Las Ciencias Sociales Hoy

Publicado el Las Ciencias Sociales Hoy

Las TICs y el mundo de lo social*

Por: Ricardo García Duarte, rector de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Vincular las tecnologías contemporáneas de la información, con la órbita de lo social en nuestra América desastrada, no es otra cosa que el ejercicio de cruzar en la teoría y en la práctica dos grandes campos que presentan agudos contrastes, el del crecimiento asombroso del universo de la digitalización y, al mismo tiempo, el del estancamiento inaudito de las inequidades sociales.

Las tecnologías contemporáneas han desbordado todo lo humanamente previsible. Han permitido tal acervo de información y lo han hecho circular con tal fluidez, que comienzan a modificar nuestros hábitos y comportamientos, nuestra forma de relacionamiento, el que tenemos con los otros humanos y el que alimentamos con las cosas que nos rodean.

Al mismo tiempo, los desequilibrios sociales se mantienen en unos niveles de inmutabilidad que lesionan cualquier sensibilidad; además de que a veces crecen de manera insolente.

Tales tecnologías han comenzado a alterar hace rato las propias coordenadas entre las que discurre nuestra existencia, las del tiempo y el espacio. El tiempo ha cambiado con la velocidad de la comunicación y, simultáneamente, el espacio ha sido redefinido; pues la distancia territorial, entre un punto y otro, se ha estrechado de un modo tan insólito, que se pueden mezclar en un solo momento la quietud del sujeto y su movilidad insospechada hasta las confines de su imaginación, más allá de donde antes apenas soñara con llegar algún día.

Y sin embargo las coordenadas de la distribución del ingreso y de la riqueza; es decir, las diferencias en la cantidad y la calidad de la propiedad y de los recursos de que cada uno de nosotros dispone, parecen inmodificables, como si estuvieran congeladas en medio del destino indescifrable de la injusticia.

Dos mundos tan contrastados y, a veces, tan aparentemente descoyuntados –el inmaterial de la comunicación digital y el material del desamparo social– podrían no obstante articularse y hacerlo virtuosamente, para bien del uno y del otro, para la humanización del primero y para un mayor desarrollo del otro.

Nuevas tecnologías y comunidades sociales

Es muy cierto que la mágica innovación de las tecnologías esconde su lado oscuro, el de la concentración del poder en las manos de aquellos que ya lo tienen a porrillos. La concentración de los dispositivos tecnológicos coincide muchas veces, casi todas, con el poder geoestratégico y con el de la riqueza; es una concentración que no hace sino ampliar las brechas de la inequidad.

Pero no es menos cierto que el vértigo de esas mismas innovaciones ha traído consigo una disminución del coste marginal de la información, como lo ha mostrado Rifkin; y por otra parte ha entrañado una intensificación de la interrelación en la comunicación, un constante ir y venir en los mensajes.

Con el menor coste marginal (en ocasiones con tendencia a cero) se abarata la comunicación, con lo que se hace más accesible a los pobres; mientras tanto, con la mayor reciprocidad en los intercambios, se incrementa la posibilidad de que queden convertidos en emisores (de mensajes), los más débiles, normalmente sometidos a la condición de meros receptores, según lo indica críticamente la teoría de la comunicación.

Al propio tiempo, el internet de las cosas –la relación asombrosamente lingüística entre los propios dispositivos– amplía el abanico de recursos informativos para todo el mundo, incluidos los más necesitados.

En tales condiciones, se hace posible unir, aunar, la debilidad social existente entre amplías franjas de la población, con el vigor comunicacional presente en las nuevas tecnologías; para que de esa forma se empoderen las comunidades más vulnerables, mediante el control de dispositivos informacionales más poderosos y a la vez más baratos. Es en el trazado de ese proyecto, en el que nos ubicamos nosotros como comunidad universitaria.

 

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