Luz:

Te escribo esto desde la calle, sentado en un andén de una ciudad que tanto quisiste, y yo nunca supe cómo ni por qué. Este mes cumples 4 años de muerta. Espero que no estés muy sola. No creo. Hoy escribo otra vez en tu nombre, por el placer de recordarte, y sobre aquel libro que dirías, sin tu permiso, publicamos sobre tu persona.

Pienso en cuáles fueron las cosas más importantes que me enseñaste, y me pongo práctico. Comentarios que ya no sé cuándo me hiciste, pero de los que me acuerdo casi a diario. Por ejemplo, este:

Si uno va a hacer una cosa, de una vez debe hacerla bien.

Muchas veces la diferencia de tiempo o de trabajo, entre hacerla bien y hacerla mal, no es mucha. Y sí lo es, volverla a hacer.

Y no te digo dejarla mal hecha: Inmarcesible.

Eso me recuerda el recitado: lo bueno, si breve, etc.

Y a tí Luz, haciendo con la mano el viento: etcétera, etcétera, etcétera.

Lucas

 

Por: Lucas Maldonado Loboguerrero*

Lector de estas líneas, en el prólogo del libro ya expliqué lo que pude, disculparán si lo encuentran didáctico o infantil, creo que es la maña de escribir como Luz me hablaría, y entonces, a veces, me hablaba así. Como es para internet, lo corté un poco y de paso lo arreglé.

Prólogo**

Ahora que llega finalmente el día de echar este libro a su suerte, por decirlo así, y entregar al molde estas letras de Luz Amorocho, me piden explique en este prólogo: quién soy y por qué yo. No es tarea fácil, pero divertida, sí. Porque en todo caso, llevo años barruntando la idea de hacer un libro sobre Luz Amorocho.

¿Que por qué sobre Luz Amorocho?

Eso ya nadie se lo pregunta.

¿Que por qué yo?

Vueltas doy dijo el otro, y como ateo caigo en la única palabra posible: la suerte.

La suerte de conocerla y considerarla maestra. La suerte de su larga y profunda amistad con mis papás, que permitió su participación en mi crianza, y el cariño que nos tuvimos, y la valentía que me inculcó. Aunque me decía, Lucas, cuidado, siempre estás poniendo el pecho y un día te van a llover piedras. Suerte que todavía no me han llovido (tantas). Suerte que ella me quisiera como a un hijo, que de sangre, o hasta dónde se sabe o se imagina, no tuvo. La suerte también, como no, de tener un papá que fue su amante y amigo, arquitecto que todos los paseos los volvía de arquitectura, y que me llevaba a su taller y me ponía a dibujar, y en vacaciones a ganarme unos dinerillos ayudando a cortar cartón y a hacer maquetas. Y de haber crecido en ese barrio que era así gracias a Luz, y en ese edificio donde había tanto arquitecto. Y de haber podido construir yo mismo, gracias a un mecenas y ya adulto, una casa. Y de haber publicado, con una grande amiga, un libro de este mismo jaez sobre la vida y la obra de mi papá, que me es tan querido. Suerte tal vez también, soñar con lectores atentos, de un libro que se cree música popular, siempre saludando parientes y amigos. Suerte y gracias, de una vez, a quienes lo publican y me dejan escribir mi nombre en la tapa con el de Luz. Y gracias a mí mamá que me enseñó a leer y a escribir y a hacer películas.

¿Que no soy arquitecto, y estos libros los escriben arquitectos, o mejor escritores arquitectos, o al menos escritores, y lo de las películas no tiene absolutamente nada que ver, y yo no soy ninguna de las anteriores? ¡Al cabo que ni quería! dijo el Chavo. Me declaro artista, en ese sentido de alguien cuyo interés no es sino dejar un testimonio. Que he de contar una vida que no es la mía y jamás podré ser académico, quiero decir objetivo. Declaro que no me interesa, y que por fuera de las matemáticas, no conozco objetividad. Aviso que cuando hablo de Luz, estoy sin duda hablando de mí. Siempre he querido, como ella, ser actriz. Y ahora me quité el bigote y me ricé los pelos, con la intención insensata, y acaso patológica, de parecerme a ella.

Suerte ha sido sentir vivo interés por la arquitectura y por los libros. También me dedico al cine (como mi mamá), pero los libros son más baratos, la industria de mi país permite hacerlos muy bien, y duran mucho más que un disco duro. Aunque suerte y gracias a mi mecenas por haber hecho una película sobre mí mismo. Menciono lo de las películas porque aprendí a hacer fotos, y haciendo documentales seguramente fue que aprendí a investigar así, a entrevistar y a transcribir voces ajenas. Y subtitulando, el placer de mejorar lo dicho, sin que nadie se dé cuenta.

Suerte que me enseñaron a viajar y a entender otras lenguas.

En fin, que tal vez este no sea más que un informe para un libro tan definitivo como improbable, y que ahora entrego, con la efeméride pisándome los talones: Luz cumpliría 100 años el 23 de abril. No se trata, pues, de una rigurosa biografía sobre una persona ilustre o grande artista (aunque a mí me lo parezca). Incluso, podrá al final sorprenderse el lector con lo modesto de su legado arquitectónico. Porque Luz no fue una arquitecta en el sentido de proyectar una serie de edificios para “los Anales” de la arquitectura en Colombia. No. Fue simplemente, si esto acaso es cosa simple, alguien que marcó profundamente mi vida. La mía y la de unas personas más: algunas hablaron para el tal libro, de título: Luz al oído.

Y para gusto soberbio, últimamente, cuando me preguntan cuáles fueron las grandes obras de Luz Amorocho la primera Arquitecta, se me ocurre algo inefable: ¡Yo soy una!

Espero lo disfruten o la disfruten.

Lucas.

*Escritor, Barcelona.

** Versión modificada por el autor.

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