En la brisa cálida de un noviembre caribeño, en la ciudad de Cartagena, el corazón de Améfrica comenzó a latir al ritmo de tambores ancestrales. Este laboratorio de innovación política, diseñado para mujeres afrodescendientes de América Latina y el Caribe, no era solo un evento, sino quizás un movimiento: una reafirmación de identidad, de resistencia y sobre todo de esperanza. En su esencia, Améfrica no solo busca empoderar a estas mujeres, sino también reimaginar la política desde una perspectiva afrocentrada, interseccional y profundamente humana.
En Colombia, los avances en la política afrodescendiente han ganado fuerza en los últimos años, gracias al liderazgo de figuras emblemáticas como la vicepresidenta Francia Márquez y el canciller Luis Gilberto Murillo. Estos líderes han elevado la voz de las comunidades afro en escenarios nacionales e internacionales, destacando temas clave como la justicia racial, el cambio climático y la autonomía territorial. Iniciativas como la Ley 70 de 1993, que reconoce los derechos colectivos de las comunidades negras sobre sus tierras ancestrales, y la inclusión de la perspectiva étnico-racial en las políticas públicas han sido piedras angulares de esta transformación. Su liderazgo fue crucial durante la COP16 de Cali, donde las comunidades afrodescendientes jugaron un papel central en la agenda climática, resaltando la importancia de su conocimiento ancestral en la protección de la biodiversidad y la lucha contra la crisis ambiental global. Este momento marcó un precedente en la construcción de políticas inclusivas y sostenibles en el país.
**Un altar para comenzar**
El amanecer del miércoles trajo consigo un ritual ancestral. En una sala iluminada por velas, los nombres de Yicel Carabalí, Diana Caicedo y María Elvira Solís resonaban con la autoridad de quienes portan siglos de sabiduría. Con manos hábiles, instalaron un altar que no solo conectaba a las participantes con su espiritualidad, sino que también las unía en propósito. Cada mujer, al colocar un objeto significativo, compartió un fragmento de su historia, mientras el aroma de hierbas y resinas llenaba el espacio, creando un refugio sagrado para el aprendizaje y la conexión.
Este laboratorio tuvo su origen en la visión de Marcia Santacruz Palacios, una líder que ha dedicado su vida a la construcción de espacios de justicia y equidad para las comunidades afrodescendientes. Psicóloga formada en la Universidad de Manizales, especialista en educación para la paz por el Instituto Paulo Freire en Berlín y formada también en la Universidad Complutense de Madrid, Marcia combina una sólida trayectoria académica con una profunda conexión con las realidades de su comunidad. Pero sobre todo su audacia es saber tejer redes de diálogo y acción a nivel internacional. Améfrica nace de su convicción de que las mujeres afrodescendientes tienen un papel central en la transformación política de América Latina y el Caribe, y de su esfuerzo incansable por dotarlas de herramientas innovadoras para liderar el cambio.
**La política desde la raíz**
A lo largo del día, paneles y talleres revelaron las complejidades de ser mujer, afrodescendiente y política en una región marcada por la desigualdad. Mariela Noles, Tania Ramírez, Ingrid Farias, Paola Cabezas y Maria Celeste Sánchezentre, sabedoras afropoliticas, trazaron con palabras los mapas de desafíos que enfrentan estas mujeres: la subrepresentación, el racismo estructural y la necesidad urgente de bienestar comunitario. Pero no fue un recuento de lamentos; fue un llamado a la acción, a ocupar la política desde la raíz, transformando la narrativa y el sistema desde dentro.
El Taller Mamuncia, liderado por Javier Arteaga, fue una de las joyas del día. Aquí, las participantes co-crearon y prototiparon propuestas innovadoras para aumentar la representación política afrodescendiente. La plenaria se convirtió en un torbellino de ideas, mientras voces de distintas latitudes se entretejían en un mosaico de aspiraciones compartidas.
**San Basilio de Palenque: hacia la cuna de la libertad**
El jueves, un convoy de autobuses partió al amanecer hacia San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América. Al llegar, el eco de los tambores recibía a las visitantes, resonando como un recordatorio del legado de lucha de Benkos Biohó y su hija Orika. Una visita guiada por el pueblo, bajo el calor del caribe y resguardadas por mujeres de la guardia cimarrona, y una de sus grandes lideresas, Darina Hernández, quienes no solo ofrecieron un recorrido histórico, sino también un diálogo entre pasado y presente: ¿cómo continuar el legado de resistencia en el ámbito político actual? ¿Cuales eran las preguntas de antes y cuales son las de ahora?
El día incluyó talleres que combinaban lo ancestral con lo contemporáneo, como el uso de redes sociales para cultivar comunidades ciudadanas. Pero quizás el momento más emotivo fue el “palabreo” con mujeres locales. En un círculo de confianza, las participantes compartieron sus iniciativas y recibieron retroalimentación de quienes llevan generaciones transformando la política desde las trincheras comunitarias. La política en América Latina carga con una profunda deuda histórica hacia los pueblos afrodescendientes, y en particular hacia las mujeres afro, quienes han sido doblemente marginadas por su género y su etnia.
Desde la invisibilización del rol de mujeres como María Remedios del Valle, conocida como “La Madre de la Patria” en Argentina, hasta el relego de liderazgos afro en procesos de independencia y construcción republicana, las estructuras de poder han perpetuado un olvido consciente. En Colombia, por ejemplo, no fue sino hasta la promulgación de la Ley 70 en 1993 que se reconocieron derechos colectivos a las comunidades negras, un avance tardío en un continente construido sobre la sangre y el trabajo de personas esclavizadas. Este vacío histórico persiste en la subrepresentación de mujeres afrodescendientes en espacios de decisión. Laboratorios como Améfrica emergen como respuestas estratégicas a esta exclusión, ofreciendo herramientas, visibilidad y espacios de co-creación política donde las mujeres afro pueden reclamar su lugar como protagonistas de una nueva narrativa: una que reconoce sus aportes, valida sus luchas y garantiza que sus voces sean escuchadas en la construcción del futuro.
**Cerrar el ciclo mirando al futuro**
El viernes, con la serenidad del amanecer en la playa, las mujeres se vistieron de blanco para una última armonización ancestral. Era un momento de introspección, de absorber el aprendizaje y prepararse para llevarlo a sus comunidades. Las olas susurraban promesas de cambio mientras las participantes se unían en un círculo, reafirmando su compromiso de ser agentes de transformación.
El cierre del laboratorio no fue una despedida, sino una siembra. Las propuestas ajustadas en los talleres fueron presentadas en un acto final cargado de emoción y orgullo. Con cada certificado entregado, no solo se reconocía el esfuerzo individual, sino también el poder colectivo de las mujeres afrodescendientes para reescribir la historia política de la región.
**El eco de Améfrica**
Estrategias como esta son de una importancia urgente en sociedades en donde el diálogo político esta siendo reemplazado por la demagogia, el populismo y la desinformación.
Améfrica no terminó con la entrega de certificados ni con el último abrazo entre participantes. Este laboratorio, lleno de rituales, talleres y espacios de intercambio, dejó una semilla en cada una de las mujeres que participaron. Una semilla que, al germinar, promete ayudar a la transformación de la política en América Latina y el Caribe, haciéndola más inclusiva, más humana y, sobre todo, más afrodescendiente. Como ellas mismas dijeron: “No estamos ocupando espacios; estamos creando los nuestros”.
*Améfrica es una iniciativa de la Corporación Amigos de la Unesco en articulación con La Red de Innovación Política de América Latina, con el apoyo del Centro de Formación de la Cooperación Española AECID en Cartagena de Indias y Open Society Foundation, así como la colaboración del Instituto Update, Extituto de Política Abierte y Feeling.