La Constitución de 1821 fue, como otras de la misma época y en otras latitudes, una que mostró la forma que habría de asumir el Estado como resultado de la gran transformación, de aquella doble revolución, ilustrada e industrial, que abrió las puertas a la modernidad constitucional al ir cerrando un capítulo de 3000 años de reinos dinásticos. Antes de ella, durante la década de 1810, lo que hubo fue una explosión de múltiples soberanías que se correspondían con diferentes pueblos, diferentes provincias, diferentes localidades, y diferentes constituciones. Se cumplen 200 años de una primera apuesta de unidad política e institucional, que originalmente fue pensada como un vasto imperio continental llamado Colombia, que habría tenido su capital en Panamá, con un monarca llamado Inca, y luego pasó a ser el núcleo de una república popular y representativa que uniría los “Estados” de Venezuela, la Nueva Granada y finalmente Quito, al que quisieron unirse otros territorios.

Aunque el proyecto fracasó por sus propias contradicciones, por los regionalismos que prevalecieron frente a la unidad anhelada por Bolívar, y aquella Colombia fue desmenuzada como el tamo de las eras, quedando de ella solamente un bello nombre que es común a todas las tierras norandinas, nunca deja de ser importante volver a su origen, a la fuente de la discordia, a los protagonismos de unos y otros, a las traiciones, las muertes, a los avances y retrocesos, al debate constitucional del momento y a la idea misma de Colombia.

En ese sentido, cuando se cumplen doscientos años desde que fue promulgada por el Congreso de la Villa del Rosario de Cúcuta, el Grupo de Investigación Constitucionalismo Comparado (A1 en Minciencias), de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia, presenta al público el libro La Constitución de Cúcuta de 1821 en su contexto. Transformación del Sistema y nacimiento de la familia constitucional hispanoamericana, editado por el Grupo Editorial Ibáñez, que reúne diez textos escritos por trece personas que, desde sus áreas de experticia historiográfica, narran la importancia de aquella constitución para la consolidación de esos cuatro países bolivarianos, pero también para la región y para su entorno continental.

El libro aborda la Constitución de 1821 en clave comparada, estudiando el impacto de la Carta dentro de la gran transformación, desde la oposición de conceptos como colonia y Estado, o desde el entendimiento que tenían las instituciones públicas sobre la idea de la constitución y sobre las garantías constitucionales frente al poder punitivo  (como se muestra en las obras de Bernd Marquardt, David Llinás Alfaro o Carlos Toro Silva, respectivamente), o desde la excepcionalidad, entendida como la suspensión del concepto mismo de constitución y lo que ello implica en la organización democrática o autoritaria del sistema político (como lo describe Juan Fernando Romero).

Desde luego, el libro recoge los diversos aspectos que caracterizaron el constitucionalismo original de aquella primera Colombia y los desarrolla con mucho detalle. Así pasa con el debate entre federalismo y unitarismo (como se narra en la obra de Jorge Enrique Patiño y Antonio Enrique Patiño), con la visión crítica sobre el origen de algunas instituciones propias al Derecho Administrativo como la regulación (entendida en clave intendencial, como lo propone Miguel Malagón Pinzón en su artículo), con la esclavitud (asunto que es analizado en varias de las obras coordinadas), o con la función consultiva (como lo plantea José Manuel Suárez en su aporte sobre el Consejo de Gobierno en la carta de la Villa del Rosario).

Otro tanto sucede con el análisis de la educación como objeto de la política en el entorno de estos Estados republicanos que se sustentaron, precisamente, en los planteamientos de la Ilustración. En ese sentido, son fundamentales las obras de José Pascual Mora (sobre el Estado educador en 1821) y de Mariela Sánchez Cardona y Juan Daniel Forero (alrededor de la educación y la paz).

De igual forma, en el libro se articula la presencia de Colombia (de esa primera Colombia, la grande) en el mundo, siguiendo el rastro de su reconocimiento internacional por las potencias políticas que ya existían en ambos lados del Atlántico, en Europa y en el Norte de América. En esta última clave, es importante la lectura del artículo escrito a cuatro manos por Edward Francisco Álvarez y Juan Camilo Peñaranda.

El libro termina con un anexo valioso para las personas interesadas en el asunto constitucional desde un punto de vista investigativo, pues exhibe las dos leyes fundamentales de Colombia (de 1819 y 1821) y la Constitución de la Villa del Rosario (1821), es decir, el cuerpo constitucional de fundación de la primera Colombia, en facsímile, reproduciendo con fidelidad las fuentes primarias que fueron impresas por Andrés Roderick y Bruno Espinosa en 1819 y 1821.

La obra será objeto de lanzamiento en diversos momentos. El primero de ellos será el lunes 30 de agosto de 2021 de 9 am a 12 pm, mediante transmisión de Facebook Live en el siguiente enlace: https://bit.ly/3B9WzNj.

Como se advierte, se realiza una aproximación de los grandes tópicos que plantearon ese salto sistémico, apelando a una actitud crítica que permite dimensionar la importancia de ese paso sin caer en ditirambos ni elogiosas miradas patrióticas.

Cordialmente invitadas e invitados,

 

Prof. Dr. Bernd Marquardt

Director del Grupo de Investigación Constitucionalismo Comparado y coeditor de la obra

 

David E. Llinás Alfaro

Líder de la línea de investigación sobre el Estado moderno, teoría e historia y coeditor de la obra

 

Juan Fernando Romero Tobón

Líder de la línea de investigación sobre justicia constitucional y coeditor de la obra

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