Son las 9:13 pm del lunes 22 de enero del 2024, desde la ventana donde vivo se ven los cerros orientales, el patrimonio natural de Bogotá y de los Colombianos quemándose, son muchas preguntas las que se atoran en mi garganta, el deseo de la urgencia de ir y ayudar a los bomberos y las fuerzas militares que tratan de mitigar el fuego y la rabia e impotencia de ver los resultados terribles que como civilización le hemos causado al planeta. Pero sobre todo la urgencia de que debemos hacer algo.
Nuestra generación ha sido enfática en señalar que estamos cerca a lo irreversible, las realidades del calentamiento global van a golpear a cada una de nuestras casas, como lo hicieron las pestes de Egipto, con la diferencia que estas pestes no vienen de un Dios vengador, las terribles realidades que se acercan y que ya estamos viendo, vienen directamente de nosotros.
Es un momento de llamado a la cordura y la urgencia, el alcalde Carlos Fernando Galan y el presidente Petro deben con urgencia sentarse a revisar cómo respondemos a los cambios que con urgencia el planeta pide, los territorios en donde estamos, el agua que tomamos todos los días y nuestra supervivencia están en juego.
Es intolerable que hace pocos meses y años, se talaron desde la administración de Bogotá miles de árboles. Pero lo que está sucediendo en la actualidad no tiene precedentes.
Las reformas y la activación de la ciudadanía tiene que ser ahora, los altos riesgos en la salud, el negacionismo frente al cambio climático y el desinterés por el planeta son un problema complejo. Se necesita con urgencia que las cátedras ambientales de colegios y universidades reaccionen, la ciudadanía debe movilizarse con fuerza para recuperar y exigir soluciones.
Hay por lo menos dos responsabilidades colectivas en Bogotá que fácilmente pueden ser los primeros pasos; la primera tiene que ver con los residuos, el nivel de desechos que producimos, los niveles de consumo y el manejo de las basuras son un problema que debemos solucionar de manera urgente.
La segunda tiene que ver con el transporte, aunque Bogotá es una de las ciudades con más viajes en bicicleta de América, la ciudad ha hecho bien en aumentar el transporte en bicicleta pero el esfuerzo puede ser mucho mayor.
Es tiempo de formar a los ciudadanos como bio-ciudadanos, hay decenas de buenos ejemplos de esto en la ciudad, pero el llamado de nuestros cerros incendiados es a que todos sembremos, cuidemos el agua, dejemos de consumir vanamente un planeta que no aguanta más. Para los formuladores de política pública, las preguntas que deben cambiar son tan esenciales como el mismo concepto de desarrollo, que ha llevado a sociedades “desarrolladas” a una crisis de la cual la ciencia y el consenso de la inteligencia global es consciente. Cuántos debemos ser, cuánto debemos consumir y qué tipo de vida debemos llevar. Esas son las preguntas que con urgencia, los cerros incendiados nos hacen.♦
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Diego Aretz es un periodista e investigador Colombiano, candidato a master en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador.
Diego Aretz
Diego Aretz es un periodista, investigador y documentalista colombiano, candidato a máster en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal y colaborador de El Espectador. Ha trabajado con la Unidad de Búsqueda y con numerosas organizaciones defensoras de DDHH.