.

Otra institución que debería premiarse es el Banco de la República, los programa educativos y culturales del Banco son de una calidad internacional, tanto los museos, las salas de concierto y los programas regionales son de una evidente calidad. La gratuidad es clave, de hecho, los museos y los servicios del Banco son de los pocas instituciones gratuitas de su calidad en el mundo.

En la educación básica primaria y secundaria es evidente la necesidad de una transformación dónde el bilingüismo, la constante preparación a los docentes y el aumento considerable en recursos es urgente. No solo en infraestructura, debemos superar esa idea tercermundista de que un buen campus significa una buena educación. La educación buena es invisible, solo se determina por las capacidades que cada individuo desarrolla en un contexto educativo. 

El hambre y la educación son los retos más importantes para Colombia en este momento, todos deberíamos aportar a que esa transformación fuera una realidad y no la excusa de los discursos populistas cada cuatro años. 

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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador, . Así mismo es jefe de comunicaciones del Consejo Nacional de Bioética y consultor de Terre Des Hommes Alemania. Director de la ONG Por la Frontiere.

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