Leonardo Padura
El escritor cubano Leonardo Padura posa para una foto en su casa en La Habana durante una entrevista con el 6 de julio de 2021.KATELL ABIVEN/AFP

Leonardo Padura visita Colombia en el marco del Hay Festival. Conversé con él en el 2022 sobre la vida, la literatura y ese mundo mágico e infinito que es el Caribe, la voz más reconocida  y silenciada de Cuba, y uno de los autores más reconocidos de América Latina.

DA: Quiero preguntarte por Cuba, por que a veces uno siente que la Cuba contemporánea es una paradoja, un lugar inexistente, es un lugar diferente del resto de los países, como si estuviera en un lugar extraño.

LP: Sí, es un lugar extraño. La realidad cubana tiene una serie de peculiaridades y singularidades dentro del contexto latinoamericano, incluso dentro del contexto mundial. Eso hace complicada una posible definición de lo cubano. A mí me cuesta mucho trabajo cuando tengo que explicar cosas de Cuba fuera de la isla, porque la gente no tiene todas las referencias. Y al no tener todas las referencias, pues la gente funciona con sus prejuicios y tratan de comparar. Pero a la hora de comparar surgen determinadas incomprensiones, que pueden santificar lo que ocurre en el país o satanizarlo. Es posible pero no siempre es justo, por eso creo que siempre hay que tener un cierto cuidado a la hora de analizar lo cubano, para entenderlo en su contexto. A veces lo complicado de esto es que ni siquiera nosotros mismos que vivimos en Cuba, tenemos la capacidad de explicarlo y de entenderlo

DA: Eso de alguna manera también lleva a pensar en la literatura que de alguna manera ha servido para entender tu país –

LP: Yo trato siempre de interrogar la realidad cubana. Yo no me siento capaz de empezar a escribir, si la idea que voy a desarrollar en el texto – que sea una novela, un cuento o un ensayo – no es una idea de alguna forma provocadora y interrogativa
Esa condición pues hace que yo mismo gane en comprensión con respecto a ella. Mi última novela por ejemplo Como polvo en el viento es una reflexión muy profunda sobre las razones del exilio cubano en general, y de mi generación en particular. Trata incluso de la generación más joven.
La novela El hombre que amaba a los perros se desarrolla en medio mundo, pero parte de Cuba y regresa a Cuba. Hace una interrogación sobre cuál ha sido el destino de esa utopía socialista del siglo 20 para un país como Cuba. Es decir que siempre trato de encontrar una respuesta que me explique algo de mi propio país.

DA: La relación entre los individuos y el estado – y particularmente la relación entre individuo que escribe un libro, que piensa, que actúa también puede ser difícil. ¿Qué piensa Leonardo Padura del estado cubano?

LP: Es complicado en la medida en que estamos hablando de una institución que es mucho más compleja que un estado. La estructura política cubana identifica estado con gobierno; y el estado y el gobierno responden a los lineamientos del Partido Comunista. Entonces hay una dependencia estatal de una política que ya está establecida por un grupo de personas que son las que dirigen efectivamente el país desde el partido.
El Estado cubano trata de hacer – pienso yo – las cosas del mejor modo que puede. No siempre lo logra, y a veces la hace del peor modo que puede, a veces sí lo logra. Siento que a veces faltan esos espacios de confrontación y de participación.
Últimamente se habla mucho de que la gente proponga y que fiscalice para que la gente tenga acceso a las decisiones. Pero esos accesos a veces tratan de decidir de si hace falta una calle o no hace falta una calle, mientras que otras decisiones quedan fuera de las posibilidades de decisión de la gente. Estas las toma el estado a partir de esa relación de dependencia con la fuerza rectora de la sociedad cubana que es el partido comunista.

DA: Tal vez mi pregunta es muy odiosa como colombiano, siendo en Cartagena, en la casa de García Márquez y preguntarle a un escritor también del Caribe. La voy a hacer contando una anécdota, que quizás va a hacernos un poco de gracia: me preguntó alguien esta mañana ¿ahí en Cuba tienen un Nobel? Yo le dije sí, García Márquez. ¿Pero cómo, si es colombiano? Y bueno eso es discutible cuando uno ve no sólo el amor gigante que le tenía García Márquez a Cuba, sino también como la revolución y la élite cubana, incluso Fidel Castro sin lugar a duda, lo quería mucho. ¿Entonces, qué pregunta te gustaría hacerle a García Márquez?

LP:

Yo tengo una pregunta eterna a Gabo. Conversé con él 2 o 3 veces, presentaciones así muy muy puntuales. No tuve una conversación con Gabo. Mi pregunta sería cómo decidió él utilizar las conjugaciones verbales en el primer párrafo de Cien años de soledad. ¿En qué momento lo decidió y cómo lo decidió?
Porque creo que toda la genialidad de esa novela está incluida en ese primer párrafo. Creo que cualquier lector hispanoamericano puede repetirlo: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”
¡Date cuenta que está poniéndonos en un tiempo futuro posible! Es un ejercicio lingüístico de utilización del tiempo verbal tan especial y creativo, a partir de ahí uno únicamente podía escribir una novela genial. Igual que Vargas Llosa después de empezar Conversación en La Catedral con Zavalita mirando la avenida Tacna y preguntándose en qué momento se había jodido el Perú – después de eso solamente se puede escribir una gran novela.
Esa sería la pregunta que yo le haría – le hubiera hecho a Gabo.

DA: Me llena mucho que se logra esa conexión con una sociedad.
Me hace pensar en esa frase que usted ha dicho en una entrevista “Todas las razones para irse de Cuba son válidas…

LP: … y todas para quedarse”

DA: ¿Cuáles son las suyas para quedarse?

LP: Fundamentalmente yo pertenezco a Cuba y Cuba me pertenece. Cuba no es de nadie particulares, es de todos y en ese todo que estoy yo. Pertenezco a esa realidad, a esa cultura, a esa manera de utilizar una lengua y a esa manera de entender la vida. También a esos mitos que a veces son excesivamente locales, pero que se llenen de sentido. Puede ser el recuerdo de un jugador de béisbol del que nadie se acuerde y la conexión con ese recuerdo es una conexión cubana.
Soy un hombre que se nutre de su memoria. Creo que un novelista es un almacén de memorias y de ese almacén de memoria yo voy sacando todo lo que puedo. Lo voy reflejando en mis novelas, dando imágenes posibles de Cuba. No creo que mis imágenes de Cuba sean las únicas posibles, no creo que sean las que puedan definir completamente un país, pero estoy seguro de que son imágenes que salen de un conocimiento y sobre todo de eso que llamamos una pertenencia. Yo pertenezco a Cuba.

DA: Quiero decir una cosa sobre el exilio. Yo tenía un profesor de viola que era cubano. Estudió en la Unión soviet y terminó en Colombia enseñando música clásica. Luego tuve otro profesor él era cubano también, el enseñaba kayak. Fue deportista olímpico de Cuba y terminó acá en Colombia enseñando deporte acuatico en una ciudad altiplanicie de 2600 m sobre el mar. Por donde tú vas en América Latina, los profesores, los maestros, hay gente de Cuba. Quiero preguntarte sobre el exilio. Voy a hacer una pregunta atrevida y puedes decirme “Diego eres un cretino” y se acaba esta entrevista.

¿Qué se siente estar exiliado sin nunca haber salido de Cuba?

LP: Diego eres un… (se ríe) No, no!
Yo no me siento de esa forma. El hecho de tener mayor o menor visibilidad pública oficial en Cuba no me hace sentir exiliada para nada. Hace una semana en La Habana estuve en una tertulia y el sitio se llenó tanto que dije a los organizadores “miren en que nadie se quite la mascarilla, pero abran la puerta para que por lo menos puedan estar en la puerta las personas”. Había muchas manifestaciones de cariño y dijeron cosas muy bonitas sobre mí.
Creo que tengo unos lectores muy fieles en Cuba y esos lectores saben que yo fundamentalmente escribo para ellos. Me corresponden con mucho cariño y eso me da una una enorme satisfacción.
En mi casa estoy en mi territorio, en mi barrio estoy en mi territorio, en La Habana estoy en mi ciudad. Más que un cubano soy un habanero, más que un habanero soy un Mantillero – Mantillas es el nombre de mi barrio – y más que un mantillero soy un habitante de una casa que es el número 75 de la calzada de Managua, donde nací así y donde por fortuna tengo todavía a mi madre.

DA: Una frase tuya que abre El hombre que amaba los perros libro: “La vida es más ancha que la historia.” ¿Porqué escogiste está frase?

LP: ¡la vida es más ancha que la historia!
Yo creo que la historia es una narrativa en la que sintetizan determinados acontecimientos, pero que es incapaz de reflejar la intensidad, el asombro y el dramatismo de la vida.♦

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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, candidato a master en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador.  Director de la ONG Por la Frontiere.

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